Lista única en la oposición. ¿Por qué sí? ¿Por qué no?-Roberto Munita

Lista única en la oposición. ¿Por qué sí? ¿Por qué no?-Roberto Munita

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Esta columna es para puro perder el tiempo; no es más que un ejercicio casi académico, y probablemente un esfuerzo en vano. Porque a poco más de diez días del cierre de las listas para la elección parlamentaria, parece absolutamente irrisible que todos los partidos de oposición -desde Amarillos y Demócratas hasta Republicanos, Libertarios y Social Cristianos- logren ponerse de acuerdo en un solo pacto.

¿Por qué escribir sobre esto, entonces? Primero, porque vale la pena dejar un registro “antes de”. Segundo, porque hay que poner la pelota al piso: he escuchado argumentos que rayan en lo insólito, lo que demuestra bastante desconocimiento del sistema electoral. Y tercero, porque para eso están las columnas: para pensar en lo ideal, incluso si lo real va por otro carril.

A esta altura del partido, tenemos a la izquierda y el oficialismo intentando cuadrarse en una gran lista común, desde la DC hasta el PC, pasando por el PS, el PPD y el Frente Amplio. Frente a ese escenario, no han sido pocos quienes han planteado que la oposición también debería hacer el mismo esfuerzo. La lógica del espejo.

Esa estrategia, huelga decirlo, sólo tiene sentido en la medida en que el oficialismo vaya efectivamente en una lista única. La política electoral funciona con la dinámica de la teoría de juegos: ninguna estrategia puede analizarse de manera aislada. Siempre hay que mirar qué están haciendo los otros jugadores.

Sin embargo, por más que sectores de Chile Vamos han planteado esta posibilidad, desde Republicanos y Libertarios han descartado incansablemente de plano la lista única, argumentando que no sólo sería inviable, sino que además sería una mala estrategia.

¿Lo es?

La respuesta es la de siempre: depende del objetivo.

Si el objetivo es político o programático, hay razones válidas para ir en separados. Primero, más cupos: dos listas permiten llevar más candidatos. Segundo, mayor libertad para los partidos. Y tercero, quizás lo más importante, mayor sintonía entre quienes comparten una visión. Forzar una lista en conjunto, por el contrario, puede generar tensiones innecesarias. Luego, se puede concluir que armar dos listas otorga mayor confort: en dos sofás la gente está más cómoda. Pero las izquierdas le han dado una lección al país sobre cómo enfrentar la incomodidad: puede que no se soporten, puede que desconfíen unos de otros, pero ahí uno ve al PC y a la DC en el mismo sofá.

Ahora bien, si el objetivo es electoral -es decir, maximizar escaños ante una cantidad dada de votos- entonces la mejor opción es una sola lista. Siempre.

¿Por qué? Porque el sistema D’Hondt premia a los pactos más grandes. Al dividir el bolsón opositor en dos listas, una parte de los votos puede quedar fuera de la “cifra repartidora”, provocando que se pierda un escaño que, con una lista común, sí se habría ganado. Puede parecer una diferencia marginal, pero si eso ocurre en dos o tres distritos, podría implicar pasar de ser mayoría a minoría. En política, a veces tres votos hacen la diferencia. Literalmente.

Los detractores de la lista única suelen citar el ejemplo de la elección de constituyentes, en 2021, cuando Chile Vamos fue en un solo pacto con Republicanos (la lista Vamos por Chile, que tuvo su debut y despedida). Es cierto que, en esa oportunidad, el resultado fue desastroso. Pero cuidado con la falacia: en el primer proceso constituyente, a las derechas no les fue mal “por” haber ido juntos, sino “pese a” haber ido juntos.

Las razones de ese paupérrimo resultado tienen otras explicaciones, y dan para una columna aparte (se vivía un clima de fuerte crispación, aún se sentían las cenizas del estallido social, y la centroderecha, que gobernaba con Piñera, era un gran culpable). Pero lo cierto es que si en esa elección las derechas hubieran ido divididas, probablemente el resultado habría sido incluso peor. Por ejemplo, considerando la votación real de Vamos por Chile en el Distrito 2, por el simple hecho de dividir los votos en dos listas, la constituyente Pollyana Rivera, del mundo social cristiano, habría quedado fuera.

En resumen, hay buenos motivos para ir por separado, y buenos para ir juntos. Todo depende de los objetivos que se busquen. La estrategia es instrumental al objetivo, y no al revés. Armar una buena estrategia exige renunciar a las intuiciones, y abrazar en cambio la rigurosidad y el cálculo. Por ello, para hablar de temas electorales se requiere más data, menos guata. (El Líbero)

Roberto Munita