Las siglas complican a organizaciones y partidos políticos: tema de poder

Las siglas complican a organizaciones y partidos políticos: tema de poder

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La semana pasada 268 mil jóvenes llegaron hasta sus locales de rendición para responder las preguntas que les permitirán optar a continuar sus estudios. Fueron los primeros en 17 años en no responder la Prueba de Selección Universitaria (PSU), sino que se enfrentaron a un nuevo sistema de evaluación transitorio que impulsan la Subsecretaría de Educación Superior, el Comité de Acceso Universitario y el Demre de la U. de Chile.

Una nueva era requería un nuevo nombre: los estudiantes rindieron por primera vez la Prueba de Transición. Pero hubo un detalle que generó algo de confusión: la sigla asignada a la prueba. En medios comenzó a denominarse a la medición como PTU, asumiendo que llevaba por apellido el «universitaria», tal como la prueba que la precedió.

Desde el Mineduc aclararon que el nombre es simplemente Prueba de Transición, y que por tanto la sigla correspondiente es PDT. La razón fundamental para esa diferencia es que el sistema permite acceder a estudios superiores también en instituciones no universitarias. Se habla, adicionalmente, de un afán por diferenciarla sonoramente de la PSU.

No ha sido la única sigla en captar la atención en Chile. En enero de 2015, una noticia sorprendió a la comunidad homosexual: la comisión de Constitución del Senado rechazó el nombre Pacto de Unión Civil (PUC) para el proyecto de ley que se discutía en ese momento.

«Parece chiste», dijo en la oportunidad desde Fundación Iguales Luis Larraín. La perplejidad de los activistas venía del origen que se atribuyó al cambio, cuando se resolvió que finalmente se llamaría Acuerdo de Unión Civil (AUC): la permanente participación del rector de la Pontificia Universidad Católica (PUC), Ignacio Sánchez, en el debate parlamentario, donde expuso en reiteradas ocasiones que la denominación de la unión podría confundirse con el nombre de la casa de estudios que encabezaba, valóricamente distante del tópico en discusión.

Según ha trascendido, tampoco le agrada al plantel el nombre del pacto Unidad Constituyente (UC).

En julio del año pasado era Carlos Maldonado, el presidente del Partido Radical (PR), el que encabezaba otra ofensiva por impedir que se consolidara una sigla igual a la de su conglomerado: la del Partido Republicano (PR), que se había inscrito así en el Servel el 10 de junio.

El motivo expresado por la colectividad fue la «inevitable similitud fonética» entre ambas agrupaciones, tan distantes ideológicamente entre sí. Ello podría llevar a una «confusión informal en la sigla, identificación ciudadana y nombre con el Partido Radical», indicaron.

La respuesta del Servel llegó el 27 de agosto, cuando rechazaron la presentación de los radicales aduciendo a que la abreviación se hace de carácter voluntario y, por tanto, no podían requerir a un partido político «requisitos adicionales» a los que establecidos por la ley.

Entre ambas colectividades, dijeron, había una «distintividad relevante e identidad propia, lo que obliga a desechar la oposición referida al nombre del partido».

MEDICIÓN DE PODER

El revuelo no es sorprendente. «Las siglas, al aludir a instituciones o cuestiones institucionales o ampliamente normadas, adquieren un sentido social altamente reconocible por los hablantes según el contexto, independientemente de si se conocen o no los elementos que la constituyen», explica a Emol la lingüista y académica Viviana Ávila.

«Sean siglas como DT, VIH, o acrónimos como ONU, OVNI u OTAN, en el ámbito de lo social, existe una correspondencia de la sigla con un concepto«.

Las polémicas, expone Ávila, «guardan relación con las dinámicas de poder». «Estas se desenvuelven en un ámbito político donde lo que se disputa es un saber, una creencia, una asociación de una sigla con eso que las personas reconocen. Esta pretende desambiguar los sentidos que podrían interpretarse a partir de siglas iguales o parecidas en un ámbito pragmático», agrega.

La lingüista advierte que «cuando ya se instalan ciertas asociaciones con las siglas y se manifiestan en el habla de las personas, es más complicado reinstalar un nuevo uso y dependerá de quién o qué (persona, autoridad o institución) lo proponga, dado que si viene de quien no tiene potestad o prestigio social es una ardua tarea, mientras que, en el caso contrario, no lo sería tanto», cierra. (Emol)

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