La Torre de Babel

La Torre de Babel

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Por estos días me encuentro en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, participando de un encuentro de escritores convocado por PEN Internacional y la Unesco. PEN (acrónimo de “Poetas, ensayistas, novelistas”) es la más antigua y prestigiosa asociación mundial de escritores. Fundada en Londres en 1921, en casi un siglo de existencia ha reunido a autores de la talla de Federico García Lorca, Arthur Koestler, H.G. Wells, Arthur Miller y Salman Rushdie entre otros. También a créditos locales como Pablo Neruda e Isabel Allende, dos buques insignias de las letras nacionales.

Sí, PEN nació como un club selecto y exclusivo. Lo prueba su larga historia, el prestigio de sus miembros y también sus célebres polémicas, como las duras críticas del poeta norteamericano y miembro PEN Allen Ginsberg al gobierno de Reagan en los ochenta o la reciente renuncia de Mario Vargas Llosa a su membresía tras apoyar PEN a escritores catalanes encarcelados por sus ideas independentistas. El Nobel peruano, un tesoro humano vivo de la lengua castellana, optó en la encrucijada por alinearse con el Estado español.

El actuar de PEN no crean fue casual; la defensa de escritores y periodistas en situaciones de riesgo es una de las preocupaciones centrales de la institución. Lo es hoy en día en Rusia, Turquía, España, México y también, por cierto, en la convulsionada Venezuela de Nicolás Maduro; gran parte de sus asociados se encuentran en el exilio debido a las restricciones del régimen. Es una de las máximas de PEN; sin libertad de expresión no puede haber una literatura significativa. Y sin literatura tampoco puede haber libertad de expresión significativa en el mundo.

Pero aquel compromiso no se detiene allí. Así lo prueba nuestro encuentro en el suroeste de México, dedicado a escrituras de pueblos originarios y al desafío de nuestras lenguas en el siglo XXI. Reúne a especialistas de todo el mundo para debatir sobre libertad de expresión, derechos humanos y lenguas minorizadas. Y ha contado con la participación activa de la presidenta de PEN Internacional, la escritora estadounidense Jennifer Clement; y su director ejecutivo el escritor catalán Carles Torner. Ella, fiel a su mandato, no dudó en lamentar a su llegada a México los ataques a los periodistas por parte del mandatario Manuel Lopez Obrador. Es el estilo PEN. Directo y sin ambigüedades.

En Chiapas hemos confluido escritores portadores de lenguas que son patrimonio de nuestros pueblos y de toda la Humanidad: vascos, tibetanos, quebequenses, catalanes, kichuas, sami, gallegos, mapuche y también chiapanecos, los hospitalarios y entusiastas dueños de casa. Una verdadera Torre de Babel en la ciudad que fue epicentro del levantamiento indígena del año 1994. Hablo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, aquella loca guerrilla de poetas cuyo lema bien pudo ser otra de las máximas de la institución que nos convocó en estas tierras: “construir un mundo donde quepan muchos mundos”.

 ¿Cómo revitalizar las lenguas originarias en el siglo XXI?

Es la interrogante que cruza el encuentro y que desde nuestras particulares experiencias hemos intentado, colectivamente, tratar de dilucidar. Los vascos, nos cuentan, lograron la oficialización del euskera tras una larga lucha política y cultural donde la “lealtad lingüística”, esto es, el compromiso de cada ciudadano vasco con su propia lengua, fue un factor determinante. Qué decir de los catalanes. Allí, a orillas del Mediterráneo, es la lengua su principal seña de identidad nacional nos cuentan los delegados. Y también un permanente dolor de cabeza para España y el españolismo, reconocen.

Sabemos que ambos casos distan años luz de la realidad de los pueblos originarios de Centro y Sudamérica. No existen recetas exportables pero los avances en materia lingüística de minorías nacionales europeas bien pueden mostrar un camino. En Chiapas, nos cuentan sus escritores, son doce las lenguas que luchan por sobrevivir frente al racismo y el olvido. En el país que se ufana de ser símbolo mundial de multiculturalidad y mestizaje, las deudas pendientes son demasiadas acusan autores mayas, tzotziles y tzeltales. Ya lo eran cuando estalló el “Ya Basta” de los zapatistas en la Selva Lacandona hace casi tres décadas.

Qué poco aprenden los gobiernos de sus errores pienso mientras recorro las calles de “San Cristo” bajo las primeras lluvias de la temporada. Pero es una desazón que muy pronto desaparece. Escuchar en medio de la Plaza de la Catedral a dos mujeres tzeltales charlar animadamente en su lengua demuestra que no todo está perdido. Además sucede otra cosa; quienes somos herederos de una lucha de tantos siglos no tenemos derecho al pesimismo. (La Tercera)

Pedro Cayuqueo

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