La trampa de la Constitución habilitante

La trampa de la Constitución habilitante

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El proceso constituyente se inició bajo la premisa de elaborar una Constitución que pudiera regir por décadas. Sin embargo, ese objetivo ya fue abandonado por la izquierda. Sus fracasos electorales la han llevado a reemplazar esa Constitución destinada a durar por mucho tiempo, por una meramente “habilitante”. Bajo ese elegante y académico concepto, pretenden defender un texto que les permita (habilite) la posibilidad de hacer todos los cambios refundacionales cuando sea otra la correlación de fuerzas políticas. Porque como lo han dicho reiteradamente, no han renunciado ni un ápice a sus convicciones.

La trampa de la Constitución “habilitante” es evidente. Cuando la izquierda es mayoría, se acaba el juego. Pero cuando es minoría, necesita que todo siga abierto hasta que pueda ser mayoría. La Constitución de la Convención, que defendió el Gobierno entero, permitía que quien ganara la primera elección se llevara la pelota para su casa. No establecía control al poder político, ni órganos realmente autónomos, ni aseguraba libertades fundamentales ni la igualdad ante la ley. Tampoco se podía reformar sin el consentimiento de los pueblos indígenas.

La izquierda luchó por aprobar no una Constitución “habilitante”, sino una que permaneciera para siempre, garantizando que lo consagrado fuera perpetuo. Porque cuando ellos logran plasmar en un texto jurídico su visión, el debate queda “zanjado”. Cualquier intento por reformar democráticamente una ley que han aprobado les parece ilegítimo porque, a su juicio, implica “reabrir debates que se han superado”. Es decir, cuando son mayoría, legislan o ejercen el poder constituyente de una vez y para siempre, pero cuando son minoría, aspiran a dejar todo abierto para cuando puedan “zanjar” el tema a su antojo.

Hoy el oficialismo apela a una Constitución que le dé la oportunidad, lo antes posible, de poder diseñar el país que ellos quieren. Uno como el de la Convención, que no pudieron aprobar, porque el pueblo fue “más lento” que ellos. Por tanto, lo de Constitución “habilitante” no tiene que ver con una postura doctrinaria, sino más bien táctica. Dicho en simple, quieren ganar tiempo.

Y es por esa razón que ese sector se juega por dejar, sin tocar, el texto de la Comisión Experta. Básicamente porque el resultado de la elección de consejeros les fue adverso. De lo contrario, lo de “habilitante” no estaría de moda.

A confesión de parte, basta recordar las palabras del representante en esa instancia del Partido Comunista, Alexis Cortés, a la radio Universidad de Chile en abril de este año: “Nosotros somos meros facilitadores de ese proceso, no tenemos mandato popular y la composición de la Comisión Experta refleja las fuerzas del Congreso Nacional, donde en la práctica lo que se produce es un empate entre dos grandes sensibilidades políticas. En ese contexto, es muy difícil poder avanzar en redacciones que no sean mínimas, que no sean normas abiertas… La única manera de romper ese empate es con el resultado de la elección de consejeros constituyentes, eso va a darle otro tono a la discusión”. Y agrega: “Yo creo que hay que pensar este nuevo proceso constitucional, tal vez no como uno que nos lleve a que nuestras expectativas de cambio se plasmen estrictamente en la redacción, pero lo que sí hay que buscar es que esas expectativas sean posibles con la nueva redacción, o sea, buscar una redacción más abierta y una Constitución que sea habilitante de los cambios, más que la expresión misma de los cambios”.

Eso querían mientras redactaban el borrador en la Comisión Experta, a la espera de la elección del Consejo Constitucional. Pero como ahí les fue mal, mejor quedarse con “lo habilitante”, para operar después cuando y donde tengan mayor fuerza.

Las constituciones deben ser neutras respecto de un proyecto político, pero no en relación con los derechos fundamentales porque dejarían de cumplir su razón de ser. Ellas existen para limitar el poder del Estado en resguardo de la libertad de las personas. No pueden ser un programa de gobierno ni reemplazar los ciclos políticos democráticos, pero tampoco pueden entenderse como una mera “noticia en desarrollo”, un proyecto “inacabado”, una Constitución desechable o “de un solo uso”, que en el corto plazo, si la izquierda refundacional vuelve a tener mayoría, le permita, vía ley o reforma constitucional de bajo quorum, arrebatar a la gente sus libertades esenciales, destruir el Estado de derecho y acabar con la democracia liberal. (El Mercurio)

Marcela Cubillos