Los confundidos-Álvaro Vergara

Los confundidos-Álvaro Vergara

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En las próximas semanas se aclarará el escenario final de las elecciones presidenciales. Se verán ahí los últimos énfasis de las campañas y la preparación de los candidatos en los debates por televisión. Pese a que José Antonio Kast tuvo semanas complejas, todavía lidera las encuestas junto a Jeannette Jara. Atrás le siguen candidatos cuyos electores difícilmente respaldarán en la segunda vuelta a la abanderada comunista. Como era esperable, esta tendencia ha provocado que todo el poder de fuego se concentre en el favorito. Desde la vocera de gobierno a influyentes figuras de Chile Vamos han salido a golpear a Kast con lo que tengan.

Todo indicaba que la izquierda no tendría piedad. Ya demostraron estar dispuestos a hacer lo que fuera necesario para mantenerse en el poder. Por eso eliminaron la multa del voto obligatorio en la Cámara y utilizaron con descaro diferentes instancias del Ejecutivo para beneficiar a su candidata. La propia Evelyn Matthei recibió duros ataques por parte de ministros, parlamentarios y otras figuras del oficialismo cuando estaba arriba en las preferencias. En ese entonces, Kast delineó el discurso que ha mantenido hasta hoy: el adversario está al frente, las encuestas van y vienen, y prefirió omitir posibles críticas a Matthei. Con buenas razones, algunos podrían ver algo de oportunismo en esa pauta, sobre todo si se considera que algunos de sus colaboradores más cercanos han esbozado duros juicios a Chile Vamos que luego mermaron las relaciones. Sin embargo, como líder, en estas elecciones Kast ha sido consistente en evitar el fuego amigo, esté arriba o abajo en las encuestas.

Lamentablemente, la exalcaldesa no ha replicado dicha conducta. En lugar de eso, adoptó la estrategia de los sectores progresistas de Chile Vamos para reprochar con fuerza a Kast. Las críticas, en efecto, son necesarias y deben ser realizadas con prudencia y en el momento adecuado. Pero, al sumarse personalmente a la ofensiva, da la impresión de que la principal interesada en su éxito es ella. La semana pasada Matthei ignoró que el adversario es la izquierda y se turnó con Jeannette Jara para criticar al abanderado republicano. Esa estrategia es peligrosa y puede tener costos que exceden lo electoral. La cámara de eco en la que están inmersos algunos miembros de su comando les impide ver que, si bien este enfoque puede generar un repunte en los sondeos, a la larga terminará por alejar a su votante natural: el elector de derechas.

Quienes comandan esta agenda ignoran que las candidaturas presidenciales son pasajeras y que los esfuerzos deberían ir a proteger el proyecto de coalición. Pese a eso, muchos prefirieron hipotecar parte del futuro de Chile Vamos con tal de convencer a votantes móviles que, ante el primer error, abandonarán a la candidata. En ese sentido, se proyecta una coalición dividida. Por un lado, liderazgos con mayor sentido estratégico -como Guillermo Ramírez, Mario Desbordes y Diego Schalper- han elaborado un mensaje mesurado que favorece a Matthei y no descuida a su electorado natural. Y por otro, figuras influyentes dentro de la campaña y que pertenecen al bloque liberal progresista se convirtieron en los principales promotores del enfrentamiento contra Republicanos. Por momentos, dicha facción ha convertido esta disputa en una especie de causa vital -basta revisar sus cuentas de X para comprobarlo- que legitima los juicios que la izquierda quiere instalar en el debate público. La situación es delicada: al entrar al fango y replicar este tipo de tácticas conflictivas, se perdió parte de aquella reserva moral que le permitía a Chile Vamos sostener que la beligerancia venía de Republicanos.

De esta manera, los defensores de esta agenda corren el riesgo de dañar a la propia coalición. Aunque era un escenario posible, pues muchas personas han hecho grandes sacrificios en favor de la candidatura de Matthei, se esperaba que ella pudiera mostrar altitud y talante de estadista para frenar la escalada. Pero no lo ha logrado, y en su lugar mezcló consideraciones personales -como los ataques cobardes que ha recibido en redes-  con la candidatura y la coalición que la respalda. Un ejemplo fue precisamente el episodio de los bots, en que algunos miembros del Gobierno, ante la amenaza de una querella de Chile Vamos hacia Republicanos, respondieron con sorna que estaban “comiendo cabritas”. Gestos como estos no son inocuos, menos ante una candidata comunista y con Boric en el gobierno. Recordémoslo: el adversario está al frente. (El Líbero)

Álvaro Vergara