Los callados

Los callados

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¿Por qué el Gobierno no dice mucho sobre qué haremos si gana el Rechazo? La primera razón es simple: si la centroizquierda sabe que el mundo no se hundirá en ese supuesto porque hay planes alternativos, bajará el costo de rechazar el borrador y eso no le conviene.

La segunda explicación de la actitud oficialista no es simple, sino simplísima: para el FA/PC resulta fundamental que la elección sea entre “la Constitución de Pinochet” vs. “una Constitución redactada de modo paritario y en democracia”. Cualquier otro matiz le derrumbaría buena parte de su proyecto. Sabemos que no es así: basta con ver qué firma lleva y constatar que, de su texto original, apenas quedan unos 20 artículos intactos. Pero nada de eso importa para efectos publicitarios.

Tampoco interesa que haya consenso acerca de que la Constitución actual, nos guste o no, tiene fecha de caducidad, más allá de lo que diga acerca de su vigencia un artículo transitorio. Esto vale cualquiera sea la opción que triunfe en septiembre. Pero para el mundo del FA/PC es imprescindible mantenerla viva: de lo contrario no podrá usarse como un cuco para asustar a izquierdistas y democratacristianos.

En este juego de apariencias hay unos actores muy singulares, que hasta ahora se han comportado como espectadores. Me refiero a esos políticos de centroizquierda que claramente votarán Rechazo en la soledad de la urna, pero están muy calladitos. Por ahora, además, tienen una justificación muy buena, pues aún no conocemos el texto definitivo, aunque sabemos bastante bien en qué consiste la trama de esta película. Además, una comisión de Armonización debería armonizar y no crear. La excusa funciona por ahora, pero el 4 de julio tendrán que dejar de emplearla.

¿Qué les sucede a esos políticos y adherentes de la centroizquierda? ¿Por qué esa reticencia a sacar las consecuencias de sus propios análisis? ¿A qué se debe que callen en público lo que dicen explícitamente en privado? Hay varias razones.

La primera tiene que ver con el miedo, auténtico pánico, a aparecer en la misma foto con la derecha. Es verdad que muchas veces ese sector político ha mostrado actitudes francamente impresentables, pero por otros lados también hay bastantes cosas que no son precisamente estéticas. En todo caso, ese miedo los deja maniatados. Lo comprendo, si bien no puedo evitar que me asalte una duda: “¿y dónde queda Chile en todo este razonamiento?”.

En segundo lugar está el temor al bullying. Los políticos de nuestra izquierda democrática saben perfectamente que apoyar el Rechazo no sale gratis. Ahora bien, ese no parece ser un argumento decisivo si nos tomamos en serio la misma pregunta: “¿no hay un lugar para Chile en todas estas cavilaciones?”.

El tercer argumento se funda en la confianza en la propia “muñeca política”, para usar una imagen de Salvador Allende. Es decir, en la creencia de que ellos serán capaces de manejar cualquier escenario que se produzca en caso de que gane el Apruebo. Sin embargo, en estos meses de Convención Constitucional, no parece que esa muñeca haya mostrado gran eficacia. Es cierto que se evitaron algunas brutalidades (no todas, ni la mayoría), pero ¿podrían decir que era esto lo que esperaban cuando apoyaron con entusiasmo y buenas razones la idea de contar con una nueva Constitución?

Una encuesta de los últimos días dice que, entre quienes piensan votar Apruebo, solo un 11% está contento con este borrador. No es una cifra muy alentadora.

Entiendo que el Gobierno no quiera hacer nada. Pero es claro que existe un enorme espacio para ponerse de acuerdo en que —en caso de ganar el Rechazo— vamos a buscar sí o sí una nueva Constitución, y cuáles serán algunos de sus contenidos mínimos. En esta materia el consenso es amplio y básicamente responde a nuestra historia constitucional. Hay mil diferencias de detalle, pero resulta esperanzador constatar que hay grandes convergencias en las cosas básicas.

Sin embargo, mientras no aumente todavía más el número de los que crucen el río y se atrevan a decir públicamente que votarán Rechazo, la mayoría del sector seguirá guardando silencio. En esos valientes está la posibilidad de restaurar una centroizquierda robusta que el país necesita con urgencia.

Algún mal pensado dirá que en esta reflexión sobre el silencio de muchos políticos he omitido “el factor maquiavélico”: podría suceder que algunos que reconocen que este es un borrador francamente malo estén haciendo un cálculo. Si todo sigue su marcha, llegará un momento en que el Gobierno empezará a naufragar. ¿Qué hará entonces? Mantendrá su retórica frenteamplista, pero llamará en su auxilio a mucha gente de la ex-Concertación. Y en ese nuevo régimen habrá ministerios, subsecretarías y embajadas que premiarán el silencio de estos meses o castigarán a quienes hayan expresado una opinión discrepante. Personalmente, admito que muchos votarán Apruebo por honda convicción patriótica; sin embargo, me niego a creer que alguno vote Rechazo en la urna, pero piense que un puesto lucido valga un silencio que no le hace bien a Chile. (El Mercurio)

Joaquín García Huidobro

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