Luz y Simce: el legado frenteamplista-Antonia Russi

Luz y Simce: el legado frenteamplista-Antonia Russi

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En estas últimas dos semanas el gobierno ha tenido que enfrentar múltiples críticas por su ya acostumbrada mala gestión. Primero, fue el escándalo del mal cálculo de las cuentas de la luz, que después de las declaraciones de la empresa Transelec, la gravedad del caso sigue empeorando. Sin embargo, esta semana vuelve la atención al gobierno tras el vergonzoso «chascarro» del Simce, cuando decenas de examinadores no llegan a tomar las pruebas, dejando a 218 cursos de octavo básico sin rendir la evaluación.

Lo interesante de ambos casos es que, justamente, aquellos que prometieron precisamente acabar con los abusos y darle prioridad a la educación, han cometido los errores más garrafales en estas materias. Pero no solo eso, lo peor es que con estas noticias se refuerza la idea de que no solo este gobierno tiene nulas capacidades de gestión, sino también que carece de honestidad y sentido de urgencia para enmendar el curso de sus errores, haciendo del «encubrimiento corporativo» uno de sus más reconocidos modus operandi.

En el caso del Simce es particularmente asombroso, dado que es una de las evaluaciones más exitosas de nuestro sistema educacional, la cual lleva años operando sin mayores problemas; hoy no puede funcionar correctamente por la incapacidad de organización de uno de los ministerios más importantes en nuestro aparataje estatal. Asimismo, lo lamentable ya no es que la actual clase política haya deteriorado suficientes espacios de progreso en nuestro país­ –como en seguridad y economía– sino que incluso es culpable de hacernos retroceder en esferas que creíamos ya estaban dominadas. Con todo, es aún más grave la similitud de ambos casos en donde pareciera que dichas autoridades intentan siempre desviar la responsabilidad a «los privados».

Hace unos meses escribí en este mismo medio sobre las pulsiones adolescentes que caracterizaban a la élite frenteamplista, las cuales curiosamente parecen emerger de fuentes narcisistas que les impiden asumir las consecuencias de sus propios actos. Las figuras del Frente Amplio han demostrado que su único motivo es el poder y que, simplemente, el devenir nacional no les interesa en lo más mínimo. Para ellos, los recursos de los chilenos, la protección de sus intereses y el valor de instituciones fundamentales como la educación, son meros accesorios que decoran su disfraz de falsos activistas de la empatía social.

Llegó la hora de que los chilenos tomen en sus manos el destino del país, y comprendan que es su responsabilidad hacer de la política un oficio de servicio público, y no así de catapultas laborales. Se requiere de personas adultas, serias y comprometidas con Chile, y de una sociedad dispuesta a vigilar a quienes nos gobiernan, entendiendo que la ciudadanía también es parte del régimen de contrapesos. Hoy, la élite política se ha reído de los chilenos una y otra vez, intentando doblegar su mano bajo la mentalidad condescendiente del «vanguardista visionario». La democracia, así como la libertad, no se diluye por quienes se esmeran en atacarla, sino por quienes son incapaces de defenderla. (El Líbero)

Antonia Russi