En Chile todo preocupa. Desde el nuevo descubrimiento de la contralora Dorothy Pérez -13 mil empleados públicos con licencia médica asistieron a casinos de juego- hasta la campaña mediática en contra de Evelyn Matthei. Como observadora y analista externa a la cocina política es casi imposible no explorar los hechos en el marco de lo que parecería una teoría conspirativa. Digo “parecería” porque después de hacerse públicas las comidas celebradas con políticos de todos los sectores y empresarios de grueso calibre en casa de Pablo Zalaquett, podemos estar tranquilos de que nuestras observaciones tienen altas probabilidades de dar en el clavo. Y es que la existencia de una casta formada por empresarios, políticos de todos los sectores y, por supuesto, periodistas, opinólogos y académicos, es una innegable realidad. Ellos mueven los hilos del poder. Todos hemos sido testigos -gracias a Dios no víctimas- de su modus operandi en los dos procesos constituyentes de los que los chilenos nos salvamos a nosotros mismos. Lamentablemente, por estos días se nos está repitiendo la misma historia, una que podríamos titular: democracia en peligro.
Sí, la democracia está en peligro cuando la oligarquía controla la oferta de candidatos, manipulando a la opinión pública a través de los medios de comunicación. Ejemplo paradigmático fue la votación a favor de abrir un proceso constituyente en el plebiscito de entrada (78%), cuando hasta 2019 la preocupación por reformas constitucionales no convocó nunca a más del 4% de los encuestados. Analicemos, en el contexto descrito, qué ha sucedido en los últimos meses. Primero la campaña mediática fue en contra de Kaiser y ahora se aplica exactamente la misma receta a Matthei. Los titulares anunciando que baja su candidatura abundan. Usted podría preguntarme por qué creo que todo está orquestado. La respuesta es simple: estamos a cuatro meses de la elección y ella es, de todos los candidatos de la derecha, quien tiene mayores probabilidades de convocar al centro político. Ni siquiera ha comenzado la campaña, mucha gente no tiene idea de por quién votar y la presión por mantenerse en la carrera presidencial se está tornando insostenible con los medios de prensa transformando cada uno de sus errores en un pecado mortal. Por mientras a Jeannette Jara se le trata con guante de seda. ¿Por qué? La respuesta es obvia, ella lo ha insinuado y no es novedad para nadie: el orden público depende de su sector. Y como, al parecer, los señores que manejan los hilos del poder no están dispuestos a que se restablezca el estado de Derecho y se aplique la ley, entonces hacen la genuflexión.
Como dije al principio, en Chile todo preocupa. No es fácil hacer un diagnóstico adecuado de lo que nos está pasando. Lo que sí vemos con claridad prístina es un incremento descarado de la inmoralidad. Analicemos este fenómeno primero en la calle y luego en la Esfera Pública. Sabemos por cifras oficiales de la fiscalía que entre 2014 y 2024 los secuestros aumentaron un 138%; entre 2018 y 2024 los homicidios, un 42% y, entre 2013 y 2023, las extorsiones un 1856%. Estas cifras muestran en lo que nos estamos transformando. Un país gobernado por la actividad criminal. ¿Cómo se arregla este problema? La solución ha sido, en todos los tiempos, la reacción de grupos de ciudadanos capaces de torcer el rumbo que conduce hacia el descalabro. Ese grupo suele encontrarse entre quienes componen la oferta política en una democracia. Pero, si en la esfera pública la “actividad criminal” se replica vestida de cuello y corbata, ¿quién podrá salvarnos de perder nuestra democracia? En este contexto, lo sucedido estas últimas semanas con Matthei es desesperanzador. ¿Cómo interpretar las disculpas por sus dichos sobre el quiebre institucional del ’73 si no es como efecto de presiones? ¿Y el abandono del que fue víctima por parte de los senadores de su propio sector ante su decisión de pedir a la justicia que se investigue la campaña sucia desatada en su contra? Usted me dirá que la caída en las encuestas lo explica, pero, seamos sinceros, así no debiese de funcionar la política, porque Matthei encarna una opción democrática que interesa a parte de la ciudadanía.
Causa al menos extrañeza, sino estupor, observar el juego político desde fuera. Da la sensación de que una mano invisible muy oscura mueve las fichas a su antojo y no precisamente por el bien del país. Se parece bastante a la actividad de los criminales que denuncia la fiscalía: extorsiona para conducir los asuntos en función de sus intereses, asesina candidatos y secuestra las mentes de los ciudadanos con titulares mentirosos.
En síntesis, es antidemocrático privar a los ciudadanos de una candidata como Matthei solo debido a que las lealtades se reordenan siguiendo encuestas, respondiendo a mandatos silenciosos, extorsiones y a un clima mediático generado para satisfacer intereses ocultos. También es antidemocrática la persecución judicial que afecta al candidato del PNL y a su partido, además de la decisión de excluir a Kaiser de los debates presidenciales. Imagino que los miembros de la casta no quisieran, por ningún motivo, ver a Chile salir adelante como hoy lo está logrando Argentina con un presidente libertario. De otro modo no podemos explicar racionalmente la exclusión del único candidato que encarna dichas ideas. ¿O es que hay algo que no sabemos? Tras varios intentos por explicar las intenciones y jugadas de quienes mueven los hilos del poder una se queda con la convicción de que Chile necesita una Glasnost. (El Líbero)
Vanessa Kaiser



