Las brasas del estallido

Las brasas del estallido

Compartir

En la antesala del estallido social de octubre de 2019, realizamos un estudio centrado en la clase media. Ese segmento amplio de personas que en nuestro país se cohesiona en torno a lo que no les toca: no gozan de los privilegios económicos de las clases altas y, por no ser pobres, no reciben beneficios económicos del Estado.

  • El estudio intentaba responder la pregunta ¿en qué está la clase media? Para ello se adentraba en diversas subjetividades y percepciones de esta capa social.
  • En corto, en la previa del estallido, la clase media “estaba chata”, agobiada por su vulnerabilidad ante cualquier evento impredecible, como una enfermedad en el núcleo familiar, el desempleo, o la ineludible jubilación. Harta de una inestabilidad que se había tornado endémica, de un endeudamiento crónico ya sin crédito y, literalmente, “hasta el gorro” de la cantinela de la movilidad social que, a esas alturas, y por más empeño que se pusiera, se sentía como una arenga política más.
  • El mercado no daba lo que había prometido como tiempos mejores y los derechos sociales seguían escasos o derechamente ausentes. Un agobio condimentado con impotencia al percibir que, mientras ellos se hundían y sus sueños languidecían, en la vereda oriente la misma élite que quedó en la mira tras el estallido seguía impávida, aislada en el oasis de privilegios en el que habita. Percepciones dirán ustedes., injustos prejuicios, lo que quieran, pero esas eran mayoritariamente las subjetividades en curso entre los grupos medios.

Resultados de la encuesta. En una parte de la encuesta incluida en el estudio, ese septiembre de 2019 preguntamos: “¿cuáles dirías que son las 3 principales frustraciones que tiene la clase media en el día de hoy?”. Las tres principales respuestas espontáneas fueron: endeudamiento y costo de la vida (55%); falta de oportunidades (38%) y bajos sueldos (22%).

  • Definitivamente, la políticamente manoseada clase media estaba con las deudas hasta el cuello y con un costo de vida que la tenía totalmente arrinconada para seguir creyéndose como antaño autovalente y motor del país. Ensimismada en sus problemas, vastos segmentos medios encontraron en el estallido de octubre y su relato de desigualdad una razón colectiva para impugnar, por indolentes, a las elites políticas y empresariales, responsabilizándolas de su agobio material y simbólico.

Nada ha cambiado para la clase media. Dos años han transcurrido desde un estallido que se fue apagando ante la promesa de una nueva Constitución y que luego quedó suspendido en el tiempo por la pandemia. Ha corrido mucha agua bajo ese puente, pero el agobio de base que posibilitó la masificación de la protesta sigue absolutamente presente.

  • En los hechos, aún nada ha cambiado para esa clase media que sigue viviendo al límite en sus ingresos, enchufada a respiradores artificiales con nombre de IFE o ILE y aumentando la deuda futura bajo la forma de retiros previsionales y cuentas de servicios básicos postergadas, sin haber conquistado hasta ahora derecho social alguno.
  • Las brasas del estallido social siguen ahí, atizadas los últimos días por una inflación galopante y la revitalización de las noticias sobre la transacción del proyecto Dominga entre la familia del presidente y su amigo Carlos Délano.
  • El pasto está seco y las brasas del estallido difícilmente se apagarán por el simple término de este gobierno. Seguirán ahí esperando los resultados de un proceso constituyente que, con sus luces y sombras, ha logrado encauzar institucionalmente la demanda y empezar a procesarla. Con todo, ya tenemos evidencia de que la paciencia ciudadana no será infinita con una Convención que, hasta ahora, ha esbozado algo de la arquitectura para un nuevo ciclo, pero no ha puesto concreto alguno como cortafuegos para las brasas del estallido. (Ex Ante)

Cristián Valdiveso

Dejar una respuesta