Consultada el miércoles 16 de abril en radio Agricultura sobre su posición respecto del golpe de Estado de 1973, la candidata presidencial de Chile Vamos, Evelyn Matthei, sostuvo: “No había otra alternativa”. Mi posición es que no había otra. Que nos íbamos derechito a Cuba. Yo lo que quiero señalar es que probablemente al principio, en 1973 y 1974, era bien inevitable que hubiese muertos, pero ya en el 78, el 82, cuando siguen ocurriendo, ahí ya no, porque había control del territorio”. Y agregó: “entonces ahí yo siento que hubo gente que le hizo mucho daño, loquitos que se hicieron cargo y que nadie los frenó a tiempo”.
Sostener que el golpe del 73 fue inevitable o necesario es una opinión legítima. Se trata de un juicio político sobre un acontecimiento de trascendencia histórica respecto del cual ha habido un debate de medio siglo, y que, naturalmente, nadie puede dar por cerrado, o creer que en un determinado momento se establecerá una verdad oficial indiscutible. En todo caso, dicho en estos días adquiere un inequívoco sentido electoral, en un momento en el que está planteada una fuerte competencia entre las candidaturas de derecha.
Cabe, por lo tanto, la interpretación de que Evelyn Matthei buscó establecer una conexión fuerte con los sectores más duros de ese mundo, y demostrar que, en esta materia, ella no se queda atrás.
El golpe y sus consecuencias es un capítulo dramático respecto del cual puede entenderse que, aun hoy, haya quienes miren lo ocurrido desde la perspectiva de los vencedores del 73. Sin embargo, no está demás tener presente lo vivido por quienes formaron parte de los vencidos, y recibieron el impacto devastador de esa derrota. Es por ello que causaron desasosiego estas palabras: “probablemente al principio, en 1973 y 1974, era bien inevitable que hubiese muertos, pero ya en el 78, el 82, cuando siguen ocurriendo, ahí ya no”.
O sea, entre el 73 y el 77, habrían sido inevitables los muertos, pero ya en el 78 o después, “ahí no”. Pero, sucede que la mayor parte de los crímenes se cometieron entre 1973 y 1977, los años en que el general Manuel Contreras Sepúlveda, jefe de la DINA, se hizo internacionalmente famoso. Él y los demás agentes de la represión no eran “unos loquitos”.
No hubo guerra interna en aquellos años, sino represión despiadada. Es indispensable que las nuevas generaciones lo sepan, y no entregarles un relato ideológico para validar la inmisericordia. La expresión más ominosa de ese tiempo fue el asesinato de prisioneros, ampliamente documentado por el Informe Rettig, de 1991.
Los detenidos desaparecidos no desaparecieron: tal designación se explica porque sus familiares ni siquiera recibieron sus cuerpos para darles sepultura. Luego de ser asesinados, el régimen de Pinochet ordenó hacer desaparecer sus cuerpos en diversas formas, por ejemplo, lanzándolos al mar o dinamitándolos. No ha habido mayor vileza en la historia de Chile.
Luego de la conmoción provocada por sus dichos, Evelyn Matthei estimó necesario difundir el mismo miércoles un video en el que se preocupó de precisar su posición. Sostuvo que ha condenado siempre las violaciones de los DD.HH., y que el golpe fue el resultado de un fracaso colectivo. Afirmó que todas las fuerzas políticas tienen responsabilidad en el quiebre institucional, incluida la izquierda.
El país necesita curar las heridas del pasado y asimilar las dolorosas lecciones que derivan de la pérdida de la democracia. Las primeras lecciones son morales antes que políticas: los crímenes de la dictadura jamás tendrán justificación. Por lo tanto, todos tenemos que enfrentar las verdades incómodas, y no eludir las responsabilidades que cargamos, en uno u otro sentido, respecto de cómo llegó la sociedad chilena a un punto de degradación en el que el valor de la vida humana se volvió relativo y el derecho se convirtió en una palabra vacía.
La candidata de Chile Vamos está en el primer lugar en las encuestas y tiene una real posibilidad de llegar a la Presidencia. Sus pronunciamientos han adquirido, pues, una trascendencia mayor. Quizás, este desgraciado episodio le aporte algo. Los ciudadanos están observando en este momento a todos los candidatos para sacar alguna conclusión respecto de quién garantiza integridad moral, templanza política, sentido nacional, compromiso con las libertades en cualquier circunstancia. El reto de unir a los chilenos es, sin duda, el más exigente. (Ex Ante)
Sergio Muñoz Riveros



