Las primarias del próximo fin de semana darán un indicio de lo que queda de la izquierda después del gobierno de Gabriel Boric. Los aprontes de la campaña, avalados también por encuestas, indicaban una ventaja para Carolina Tohá seguida por Jeannette Jara y Gonzalo Winter, que disputaban estrechamente el segundo lugar. Jaime Mulet respondía nada más que a la figura de una candidatura transaccional.
Pero, así como se dice que en derecho las cosas son lo que son y no lo que las partes pretenden que sean; puede afirmarse que en política las cosas son lo que las mayorías deciden y no lo que los analistas o las elites, de izquierda o derecha, imaginan o desean.
Carolina Tohá ha realizado una campaña sobre presupuestos que los votantes no ven. Se trataría de una candidata socialdemócrata, tributaria de la Concertación, alejada del comunismo y del intento de Gabriel Boric de refundar el país sostenido en el Frente Amplio, el artefacto que amenazó al gobierno democrático de Sebastián Piñera y prometió una revolución que pondría término a los abusos y haría realidad los sueños de mayor justicia en nuestro país.
Pero esta contradicción no es una impostura que se haya elaborado en la cabeza de Carolina Tohá; es el resultado de muchos años de decisiones que se tomaron en la izquierda chilena, con el propósito de algunos de echar a pique la renovación socialista y sus éxitos. Hace ya ocho años, el 2017, el Partido Socialista presidido por el actual ministro del Interior, Álvaro Elizalde, decidió apoyar la candidatura presidencial de Alejandro Guillier, desechando la posibilidad de ser representados en las primarias por Ricardo Lagos.
No hubo en esa oportunidad en la izquierda chilena liderazgos que defendieran la obra de la Concertación. La renovación socialista parecía derrotada por los vientos de la Nueva Mayoría, que con Bachelet había incorporado a los comunistas a su gobierno y por la emergencia de los jóvenes del movimiento estudiantil que darían origen al Frente Amplio. El socialismo democrático guardó luego, en el estallido de octubre de 2019, un ominoso silencio (todos sus senadores votaron por destituir a Piñera) con excepciones puntuales notables, algunos de los cuales reconocen hoy filas en Amarillos.
El reclamo de Tohá de títulos para representar al socialismo democrático aparece entonces extemporáneo. Agravado esto por el hecho de haber participado, como figura principal, en el gobierno de Gabriel Boric. Sus diferencias con el Partido Comunista, proclamadas hoy, no se condicen con su cohabitación con ellos como primera fuerza del gobierno de Boric, controladores permanentes de los ministerios del Trabajo, de Educación y Secretaría General de Gobierno y actores importantes en el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos y el de Defensa.
A ello se agregan errores u omisiones imposibles de esconder. El rol de Tohá como ministra del Interior y Seguridad Pública no puede despegarse del deterioro evidente del orden público, de la presencia inquietante del crimen organizado, del descontrol evidente de la inmigración. Más allá de la posición que ella sostuviera internamente frente a estos problemas, no fue una voz distinta dentro del gobierno. Usar la expresión “gatillo fácil” para justificar la demora en aprobar reglas de uso de la fuerza fue otro error. Y por último está el caso Monsalve. No sabemos si la exministra Tohá actuó para proteger actuaciones temerarias del Presidente Boric, pero el hecho es que quedó en el mismo saco que él en la defensa de un subsecretario del Interior acusado de violación por una subalterna y de varias otras tropelías al estado de derecho y las instituciones.
Jeannette Jara, en cambio, con cara sonriente y astucia, se atribuyó todo lo que le podría favorecer como candidata y se desentendió de todo lo del gobierno de Boric y del Partido Comunista que podría perjudicarla. Una suerte de némesis de Tohá. Se aprovechó de su origen popular y de la subestimación de dirigentes gremiales que le regalaron leyes populistas como la jornada de 40 horas; y de políticos que le ayudaron a apropiarse del mérito de la PGU, que correspondía a Piñera, y a introducir el reparto en las pensiones con 4,5 puntos de cotización que no irán a cuentas individuales, escondiendo así un futuro aumento del déficit fiscal y asociándola a ella a un alza inmediata de las pensiones.
Gonzalo Winter se la jugó por la lealtad a Gabriel Boric, huérfano de apoyo entre los candidatos de izquierda por razones evidentes. Apostó a que el 30% que soporta al gobierno se la jugaría por él. También subestimó a Jeannette Jara, quien se propuso disputarle ese electorado de izquierda dura. Finalmente, los errores reiterados y contumaces de Gabriel Boric, del mismo Winter y otros rostros del Frente Amplio (entre los que la rapiña de las “fundaciones” no juega un rol menor) terminaron por avergonzar a auténticos izquierdistas.
Así las cosas, está cuesta arriba para Carolina Tohá ganar las primarias. Si lo hace, podrá reclamar la corona de la renovación socialista, un premio atractivo; pero es difícil. El Frente Amplio, con Winter, podría terminar como lo que siempre fue: un proyecto sin pies ni cabeza.
Y Jeannette Jara, con todas sus diferencias de forma, de ganar la primaria terminará siendo la comunista que es: la que se queda con los dividendos de un trabajo sistemático y envolvente, capaz de engatusar a sus aliados y a no pocos adversarios para que trabajen por ella.
La campaña de las primarias está ruda, se percibe que si gana la derecha no habrá premios de consuelo en un futuro gobierno. Sin embargo, la derecha no debe confiarse, porque la diversidad de postulantes en primera vuelta puede llevar a que candidatos con algo más de 20% de los votos pasen a segunda vuelta.
Si gana Jara la primaria, los comunistas se quedarían con los restos de la izquierda, mientras no aparezcan rostros y generaciones decididas a construir un socialismo auténticamente democrático. ¿Pasará ello por un mea culpa por su apoyo al estallido, similar al que otras generaciones han debido efectuar? (El Líbero)
Luis Larraín



