La “¿violencia?” de Merbilháa

La “¿violencia?” de Merbilháa

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En nuestro país, y a diferencia de lo que ven quienes han decidido permanecer ciegos, la batalla cultural avanza y el programa de gobierno es un éxito. Como ya hemos planteado en columnas anteriores, Chile se acerca cada día más a ser la tumba del neoliberalismo, sueño confesado por el Presidente Boric y transformado en lema de campaña por la izquierda antidemocrática que nos gobierna.

En las últimas semanas los avances llevan por título: la ley corta de isapres, el asesinato de una testigo que denunció al Tren de Aragua, la legalización de miles de inmigrantes, el avance de un pacto fiscal, la ley integral contra la violencia hacia las mujeres, la negativa de la casta política -medios, empresarios, jueces, fiscales, periodistas y parlamentarios- a presionar por la identificación de las osamentas del Servicio Médico Legal, la renuncia del general director de Carabineros, Ricardo Yáñez, la persecución judicial de miembros de las FF.AA. y de Orden, los más de US$3 millones que se destinan anualmente a 418 personas que participaron en el golpe de Estado del 18-O, las decenas de miles de niños que siguen fuera de las aulas y el silenciamiento del caso Hermosilla, por mencionar algunos hitos relevantes. Es obvio que el proyecto apodado como el “mamarracho” sigue su curso poniendo velocidad a toda máquina a la retroexcavadora que está horadando, en dos niveles, nuestras instituciones, estableciendo la plurinacionalidad de facto, beneficiando al crimen organizado, castigando a quienes trabajan por la paz y el orden y esquilmando a una clase media exhausta. Sólo faltan la ley mordaza de la ministra Vallejo y la famosa reforma política para dar la estocada final al modelo que transformó a Chile en la joya de Latinoamérica.

Planteé que la retroexcavadora funciona en dos niveles, uno, el político que ya revisamos es “top down” es decir desde las élites hacia la población. El otro, es “bottom up”, desde la población hacia las élites. Es en este último donde la vanguardia gramsciana viene trabajando hace tantos años, que mi hermano Axel pudo prever en su libro El Chile que viene, ¡el año 2007! parte importante de nuestra crisis.

Todo comenzó en las universidades con la aparición de pequeños grupos violentos ante los cuales los demás alumnos guardaban silencio o terminaban plegándose para no quedar aislados. Por su parte, las autoridades adoptaron la política de no entrar en conflicto, mirar hacia otro lado y crear todo tipo de instancias persecutorias exigidas por los adalides de la cultura de la cancelación. Así fue cómo las nuevas generaciones perdieron su derecho a la libertad de expresión, ya que sólo quedó espacio para quienes adherían al discurso políticamente correcto, mientras a los profesores se les obligó a hablar en neolengua y las aulas se transformaron rápidamente en lugares de adoctrinamiento. En un plazo muy breve el fenómeno se expandió a centros de pensamiento y medios de comunicación en los que, bajo la excusa de la inclusión, se terminó promocionando la ideología progresista de la nueva izquierda. De ahora en adelante, la verdad biológica quedaría proscrita por ser ofensiva, la tradición sería desechada por ser patriarcal y se desacralizaría el último bastión de nuestra cultura cristiana: la infancia.

Estamos inmersos en una batalla cultural de dimensiones apocalípticas, impulsada por la Agenda 2030 a la que suscriben todos los políticos como si tuvieran un mismo jefe, pero se estuviesen peleando entre ellos el puesto del elegido para implementarla. ¿Cuál es el blanco? El cristianismo debe ser proscrito. Si usted cree que exagero lo invito a analizar en profundidad lo ocurrido a Magdalena Merbilháa, destacada historiadora, mujer referente de la derecha, censurada y funada por “violenta” debido a una charla que dio a niñas en un colegio privado.

El problema de Magdalena es que representa un punto de vista silenciado por una sociedad que ha asumido el nuevo contrato social de la agenda progresista, fundado en tres mentiras: I.- Vivimos en un orden patriarcal y, en consecuencia, la mujer es víctima de los hombres; II.- Podemos nacer en un cuerpo equivocado y III.- los seres humanos somos una plaga que está destruyendo al planeta. De estas tres mentiras se siguen el cambio del principio de la igualdad ante la ley por igualdad sustantiva y justicia interseccional, la necesidad de la ideología de género, so pretexto de la inclusión (cuando no es otra cosa que la destrucción de la infancia a partir de la hipersexualización) y, naturalmente, si somos la plaga responsable de la destrucción del planeta, es imperativo adoctrinar a las nuevas generaciones con la idea de que el aborto es un derecho a la “salud”. Todo lo que se diga en contra de estos pilares con los que las élites globalistas se han propuesto refundar a Occidente, cambiando nuestro paradigma desde el antropocentrismo al ecocentrismo es catalogado de “violento”.

La agenda progresista sensibiliza a las nuevas generaciones con un concepto de empoderamiento estrechamente vinculado a la destrucción de los valores cristianos. Estamos en el marco de la cultura de la muerte denunciada por San Juan Pablo II. El pecado de Merbilháa fue defender los valores que compartimos en Occidente frente al ataque de la agenda progresista. La “violencia” de la historiadora consiste en haber promovido la vida, la belleza de ser madre y un concepto de felicidad que no excluye a la maternidad, aunque tampoco la ubica como causa necesaria y suficiente. Merbilháa no dio una charla adoctrinando, sino aportando a las estudiantes una mirada que hace cinco años nadie hubiese puesto en cuestión, pero, en estos tiempos se considera “violenta”.

¿Usted entiende hacia dónde vamos? Es la persecución de todo aquel que encarne y defienda valores cristianos cuyas raíces son la familia, el carácter sagrado de la infancia, la igualdad ante Dios y, por tanto, ante la ley, fundamento de la democracia constitucional y de los mercados libres que premian el mérito y distribuyen según los hábitos o preferencias sexuales de los agentes. ¿Qué hacer?

Seguir el ejemplo de los estudiantes de la Universidad Metropolitana de Santiago que no estuvieron dispuestos a quedarse fuera de las aulas porque un pequeño grupo de agitadores violentos decidió tomársela. Debemos actuar con decisión y defender a quienes, como Merbilháa, se atreven a dar la batalla cultural por las nuevas generaciones.

Es imperativo que, en este caso particular, los padres y autoridades del colegio St Margaret’s School se atrevan a subir la excelente charla a las redes y a asumir los costos, siendo ejemplo encarnado del principio que ellos mismos promueven en su página web: “Haz lo correcto y no temas”.  (El Líbero)

Vanessa Kaiser