Los fanáticos no pueden ganar-Cristina Bitar

Los fanáticos no pueden ganar-Cristina Bitar

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El horror de lo ocurrido la semana pasada en París sólo puede verse superado al pensar que, desde el 11 S, este tipo de atentados han empezado a ocurrir con escalofriante regularidad. Ya lo han dicho varios líderes mundiales, políticos e intelectuales: Occidente enfrenta hoy una guerra brutal. Pero no es una confrontación contra una religión y menos contra un grupo étnico, es una guerra contra el fanatismo irracional que emerge entre nosotros, como si una máquina del tiempo nos trajera lo peor de la intolerancia desde la noche de los tiempos.

En esta guerra se juega la libertad, la convivencia pacífica, la tolerancia religiosa; en una palabra, en esta guerra se juega la civilización. Por ello, no es una guerra de fuerza, aunque claro que el terrorismo debe combatirse con fuerza y sin complejos; ésta es una batalla del derecho y del progreso. Este terrorismo no se puede derrotar de cualquier manera, hay que aislarlo en su brutalidad, quebrarlo en su rigidez, marchitarlo en el desierto infecundo del odio que lo inspira.

En este mundo globalizado, la violencia que vimos en las calles de París entró a nuestros dormitorios, impactó a nuestros hijos como si hubiera ocurrido en nuestro barrio. Al menos desde una perspectiva cultural, ocurrió en nuestro barrio, al menos en el vecindario en el que los chilenos encontramos sentido de pertenencia. Es el barrio en que las personas pueden expresar libremente lo que piensan; vivir su religiosidad de la manera que la sientan, o no la sientan. A fin de cuentas, la falta de fe es una forma de expresar la libertad religiosa; construir su vida de acuerdo con sus convicciones.

Así como la cultura clásica proviene de las civilizaciones griega y romana, el mundo moderno surge en Europa. El liberalismo que en sus dos vertientes emerge a ambos lados del Canal de la Mancha, la noción de estado de derecho que proviene de la cultura germana, la economía libre que permitió a Occidente salir de la pobreza por primera vez en la historia de la humanidad. Todo esto es lo que fue asesinado en París la semana pasada. Cada bala disparada por los asesinos desgarró la piel de la modernidad y el ser humano pudo ver una imagen de sí mismo que ha luchado siglos por dejar atrás.

Si Europa no es capaz de derrotar este terrorismo, y hacerlo desde la modernidad, con las armas y dentro de los límites propios de la libertad y el gobierno de la ley, no habrá rincón del planeta que pueda sentirse libre y seguro. El islam forma parte de la historia de progreso del ser humano, una religión monoteísta que predica la disciplina interior, el respeto y la pureza del cuerpo y el alma. Muchos crímenes se han cometido en nombre de Dios, pero mucho más paz, esperanza y progreso hemos recibido en su nombre. Los fanáticos no pueden ganar. (La Segunda)

 

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