Cada cierto tiempo salen voces, desde el oficialismo, a decir lo que la derecha debería hacer para convertirse en una coalición, partido o sector que cumpla con los estándares que ellos han fijado. Es decir, pretenden moldear una oposición a su pinta.
La izquierda quiere, básicamente, cuatro cosas.
Primero, que las oposiciones se concentren en diferenciarse más que en unirse. Alimentan esa pugna, y siempre encuentran a alguien que quiere correr a ser reconocido como “moderado” por la izquierda actual, que de moderada no tiene nada. El oficialismo quiere a las oposiciones divididas. Y encuentra terreno fértil cuando hay más obsesión por decir que eres diferente a quien será tu aliado electoral, que en centrarte en la misión que comparten. Es tiempo de navegar las diferencias que, por supuesto, existen, para concentrarse en lo que une. El Gobierno es incapaz de instalar una agenda propia, pero muchas veces es exitoso en dividir a la oposición.
Segundo, la izquierda quiere a la derecha diluida levantando propuestas en vez de ejerciendo su rol opositor. Les encanta repetir que la oposición no propone nada, y ahí siempre alguien se acompleja y empieza el vértigo por levantar centenares de recetas. Para el Gobierno ese es el escenario ideal porque se empieza a discutir sobre el contenido de las propuestas de la derecha y no sobre los problemas que ellos han sido incapaces de solucionar. Hoy es tiempo de diagnóstico, de empatizar con los dolores y temores de los chilenos. Son otros los que están en el Gobierno y deben ofrecer soluciones. Hoy, más que medidas, se necesitan posiciones claras. Más que listados de propuestas, se requiere un proyecto político alternativo.
Tercero, el Gobierno quiere enredar a la oposición en la búsqueda de consensos en canchas previamente definidas por él. Los acuerdos son imposibles cuando entre gobierno y oposición existe una discrepancia sustantiva respecto del modelo de desarrollo. Los acuerdos son posibles cuando subsistiendo las diferencias entre ellos, existen coincidencias fundamentales respecto del rumbo hacia el cual dirigir Chile. Dicho en simple, no puede haber un acuerdo tributario con un gobierno que ha declarado querer enterrar el neoliberalismo. A la izquierda refundacional que hoy nos gobierna hay que ganarle y reemplazarla, no hay espacio para consensos cuando se discrepa en lo esencial.
Cuarto, la izquierda busca borrón y cuenta nueva. Como si lo que se hiciera en política no tuviera consecuencias. Como si la revolución con la que pretendían sacar por la fuerza a un presidente democrático la hubieran hecho siendo niños y no antes de ayer. La prueba de fuego será cuando vuelvan a estar en la oposición. Probablemente ahí terminará el repliegue táctico actual y la violencia volverá a serles “útil” para avanzar en su agenda, y los Carabineros volverán a ser “pacos asesinos” porque ya no estarán bajo su dependencia.
Las oposiciones no pueden caer en el juego de darle a la izquierda lo que ella quiere: división, discusión anticipada sobre propuestas, acuerdos cuando Chile aún paga los costos de sus malas reformas, y blanqueo prematuro a su prontuario.
Chile necesita, más que nunca, una oposición unida, con proyecto político propio, y más que “propositiva”, proporcional al daño que esta izquierda le está haciendo a Chile. Esa es la pega hoy. Si se hace bien, le tocará gobernar. (El Mercurio)