Macabros detalles de Colonia Dignidad que escondían archivos

Macabros detalles de Colonia Dignidad que escondían archivos

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«Por un periodo de tiempo indeterminado fui sometido a tortura con electroshock durante la cual perdí varias veces el conocimiento. Las preguntas eran respecto a mi militancia […] y otros opositores al régimen de Pinochet.

«En un momento recuerdo volver en mí y escuchar cerca de mi oído la voz de un hombre amenazando con apretar el gatillo si yo no hablaba […] Sentí la boca del cañón del arma sobre mi sien izquierda y […] escuché el ‘click’ de un arma al ser gatillada sin un proyectil…»

Testimonios como el de este hombre sometido a tormentos con los ojos vendados en Colonia Dignidad, el enclave fundado por nazis en Chile en 1961, forman parte de miles de documentos diplomáticos que acaban de ser desclasificados por la Cancillería de Alemania, a los que tuvo acceso BBC Mundo.

Sobre Colonia Dignidad se ha dicho y escrito mucho, pero estos archivos revelan numerosos detalles —varios de ellos hasta ahora desconocidos— y confirman otros sobre las operaciones en su interior y las atrocidades cometidas por sus líderes.

Arrojan nueva luz sobre su estrecha colaboración con la DINA (la policía secreta de Augusto Pinochet), a la que «entrenó para que fuera brutal» y supuestamente dio apoyo técnico en construcciones subterráneas y comunicaciones.

Y también sobre el origen de los «incalculables» recursos financieros del reducto; su «notorio» arsenal de pistolas, ametralladoras y granadas, y su grado de influencia en los círculos de poder en Chile y Alemania.

Colonia Dignidad es una mancha indigna en la historia chilena, una comuna agraria de alemanes fundada por un exmilitar nazi; una secta que durante décadas, mediante el encierro y el adoctrinamiento, creó «robots» humanos, un sitio donde se abusó sexualmente de decenas de menores y en cuyo hospital se administraron psicofármacos ilegales y se aplicaron electroshocks a miembros de la comunidad.

Finalmente, un centro clandestino de detención y torturas tras el golpe de Pinochet contra el presidente socialista Salvador Allende en 1973.

Todo eso era la Sociedad Benefactora y Educacional Dignidad que creó y lideró cerca de la ciudad de Parral, a unos 350 kilómetros al sur de Santiago, un siniestro personaje ya fallecido: Paul Schäfer, alias «el profesor», médico del Wehrmacht durante la Segunda Guerra Mundial.

Pero los archivos desclasificados también muestran que el reducto fue un episodio indigno en la política internacional.

Dejan en falta al gobierno de Alemania, ya que durante la segunda mitad de la década del 70 y principios de los 80, cuando se denunciaron los peores abusos de los derechos humanos en la Colonia, el gobierno que en aquel momento tenía sede en Bonn no hizo lo suficiente para frenar a Schäfer y proteger a sus ciudadanos.

El actual ministro de Relaciones Exteriores alemán, Frank-Walter Steinmeier, ha reconocido que Colonia Dignidad es un «capítulo oscuro»en la diplomacia de su país.

 

«Campo de concentración»

Las decenas de miles documentos desclasificados se encuentran en unas 200 carpetas gruesas, cada una con varios centenares de páginas en alemán.

Estuvimos una semana revisando exhaustivamente esos papeles en el Archivo Político de Ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania en la Kurstrasse de Berlín, cerca de la Isla de los Museos. Desde que esa dependencia abría sus puertas hasta que las cerraba.

(En el recuadro al final de este artículo explicamos cómo son los archivos y cuáles fueron las condiciones de acceso).

Nuestra investigación resultó tan esclarecedora como escalofriante.

De los documentos se desprende que Colonia Dignidad era«un Estado dentro de otro Estado», una fortaleza inexpugnable, hermética, pero con más fuerza e influjo hacia afuera de lo que se creía, lo que le permitió operar con impunidad durante mucho tiempo.

Schäfer, quien llegó a Chile siendo fugitivo de la justicia alemana por cargos de pederastia, creó un reducto secreto rodeado por una valla con alambres de púa, que además poseía una torre de vigilancia y reflectores, y era custodiado por perros.

Los casi 300 ciudadanos alemanes y 20 niños huérfanos chilenos que vivían allí —según los archivos desclasificados— tenían «todo» lo que necesitaban: una escuela, un hospital con 60 camas, panadería, carnicería, talleres, establos, áreas de cultivo, un generador eléctrico y hasta un departamento jurídico propio.

Uno de los alemanes que huyó de Colonia Dignidad asegura que «los miembros […] deben trabajar de mañana a noche, sin fines de semana libres».

En los documentos se especifica que el enclave poseía sus propias reglas: Dios, esfuerzo, disciplina, y que las almas «rebeldes» o «difíciles» eran sometidas a tratamientos con psicofármacos y electroshock.

En una de las oficinas colgaba un cartel que intentaba justificar este espanto: «Silencio es fortaleza».

«Los medicamentos se procuran ilegalmente en nombre de pacientes chilenos», se advierte en un informe reservado de la Cancillería alemana.

Asimismo, los ingresos económicos de los miembros de la comunidad eran retenidos por los líderes, al igual que sus cédulas de identidad y pasaportes, para evitar que huyeran y se fueran a otro país.

Uno de los documentos hechos públicos cita a un alemán que logró escapar confirmando que ninguno de los habitantes de la comunidad tenía documentos válidos:«Todo es eliminado […] y guardado en la oficina de la Colonia bajo llave».

«La mayor parte de ellos no tienen contacto con el dinero chileno y no se han vinculado con el exterior por décadas»,añade otro fugado.

En una comunicación con la Cancillería en Bonn, la embajada alemana en Santiago alerta sobre el maltrato a los miembros de Colonia Dignidad, sobre el encierro y el aislamiento contra su voluntad, y sobre la preocupante situación de los menores en el enclave.

«Sería importante cambiar las condiciones de vida quetienen reminiscencias de los campos de concentración […] y que al señor Schäfer no se le permita que los niños duerman con él».

De acuerdo con los archivos desclasificados, la embajada en Santiago estaba al tanto desde el comienzo de las denuncias de vejaciones y pederastia en el lugar.

Sin embargo, cuando sus funcionarios trataban de entrar al enclave, Schäfer y otros directivos —en especial su mano derecha, el médico Hartmut Hopp— repelían las visitas y, cuando las consentían, negaban todas las denuncias y pintaban un cuadro de vida pacífica, armoniosa y sana.

En uno de los documentos diplomáticos, uno de los habitantes que huyó del enclave recuerda que durante un almuerzo Schäfer presumió, mientras alzaba una mano con el puño cerrado: «A la embajada la tengo así entre mis manos».

 

Búnkeres y túneles

Pero si las acusaciones de abusos a adultos y menores rondaron a Colonia Dignidad desde su creación, ése era sólo el inicio de su historia perturbadora: luego vendría el periodo de cooperación con la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), el organismo encargado de la represión política durante el régimen de Pinochet.

Según surge de los documentos liberados por el gobierno alemán, en esa época se pone de relieve el verdadero grado de poder e influencia —poco esclarecido hasta ahora— que llegó a tener el reducto de alemanes mientras participaba activamente en la tortura y desaparición de disidentes.

«Tengo conocimiento que desde 1973 Manuel Contreras [jefe de la DINA], incluso con su mujer, a menudo era un invitado en el fundo [Colonia Dignidad]», asegura, de acuerdo con los archivos, una mujer que consiguió escapar del enclave.

«En aquel momento yo estaba en la cocina y pude cocinar para él».

Otro fugado alemán ratifica que la Colonia «ha trabajado […] estrechamente con el gobierno. Pinochet ha volado en helicóptero al complejo; la Sra. Pinochet ha participado en la inauguración de la escuela».

En otro documento desclasificado se recoge la versión de un exagente de la DINA que dice haber participado en interrogatorios y torturas de personas en Colonia Dignidad.

Es más: afirma que el reducto «es un campo de entrenamiento, dirigido por alemanes, del Servicio Secreto Nacional, en el que permanecen internados numerosos presos políticos [habla de 112 en ese momento], siendo la estación de radio allí instalada la Central de Recepción de la Red de Información del extranjero que posee la DINA».

El testimonio de un exsoldado chileno que estuvo allí, el cual figura en una presentación ante la justicia alemana, confirma que «ellos entrenaban a gente de la DINA para que fueran brutales» y destaca los conocimientos de los miembros del reducto en materia de comunicaciones.

Añade que los alemanes incluso le proveían al ejército transmisores portátiles de gran potencia cuando los necesitaban.

Un escrito confidencial de la Cancillería de Alemania apunta a que el régimen de Pinochet también aprovechó los conocimientos del enclave alemán en materia de búnkeres y túneles.

«Se habla de que los habitantes de la Colonia son recogidos con helicópteros del gobierno […] para ayudar en instalaciones subterráneas en la nueva residencia del presidente [Pinochet], ya que en la Colonia tienen gran experiencia en tales construcciones».

Cabe preguntarse si la poderosa estación de radio de la Colonia fue usada en el marco de la llamada Operación Cóndor, el plan de coordinación de acciones y ayuda mutua de los regímenes militares sudamericanos.

Los documentos desclasificados no dan una respuesta. Pero sí ofrecen algunos pormenores, incluso logísticos, de cómo Schäfer y sus hombres colaboraron con la DINA en la desaparición de personas.

En ellos, un miembro de Colonia Dignidad que desertó incluso sostiene que a partir de 1973 vehículos del enclave alemán ingresaban habitualmente a la unidad de la DINA en la cercana ciudad de Parral para recoger detenidos y llevárselos a la comunidad agraria.

A los prisioneros les decían que los llevarían a «un lugar bello» donde se volverían «más dignos», según una serie de denuncias penales presentadas contra Schäfer ante la justicia de Alemania por violaciones de los derechos humanos contra dirigentes y militantes políticos (todas ellas referidas en los documentos diplomáticos).

En una de estas querellas se cita a un excolaborador de la DINA que, junto con su superior, llevó a un detenido a Colonia Dignidad a mediados de los 70.

«Luego de que el prisionero fuera retirado por los alemanes —dice el texto—, [el excolaborador] conoció a un hombre que su superior llamaba ‘profesor’. Para el testigo quedó claro, por lo que el ‘profesor’ decía y cómo lo decía, que ese hombre había matado a detenidos que habían llevado ahí. El ‘profesor’ usó la palabra ‘liquidar’ [fertig en alemán]».

Asimismo, un informe reservado de la Cancillería alemana sugiere que Colonia Dignidad se apropió de bienes de víctimas.

Cita la versión de que «en un enorme aparcadero subterráneo [en el reducto] hay una hilera de vehículos chilenos de personas que en el transcurso de los años desaparecieron».

 

«Al mando» de una masacre

Sin embargo, los archivos desclasificados van más allá y ofrecen detalles aún más estremecedores de la participación directa de la directiva de Colonia Dignidad en la masacre de Cerro Gallo, en 1975, en el marco de la llamada Operación Colombo.

Allí, escuadrones militares chilenos fusilaron a decenas de prisioneros, a quienes una vez muertos hicieron pasar por guerrilleros que intentaban ingresar al país desde Argentina cruzando los Andes.

En una de las demandas penales presentadas contra Schäfer en Alemania, en este caso por el asesinato de un dirigente de izquierda de Chile, se dice que la víctima murió en esa matanza «a manos de unidades del ejército bajo el mando de líderes de Colonia Dignidad» que «vestían viejos uniformes alemanes».

Además asegura que el propio Schäfer supervisó el operativo sobrevolando la zona en helicóptero.

El testimonio de un exsoldado chileno que participó en el operativo de Cerro Gallo —reproducido en un documento presentado ante la fiscalía de Bonn y recogido por la diplomacia alemana— presenta más indicios de la complicidad de la Colonia en la masacre.

«Fuimos allí a perseguir a unos extremistas y los alemanes nos ayudaron […] Conocían una montaña, el Cerro Gallo, donde decían que habían visto a extremistas. Pero no usamos nuestros vehículos. Sólo los de ellos […] Ellos iban uniformados como militares con vestimenta alemana […] Los vehículos eran Unimog [Mercedes Benz]».

Villa Baviera

«Dormimos en la Colonia. Como nos dijeron que había numerosos extremistas [en el cerro], habían venido refuerzos militares de Chillán, Talca, Curicó y un grupo de infantería de Santiago. Éramos unos 70 […] Vi que había un helicóptero y pequeños aviones en la Colonia […] Esa Colonia es una fortaleza».

En el predio había «al menos una pista de despegue y aterrizaje de 2 km, adecuada para […] grandes aviones», se alude en los documentos desclasificados.

El exmilitar cuenta que la noche que pernoctaron en Colonia Dignidad, previa a la masacre de Cerro Gallo, le llamó particularmente la atención la frenética actividad nocturna en el lugar.

«Se escuchaba mucho movimiento de máquinas, de diversas máquinas, y había una frecuencia de radio tan potente que no podíamos comunicarnos […] De día había poco movimiento, se veía sólo a mujeres, pero de noche únicamente a hombres».

Y sobre el momento de la matanza cuenta: «Allí estaban ambos jefes, mi capitán y el líder de ellos [Schäfer]. Los alemanes conocían el cerro, sin ellos no hubiéramos logrado nada. Ellos eran los primeros, todo lo sabían […] Algunos de ellos andaban de civil, tipo la policía secreta».

 

Un «notorio» arsenal

Ese mismo documento da algunas precisiones sobre otra de las preguntas clave en torno de Colonia Dignidad: ¿cuán importante era su arsenal?

El exsoldado comenta: «Tenían mejores armas que nosotros. Algunas ametralladoras gigantes. Cuando iban de civil llevaban abrigos de lana y nadie podía ver lo que había debajo».

Varios informes reservados de la Cancillería alemana se hacen eco de la afirmación de que en Colonia Dignidad «existe un notorio arsenal».

También sostienen que en 1986, cuando las denuncias arreciaban, un juez quiso «investigar las pistolas de 7,5 mm de 21 miembros» del enclave, pero no tuvo éxito.

En uno de los textos diplomáticos se cita a un miembro arrepentido de Colonia Dignidad afirmando que en el reducto además «se fabricaban armas, entre ellas granadas de mano».

También figuran varias cartas de parlamentarios de Alemania que, preocupados por la situación, le piden a la Cancillería en Bonn explicaciones sobre fuertes sospechas de una colaboración alemana con el reducto en Chile en materia de armamento.

«¿Qué facilidades técnicas importó Colonia Dignidad de la República Federal Alemana para la fabricación de armas, y hubo planes sobre la compra de materiales estratégicos como uranio y titanio desde Chile a través de Colonia Dignidad?», se exige en una de las misivas.

En otra, un legislador llama la atención sobre la versión de que el renombrado traficante de armas alemán Gerhard Mertins, un nazi vinculado a Schäfer, creó en Alemania un «círculo de amigos» de la Colonia.

E inquiere: «¿Sería admisible que, según las regulaciones de exportación de armas de la República Federal Alemana, se enviaran armas a ‘colonos alemanes’ en Chile sin permiso de exportación?».

El mismo arrepentido de Colonia Dignidad citado en un documento diplomático da pistas sobre ese tipo de operaciones ilegales: «Por orden de P. Schäfer compré armas en el mercado negro en 1970/71, especialmente pistolas, 2 MG [ametralladoras] y algunas pistolas-ametralladoras. Las canalicé bajo la cubierta de envíos caritativos a Chile».

Por otra parte, un informe de la embajada al gobierno de Bonn reproduce declaraciones de testigos clave que apuntan a que un representante de Colonia Dignidad en Alemania tenía vínculos con Christoph Willeke, un oficial del ejército chileno que fue condenado en 2010 por elasesinato de Carlos Prats —comandante en jefe del Ejército y ministro durante el gobierno de Allende— en Buenos Aires en 1974.

En el documento, uno de ellos dice que Willeke ayudó a organizar el transporte de valijas sospechosas hacia Colonia Dignidad en vuelos de la aerolínea LAN desde Fráncfort.

El testigo, que hacía de correo, declara: «Bueno, yo no puedo garantizar lo que llevaban esas maletas adentro, yo no sabía qué había en su interior, pero lo que se me decía era que contenían implementos de hospital […] yo las hacía pasar como maletas de pasajeros».

BBC Mundo/Agencias

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