Las tres cuentas de Bachelet que estamos pagando hoy

Las tres cuentas de Bachelet que estamos pagando hoy

Compartir

El primer mandato de Michelle Bachelet estuvo marcado por el Transantiago. Una palabra que quedó para siempre como el emblema de una mala reforma. La discusión de si fueron problemas de diseño o de implementación se apoderó de la agenda. “Diseño” decían unos, “implementación” decían otros. Tangananica o Tangananá.

Pero la vida en política da muchas vueltas, y una buena gestión de la crisis subprime y el péndulo latinoamericano le permitieron volver a un segundo mandato. Mucho más empoderada, ahora con los comunistas dentro del gobierno, y con el lucro y los abusos como grandes enemigos.

El envión duró poco. El hijo y la nuera le dieron una estocada al gobierno transformador y debió dar braceadas desesperadas por llegar a la orilla. Pero pese a los problemas de Bachelet II, su gobierno dejó tres legados que terminaron siendo protagonistas de los problemas del Chile de hoy. Tres legados con problemas de diseño y de implementación. Tres legados para olvidar: la reforma tributaria, la reforma política y la reforma educacional.

Y hoy estamos pagando las tres cuentas.

La reforma tributaria: “Esta reforma no va a frenar el crecimiento económico; por el contrario, solo puede haber un crecimiento fuerte y sostenido en una sociedad equitativa que fortalece su capital humano y crea instituciones públicas de calidad”, dijo, entusiasta, en 2014.

Han pasado nueve años y los guarismos son para olvidar. Despejadas las variables estallido y pandemia, el crecimiento potencial de Chile viene cuesta abajo. Obviamente la reforma tributaria no es la única causa, pero contribuyó significativamente a la década perdida. Peor aún, la reforma, que proyectaba un 3% del PIB en recaudación, tuvo de recaudación efectiva cerca del 1,5%. A quienes advirtieron que subirles de esa forma el impuesto a las empresas iba a tener un efecto negativo los tildaron de catastrofistas, que eran los mismos de siempre, que Pedrito y el lobo…

Tal vez era necesario subir impuestos, pero fue una pésima reforma. Y la cuenta la estamos pagando hoy.

La reforma política: “Podemos comenzar ahora una nueva etapa en nuestra historia, la etapa en que políticos y ciudadanos reconstruyamos las confianzas mutuas”, dijo alegremente la Presidenta en 2015.

No solo eso no se cumplió, sino que la reforma al sistema electoral es la causa principal del fraccionamiento político que hoy vive el país. Veintidós partidos políticos con representación (muchas transformadas en verdaderas pymes) hacen imposible llegar a mayorías y darle gobernabilidad al país. Parlamentarios díscolos renuncian a uno para irse a otro: el camisetazo, tan propio latinoamericano.

Tal vez era necesario terminar con el binominal, pero fue una pésima reforma. Y la cuenta la estamos pagando hoy.

La reforma educacional: “No podemos esperar que los problemas sean resueltos solo por el mercado, porque la educación no es un bien de consumo que se pueda administrar como un mero negocio”, dijo la Presidenta en 2017.

A seis años no hay nada que celebrar. La instauración de los SLEP ha sido desastrosa. La carrera docente no ha atraído más talento. Los liceos emblemáticos hoy son un verdadero antro. La captura del Colegio de Profesores se ha incrementado. Se imposibilitó la creación de nuevos colegios subvencionados, por lo que hoy los estudiantes son rehenes del sistema. La gratuidad hoy se come gran parte del presupuesto de la educación superior y muchas universidades que entraron en ella están en severas crisis económicas. Y una universidad en Aysén que nunca debió existir.

Tal vez era necesario hacer una reforma educacional, pero fue una pésima reforma. Y la cuenta la estamos pagando hoy.

¿Son todos los males del Chile actual culpa de la expresidenta Bachelet? Evidente que no. Plantearlo sería una simplificación absoluta de los problemas complejos en los que estamos sumidos. ¿Incrementaron el problema las reformas de Bachelet? Sin lugar a dudas. Y mucho.

Las tres reformas de Bachelet tienen una responsabilidad alta de los problemas que hoy vivimos. Y se transforman, de paso, en el emblema de los peligros de las malas reformas. Porque en las cantinas y en la política, las cuentas se pagan. Y vaya cómo estamos pagando.

De paso, nos recuerda escalofriantemente que Groucho Marx muchas veces le acierta con su famosa frase: “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”. (El Mercurio)

Francisco José Covarrubias