El viernes no podía comenzar mejor. El Comité Noruego del Nobel concedió a la opositora María Corina Machado el premio Nobel de la Paz 2025 «por su incansable labor en la promoción de los derechos democráticos del pueblo venezolano”. El reconocimiento pone en el centro de atención a América Latina, donde tres vetustos autoritarismos, en Caracas, La Habana y Managua, habían llegado a creer que la impunidad y el silencio internacional les permitiría controlar sus naciones hasta el fin de los tiempos.
Con apenas 58 años, la opositora venezolana tiene un largo camino por delante para hacer mucho por su país y por todo el continente
Con apenas 58 años, la opositora venezolana tiene un largo camino por delante para, con el renovado prestigio que le otorga este galardón, hacer mucho por su país y por todo el continente. Por delante no solo le queda la apertura democrática en Venezuela, que inevitablemente llegará amén de la intenciones de Maduro, también podrá ayudar a impulsar el cambio político en otros países de la región. Hace mucho tiempo que la causa de los pueblos sojuzgados por totalitarismos, supuestamente de izquierda y envueltos en un discurso “de los humildes y para los humildes”, se merecía un espaldarazo. Lo ocurrido este viernes es esa consagración. La situación de más de 40 millones de individuos, bajo el puño de estas tres satrapías, volverá a tener la atención que se merece.
La constancia ha sido su mayor virtud. Mientras muchos se cansaron en el camino, la opositora siguió con su activismo. Cuando el destierro tocó a la puerta de tantos, ella se quedó en su país. Si el mundo miraba hacia otro lado y en Miraflores se bañaban en petrodólares, la ingeniera industrial nunca perdió las esperanzas de que el chavismo no sería eterno. Su Nobel no es solo una medalla de reluciente metal, es una condecoración forjada en la tenacidad. La perseverancia de María Corina Machado es un soplo de esperanza para todos los que vivimos bajo la larga noche de una dictadura. (14 y Medio)
Yoani Sánchez



