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Las razones por las que Hernán Büchi sigue en el directorio de SQM

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“No entiendo por qué Hernán Büchi se presta para esto”, comenta un ejecutivo de banco de inversión que dice admirarlo, pero que no puede ocultar su decepción cuando lo ve en el directorio de SQM. Como él hay muchos otros que señalan que la actitud del ex ministro de Hacienda del régimen de Pinochet y uno de los más reputados directores de empresa de Chile, no les cuadra.

“Es por lealtad”, apunta un historiador que ha seguido la trayectoria de este grupo humano que creció y se empoderó en los 70 y 80. “Es por afecto”, se atreve a aventurar un director que le ha acompañado varios años, pero no por ello se siente cercano a él. “Está protegiendo un principio jurídico”, acota un economista.

En otros tiempos álgidos de SQM, Büchi también ha tomado roles relevantes. Cuando Potash Corporation (PCS) intentó, a inicios de 2001, hacerse del control de la compañía, Büchi –que había ingresado a esa mesa en 1993– asumió la vicepresidencia del directorio entre enero de 2000 y abril de 2002, cuidándole así los flancos a Ponce.

“Ese es un amigo”, ha dicho Julio Ponce, el controlador de SQM, quien ha llevado a la compañía minera a ser mirada como una caja pagadora de actividades políticas y no como una productora mundial de yodo, litio y potasio. De hecho, ambos partieron a Estados Unidos a tratar de arreglar, antes de la junta de accionistas, el desaguisado que allá tenían. Ahora que Ponce renunció a continuar en el directorio, Büchi es el llamado a tomar la posta de mando, independientemente de si asume o no la presidencia.

“No es la primera vez que le he visto comprarse dolores de cabeza ajenos”, dice un director que lo ha acompañado por más de 20 años.

Por ejemplo, cuando la justicia peruana tuvo procesados a los directivos de Lucchetti, Andrónico Luksic, Gonzalo Menéndez y Fernando Pacheco, por tráfico de influencias, a raíz del pago que habrían hecho al ex asesor presidencial Vladimiro Montesinos para instalar una fábrica de pastas en Lima, Hernán Büchi fue a declarar en su calidad de director de esa empresa en 2002.

Seis años después, su amigo Jaime Paredes, el dueño de Metalpar, confidenciaría a El Mercurio que había ido con “Hernán Büchi, que es director de la empresa y con Juan Andrés Fontaine” a Washington, donde declararon durante una semana ante el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (Ciadi), por un conflicto con el Gobierno argentino, que finalmente perdieron.

Ciertamente, este ingeniero en minas ya no es el funcionario chascón que se movía en micro allá por los años 80, que vivía en una casa sencilla cerca del anfiteatro Lo Castillo, y que se sentía torpe para la actividad lucrativa. Han pasado 25 años desde que Büchi se privatizó y, si bien él puede vivir en un departamento de lujo en el Mirador Santa Anita, tener dos aviones pequeños y compartir un Lear Jet con otros tres socios, tampoco puede ser considerado un empresario ni en la forma ni en el fondo.

BÜCHI EL PRINCIPISTA

Ponce ha señalado que este es su momento más duro. Al cuestionamiento y multa por las operaciones triangulares que realizó en las sociedades Cascada en detrimento de los minoritarios, se le suma ahora la investigación que inició la Unidad de Delitos de Alta Complejidad en la Fiscalía Oriente.

El hecho de que se implicara a la empresa en financiamiento ilegal de la política le trajo de inmediato el cuestionamiento por parte de uno de sus accionistas, PCS, que por ser una empresa pública y canadiense tiene estrictas normas legales anticorrupción. A las que se agregan las reglas que rigen para temas similares en EE.UU.

Por lo tanto, diversos estudios de abogados en el exterior analizan la posibilidad de acciones legales en contra de SQM.

Como dique de contención, se puso a Patricio Contesse, quien renunció a la gerencia general de SQM y cargó con toda la responsabilidad de haber distribuido, en principio, cerca de US$ 11 millones entre 2009 y 2014 que, se supone, financiaron a políticos o lobbistas. Julio Ponce y el resto de los ejecutivos que han ido a declarar ante  los fiscales Sabas Chahuán, Carlos Gajardo, Pablo Norambuena y Emiliano Arias, lo sindican a él como “ventanilla única”.

Sin embargo, ello no fue suficiente y los directores elegidos por PCS renunciaron a mediados de marzo –José María Eyzaguirre, Wayne Brownlee y Alejandro Montero–, porque no estuvieron de acuerdo con la forma en que el directorio enfrentaba la investigación de la Fiscalía.

Parte del directorio quería entregar toda la información al fiscal Gajardo, en tanto que la otra quería sólo dársela al SII cuando la pidiera. Esto sucedía en medio del caso Penta con sus dos controladores, Carlos Eugenio Lavín y Carlos Alberto Délano, presos.

Uno de los más reacios a colaborar con Gajardo fue Büchi, quien –a juicio de algunos– defendió un principio jurídico no transable para él: las fiscalizaciones tributarias sólo las puede llevar a cabo el Servicio de Impuestos Internos. En el acta de directorio de SQM –publicada por La Segunda– el economista señala: “La única causa invocada por el Ministerio Público se refiere a supuestos delitos tributarios… en dichas materias sólo puede accionar el SII y que el Ministerio Público no tiene tal atribución”.

“Puede que tenga razón desde la perspectiva jurídica, pero hay un principio ético que está antes que nada. En este caso más parece que está protegiendo al controlador de la compañía y no el beneficio de todos los accionistas”, reflexiona una fuente de un banco de inversión.

Sean cuales sean sus razones, fuentes del directorio de SQM dicen que Büchi suele votar a favor de la postura de Ponce.

Punto aparte en este tema es la reacción tardía de todo el directorio. José Antonio Guzmán –el ex presidente de Habitat– cuestionó en su intervención en el Club Monetario que directores profesionales dejaran cerca de US$ 11 millones a discreción del gerente general, sin que tuvieran idea alguna. “Eso no lo he visto nunca en ningún directorio –ratifica otra fuente–, menos cuando se trata de pagos ajenos al giro de la empresa. Aquí todos los directores actuaron como empleados. Unos porque no han cuestionado nunca. Otros, porque sólo se retiraron cuando se los requirió PCS, no porque la empresa estuviera mal manejada éticamente”.

EMERGENCIA EN VUELO

Büchi es piloto de avión y de helicóptero. En una época practicó también parapente. En su libro La transformación económica de Chile, que publicó en 1993, alude a su experiencia como tripulante para referirse al mercado laboral. Obviamente la crisis de SQM no tiene nada que ver con la reforma laboral de los 80, pero esa manera de conducir los momentos críticos se puede extrapolar.

“Los aviones pueden sostenerse en el aire por el hecho de alcanzar una cierta velocidad. Si la pierden, dejan de ser un avión y adquieren la misma levedad que tendría en el aire un saco de papas o un piano. Esta es una de las primeras lecciones que aprenden los principiantes en los cursos de vuelos”, escribió el economista.

Büchi no se queda en el diagnóstico, sino que da la fórmula de salida: “El instinto natural de las personas en estas circunstancias es tratar de llevar el avión hacia arriba y fuerzan todos los medios para lograr empinarse”, dice.

Y acto seguido agrega: “Tal reacción, desgraciadamente, es pésima. Porque el avión está cayendo en forma sostenida, lo que en rigor hay que hacer no es tratar de levantarlo sino, por el contrario, hacerlo caer más fuerte todavía, de suerte que en esa caída tome velocidad y pueda remontar en seguida a la altura deseada”.

Sin embargo, también advierte sobre la posibilidad del fracaso. “De más está decir que eso supone tener algún margen de acción. Si no lo hay (…), tal vez lo más indicado sea rezar un poco, mientras se busca un lugar para el aterrizaje forzoso, puesto que en esos momentos, más que en el piloto, la salvación está en Dios”.

Un consejo curioso viniendo de Büchi, que responde más a una tradición laica, pues se educó en el Instituto Nacional y en la Universidad de Chile. ¿En qué fase de la emergencia está SQM? Tras la no presentación de Julio Ponce a un nuevo período como director en la compañía, se puede concluir que el margen de maniobra se acabó y se pusieron a rezar. Una prueba de si este nuevo “sacrificio” –el primero fue la salida de Contesse– será suficiente para contener el enojo de los accionistas en la junta que se verificará este viernes, cuando se renueve el directorio, o si se pedirán más cabezas.

EL DIRECTOR PROFESIONAL

Büchi obtuvo ingresos en 2014 por su participación en las mesas de “Quiñenco, SAAM, SQM y Falabella por un total de $723 millones repartidos casi de manera equitativa entre las cuatro compañías”, calculaba Pulso. Eso sin tomar en cuenta las compañías que no forman parte del IPSA, como Consorcio, Tech Pack, y Pilmaiquén, entre otros. Además de asesorías a directorios, como figura en el Banco de Chile.

Tiene un conocimiento profundo del funcionamiento de la economía. No sólo porque cubre una diversidad de directorios que van desde el área financiera hasta la de consumo, pasando por la minería, sino también porque sus 15 años en el sector público, bajo el Gobierno de Pinochet, le permitieron hacerse cargo de temas complejos y tan diferentes como: minería, salud, laboral, planificación, banca, previsional, impuestos y hacienda pública, entre otros. “Puede estar hablando de China y, sin decir agua va, aterriza a una pregunta súper concreta del tema administrativo de la empresa. Eso a uno lo descoloca y sorprende”, grafican.

Una fuente que ha compartido directorio con él dice que “no arremete con su inteligencia ni hace ostentación de su poder. Se le valora porque tiene un muy buen razonamiento, da las mejores alternativas dentro de su estructura de pensamiento que se basa en la libertad de las personas para elegir”. De análisis frío va al fondo de las cosas, muestra opciones claras y da antecedentes sobre lo que sucede en otros países.

Su estilo es “quitado de bulla”. Llega justo a tiempo a las reuniones y se va apenas éstas terminan, “salvo que le pidan alguna cosa en especial. Usualmente se le acerca gente a consultarle sobre temas, pero él no es de acercarse a los demás”. Tampoco es de contar cosas personales, su rol es estrictamente profesional.

En el último tiempo esta fuente no le ha notado un cambio de ánimo respecto a SQM. “Hay quizás algo de admiración hacia Julio Ponce”, aventura. Mal que mal, en su estructura de pensamiento pesa que esa compañía que perdía US$20 millones ahora compita con los grandes del Hemisferio Norte.

BÜCHI, EL PRINCIPIANTE

Pero nada de lo que Büchi es hoy, sería posible si no hubiera ingresado en 1975 a trabajar al equipo económico de Sergio de Castro. Para él, De Castro y Miguel Kast son los dos ejes principales del modelo económico actual.

Había regresado de Estados Unidos, cuando se topó con un amigo en el paradero de micros, quien le comentó que en el Gobierno andaban buscando gente preparada. “Mi formación era de un ingeniero civil especializado en minas. Mis créditos como economista se limitaban a haber sido alumno de Jorge Cauas en el ramo de economía y haber hecho un postgrado en la Universidad de Columbia”, relata. Pero halló algo en los Chicago Boys que lo cautivó: “Encontré respeto, acogida, lealtad al trabajo en equipo y una genuina voluntad de servicio y apertura”.

La historiadora Patricia Arancibia rescata, en la biografía sobre Sergio de Castro, una versión similar, pero contada por el ex ministro de Economía cuando se refiere al reclutamiento de estos jóvenes egresados: “Un día se me acerca Juan Hurtado –el actual controlador de Consorcio– y me dice: ‘Fíjate que llegó un amigo mío con un postgrado en Columbia que es muy bueno y puede servirnos… Me reuní con él y lo encontré muy inteligente y peculiar”. Al poco tiempo, se realiza un almuerzo en una compañía de bomberos en Huérfanos, “pero al asiento de Hernán, en vez de llegar la carne, el vino, lo típico… trajeron quesillo, leche y una manzana… Es decir, desde un comienzo Hernán fue atípico, pero antes de los tres meses ya se había perfilado como el jefe de toda la patrulla”, encargada en ese entonces de hacer que las empresas dejaran de ser deficitarias.

Estuvo metido en la reforma laboral y previsional, en el Código de Minas, fue subsecretario de Salud, puesto desde el cual saltó al Ministerio de Planificación (Odeplan), y luego a la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras (Sbif). Se hallaba lo suficientemente lejos y cerca de Teatinos 120 en febrero de 1985 como para que Augusto Pinochet lo nombrara ministro de Hacienda, en un momento en que se había perdido el rumbo del modelo dejado por Sergio de Castro, pues reemplazó a Luis Escobar Cerda, formado en otro pensamiento económico.

Lo que lo movió a quedarse 15 años en el aparato público fue algo que resulta difícil de dimensionar, pero que él expresa bien: “La posibilidad de traducir las abstracciones científicas a hechos concretos de gran incidencia en la vida de las personas o de la sociedad… Fue lo que realmente me fascinó y lo que me mantuvo más allá de lo que nunca hubiera podido imaginarme”.

Büchi continuó con las reformas estructurales con terremoto de por medio, alto desempleo y deuda externa equivalente al 114% del producto, y está claro que. dentro de ellas, una de las más críticas fueron las privatizaciones. “Posiblemente el tema más crítico de mi gestión desde la perspectiva política fue la recomposición y fortalecimiento del sector privado”. Ahonda en el punto diciendo: “El propósito no era vender, sino crear y recrear un sector privado sólido”.

Pasado el vendaval, la opinión pública se quedó con la sensación de que había sido una repartija. Dos comisiones investigadoras en la Cámara de Diputados –una a inicios de los 90 y otra en 2005– concluyeron que el proceso de privatización ejecutado entre 1985 y 1987 significó la venta de 32 empresas pertenecientes a Corfo, con una pérdida de US$ 2.209 millones y que se había dado el poder económico a la derecha que respaldaba al régimen militar.

Büchi no elude el tema y señala que nada más alejado a esa intención: “No tuvo nada que ver con eso. Con el tiempo la gente pensó que las acciones de capitalismo popular habían sido regaladas, porque efectivamente las acciones tuvieron excelentes retornos porque las empresas y los bancos salieron adelante”. Otros personeros de la época, como Carlos Cáceres, afirman lo mismo.

BÜCHI Y PONCE

Es justamente en ese proceso privatizador que aparecen las señales que unen a Büchi con Julio Ponce y Patricio Contesse, ambos ingenieros forestales.

Ponce Lerou habría conocido a Büchi a fines de los 70 cuando se lo recomendaron para el directorio de Inforsa, empresa forestal que estaba bajo el alero de la Conaf, que en ese entonces manejaba el yerno de Pinochet.

Luego ambos se volvieron a topar en el directorio de Endesa. Büchi llegó a ocupar la presidencia en 1982, período en el cual se la alistó para su privatización, siendo secundado en la vicepresidencia por Julio Ponce.

Tal período fue complejo para el yerno de Pinochet. Tras estar casi dos años en la gerencia de Empresas Corfo, fue promovido en abril de 1983 a la gerencia general de Corfo, cargo que ocupó apenas tres meses. Tuvo que renunciar tras denuncias de una excesiva ambición. Por su cargo en Corfo asumió la dirección de Soquimich, la que dejó también cuando se marginó de la Corporación. Volvió en 1987 como director electo por American Express, que se había convertido en accionista de la firma, ya privatizada en parte. “Tenían alrededor de un 10% de la sociedad”, recordó. A principios de 1988, el mismo año en que terminó su privatización, Ponce fue electo presidente del directorio, agregó en su declaración a los fiscales, según publicó La Tercera.

Contesse, por su parte, también había pasado por Soquimich y se transformó en una pieza clave en materia de ingresos fiscales para el ya entonces ministro de Hacienda, Hernán Büchi, cuando encabezó Codelco entre 1989 y 1990.

Con el retorno de la democracia, Contesse volvió a la entonces Soqumich y, en abril de 1993, Büchi aterrizó en el directorio de la empresa.

BÜCHI PRIVATIZADO

“Nuestra extracción era más bien academicista y, en general, compartíamos cierta torpeza para la actividad lucrativa”, señala Büchi en su libro. Hay cierta inseguridad en las palabras de este economista que afirma que en sus años en el sector público, haciendo y deshaciendo, nunca se sintió seguro en su cargo y, si eso le sucedía allí, la incertidumbre debe haber sido grande cuando pasó al sector privado.

Hubo varios que le tendieron la mano. El mundo empresarial le quedó profundamente agradecido. Uno de ellos fue Alberto Kassis, dueño de CIAL S. A., firma con la que controla las marcas Cecinas Winter, San Jorge, La Preferida, entre otras, quien invitó a Carlos Cáceres y a Hernán Büchi a formar parte del directorio familiar. El otro fue Guillermo Luksic –quien falleció en 2013–, que lo llevó a la mesa de Quiñenco y desde ese entonces ha continuado en distintas empresas del grupo, ya sea como director o asesor del directorio.

La campaña presidencial que lo forzó a enfrentarse a Patricio Aylwin le demostró que él no es hombre de focos ni de multitudes. Menos de partidos políticos. Su acercamiento a la opinión pública fue a través de la fundación del Instituto Libertad y Desarrollo en 1990, donde mantiene sus oficinas. Después ingresó como accionista a la Universidad del Desarrollo (1999), que es una de las escuelas más liberales en materia económica y donde es presidente de su junta directiva. Ahora último entró en el negocio de la prensa digital, a través de El Líbero.

“Büchi y De Castro no son empresarios. No representan a la derecha empresarial, sino a la derecha de las ideas”, dice una fuente. Sin embargo, no es un filósofo ni mucho menos. “Es un hombre de ideas prácticas, de detalles, es un ingeniero”, puntualiza un académico.

Y si representa a la derecha de las ideas, ¿por qué está metido en este embrollo de SQM? La respuesta para un historiador tiene que ver con el “valor de la lealtad, es estar 100% con la otra persona, aunque no esté totalmente de acuerdo con todo lo que se ha hecho”. El código fundamental de la lealtad es el “estar en las buenas y en las malas”, agrega esta fuente.

“Yo me he hecho esa misma pregunta: ¿qué necesidad tiene de estar en este medio lío? –se pregunta un profesional que lo ha visto en diversos directorios–. Y la única respuesta que se me ocurre es que es un hombre muy leal y que no te abandona en las malas. Se queda porque se siente amigo de Ponce”. Pero una fuente del mundo de la academia también matiza esta apreciación al decir que Büchi tiene un límite: “Cuando sienta que su presencia en el directorio le quita valor a la compañía, no continuará”.

Quizás la forma en que Büchi explica su candidatura presidencial a contrapelo, ayuda también a interpretar su permanencia en el directorio más desprestigiado de Chile: “Uno no elige sus circunstancias”. (El Mostrador)

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