Los errores trascendentales

Los errores trascendentales

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He sido un observador atento, y esforzadamente ecuánime, de los actos de todos los gobiernos chilenos a partir del de Eduardo Frei Montalva. Ello me ha permitido constatar que casi todos esos gobiernos realizaron logros positivos, aunque no estuvieran exentos de errores. Pero, esa observación también me ha convencido de que, en algunas ocasiones, se cometieron errores fundamentales y de determinantes consecuencias en el siguiente devenir del país. En el último medio siglo he constatado cinco de los que pueden calificarse como errores trascendentales, en el sentido de que determinaron la marcha del país en el periodo siguiente y sirven para entender mejor los tiempos en que nos encontramos ahora.

El primero de estos errores fundamentales fue el de la Democracia Cristiana a fines del gobierno de Eduardo Frei Montalva, cuando decidió enfrentar la campaña presidencial de 1970 con la candidatura de Radomiro Tomic Romero.  En ese entonces, la DC podía echar mano de varios candidatos con los que habría triunfado porque la derecha ni siquiera habría levantado la candidatura de Jorge Alessandri. Pero decidió, con la venia de Eduardo Frei, contender con Radomiro Tomic que, impulsado por su brillante insensatez, se dedicó a tratar de arrebatarle a Salvador Allende la votación de la extrema izquierda, con lo cual hizo imposible la captación de votos a su centro-derecha. El resultado fue que no solo llegó tercero, si no que hizo posible el aciago triunfo de Allende y de su Unidad Popular.

El segundo error de ese calibre fue el del propio Salvador Allende cuando, a fines de 1972, incorporó a las Fuerzas Armadas a su gobierno para lograr así deponer el gran paro de octubre de ese año. Esa incorporación, que convirtió a los militares en testigos internos de su gobierno y del verdadero estado de la nación y en interlocutores válidos de los gremios que habían logrado paralizar al país durante seis semanas, habría tenido sentido y buenos resultados si hubiera sido seguida de un cambio de rumbo efectivo en su administración. Pero Allende, con los militares adentro, reanudó sus ofensivas contra la institucionalidad democrática y con ello condenó a su régimen a su trágico final. El resultado de su medida, fue el golpe de Estado de septiembre de 1973, como no podía dejar de ocurrir.

El tercer error merecedor del título de trascendental fue, a mi juicio, la decisión del gobierno de Ricardo Lagos de pavimentarle a Michelle Bachelet el camino a La Moneda. Sin parar mientes en los antecedentes de la dama, el Presidente Lagos la proyectó con su nombramiento como Ministra de Defensa y la apoyó como candidata con los resultados de todos conocidos. Ella llegó para destruir a la Concertación, herir de muerte a la alianza de gobierno PS -DC y, finalmente, hacer imposible la segunda candidatura del propio Ricardo Lagos. Es verdaderamente sorprendente que, un tan gran estadista como fue el Presidente Lagos, haya cometido un error tan grande de apreciación personal.

El cuarto error trascendental fue el de la Bachelet cuando intrigó con el PS dirigido por Álvaro Elizalde para destruir la precandidatura presidencial de don Ricardo Lagos en 2017. Esa increíble decisión no solo condujo a la derrota del candidato sustituto Alejandro Guillier, sino que permitió el despegue electoral del Frente Amplio que estuvo también cerca de derrotarlo con su anodina candidata Beatriz Sanchez. Consecuencia mediata de ese resultado electoral fue, cuatro años después, la catastrófica elección de Gabriel Boric. La preferencia del PS en aquel entonces, de Alejandro Guillier por Ricardo Lagos, pasará a la historia como uno de los más grandes disparates que haya podido cometer un partido político importante, y su consecuencia de largo plazo ha sido la progresiva decadencia de esa tienda.

El quinto error de este tipo ha sido el del joven gobierno de Gabriel Boric al jugarse su programa y su base política con el apoyo al “Apruebo”, con una campaña personal desvergonzada y corrupta, de un proyecto constitucional que hasta el más elemental criterio político mostraba como improbable para un pueblo como el chileno. El resultado del plebiscito para votar ese proyecto fue tan contundente que convirtió a Boric en un “pato cojo” a poco de empezar su gobierno, de modo que el resto de su administración sólo le será un martirio porque no tiene apoyo para ninguna de las reformas radicales que les propuso a sus partidarios. Peor aún, ahora que se ha descubierto el saqueo de recursos públicos con que se financió esa campaña, el error de entonces se puede muy bien transformar en trágico y definitivo.

Existe todavía un sexto error trascendental pero que no merece estar junto a los anteriores porque, a diferencia de ellos, resultó positivo para el país. Fue el de Augusto Pinochet al lanzarse alegremente a un plebiscito razonablemente limpio cuyo objeto era legitimar su gobierno por varios años más, lo que ocurrió en 1989. Resulta francamente inexplicable que, contando con una real base de soporte partidario y con todos los medios de que disponía un gobierno dictatorial, el régimen del General haya subestimado la cuantía y la capacidad organizativa de sus detractores. Así y todo, el resultado fue lo suficientemente estrecho como para que, en la misma noche del recuento de votos, intentara un movimiento militar que anulara el resultado, ocasión en que se encontró, por primera vez, con la negativa de sus colegas a acompañarlo en una aventura que ciertamente no tenía destino.

Creo que con esta reflexión he podido mostrar cómo la desdichada historia actual de Chile tiene antecedentes en errores que resultaron trascendentales. Ojala que seamos capaces de evitarlos en el futuro. (El Líbero)

Orlando Sáenz