La soledad de Jeannette

La soledad de Jeannette

Compartir

He aprovechado más de una vez este espacio para hablar del Partido Comunista. He dicho que es un partido que no engaña a nadie, pues muestra transparentemente a la ciudadanía sus objetivos estratégicos al exponer en su Declaración de Principios su ideología Marxista-Leninista. Una ideología que lo define como un partido revolucionario, cuya misión es destruir el “orden burgués” (léase capitalismo) y tiene como objetivo estratégico la dictadura del proletariado como fase de tránsito al comunismo, la sociedad sin clases.

He escrito también, recientemente, que esa condición, su vocación de “cambiar el mundo de faz” como reza La Internacional, le plantea una contradicción con la posibilidad de gobernar una sociedad capitalista, sujeta a los principios de la democracia liberal y a las normas y leyes que de ella dimanan. Una contradicción que el Partido Comunista de Chile ha sorteado a lo largo de su historia presentando candidaturas presidenciales sólo testimoniales. Hasta ahora nunca han aspirado verdaderamente a gobernar por una vía democrática. Su verdadera opción política ha sido más bien la de ser el “ala izquierda” de gobiernos de izquierda -como ocurrió con el Frente Popular y ocurre hoy con el gobierno de Gabriel Boric- y desde allí empujar el carro de sus ideas y de las medidas prácticas que las expresan, a la espera de que en la sociedad se den las “condiciones objetivas” que permitan la revolución tan anhelada. La excepción a esta práctica fue la Unidad Popular, en la que ese rol de “ala izquierda” lo asumieron el Partido Socialista y el MAPU.

Así, pues, el Partido Comunista, a lo largo de su historia en nuestro país, ha sido siempre transparente y previsible… hasta ahora.

En esta oportunidad el partido asumió la elección presidencial aparentemente en el mismo predicamento. Como la elección primaria del oficialismo se inauguró con una presencia arrolladora de Carolina Tohá, todo parecía augurar que ella iba a ser la candidata, por lo que ellos podrían representar sin problemas su acto testimonial. Hubo forcejeos, eso sí, porque había quienes creían que, puesto que se trataba de un testimonio, el candidato debería “parecer comunista” (Juan Andrés Lagos); finalmente debieron optar entre alguien ferozmente comunista como Daniel Jadue y su versión inversa: una comunista simpática y peligrosamente cercana a la social democracia, Jeannette Jara. Finalmente optaron por esta última -después de todo se trataba sólo de un testimonio- aún cuando saltaba a la vista que no era del agrado del presidente del Partido ni de la vieja guardia comunista.

Pero, para mala suerte del partido, Tohá no fue apoyada lo suficiente por quienes debían apoyarla o Jara resultó más simpática de lo que debía para el gusto de sus dirigentes, porque el hecho fue que arrasó con Tohá en la primaria. Y, por si fuera poco, a partir del momento en que se constituyó en candidata capturó para sí todas las preferencias que antes se distribuían entre los diferentes precandidatos, lo que la elevó espectacularmente en las encuestas.

Ambas noticias provocaron lo que a todas luces pareció pánico entre los dirigentes tradicionales del partido: parecían correr el riesgo de ganar. Afortunadamente para ellos, pronto se demostró que el 30% de las encuestas era el techo que aportaban los incondicionales de izquierda (el mismo porcentaje que obtiene la aceptación del Presidente Boric en esas encuestas) y que no había riesgo de que Jeannette ganara la presidencia, aunque pasara a la segunda vuelta en la carrera presidencial.

A partir de ahí el previsible comportamiento del PC -luego del también previsible suspiro de alivio de sus dirigentes- debería haber sido hacer una campaña tradicional y sin estridencias, aunque cumpliendo con todos los rituales. Sin embargo -y aquí pareció desquiciarse ese comportamiento previsible- la dirección del PC y en particular su presidente Lautaro Carmona, lejos de practicar el andar pausado de una campaña tranquila… ¡se han dedicado a boicotear abiertamente a su candidata! Algo insólito, que se escapa a todo lo que podía ser previsible en un partido previsible por naturaleza. Y ha habido de todo: desde el desprecio y la mofa de Carmona a sus socios de coalición encarnados en Mario Marcel, hasta no materializar la cuota de dinero que los partidos se habían comprometido a entregar a la campaña (la información más reciente es que sólo el Partido Socialista ha cumplido con esa cuota); desde mantener insólitamente paralizada la elaboración de un Programa (ni Jeannette sabe a ciencia cierta qué le ofrece a sus electores) hasta tratar de imponer a Daniel Jadue en su comando electoral.

Las razones de este boicot, que parecía innecesario toda vez que la candidata no tiene posibilidad alguna de ganar la elección, parecen ser por lo menos tres. Una, que los dirigentes comunistas no estén totalmente convencidos de esa imposibilidad y prefieran añadir carbón al fuego en que se incinera su candidatura; otra, que, de cara a un futuro próximo en la oposición, estén cargándose de una dureza izquierdista que será su sello distintivo ante cualquier gobierno futuro; finalmente, una posibilidad que de ninguna manera es descartable: que las divisiones internas dentro del PC, que por primera vez en su historia se han hecho públicas dejando atrás el secretismo que siempre caracterizó al partido, lleve a los dirigentes tradicionales a buscar hacer más cruel la derrota de Jara en la elección de noviembre de modo de anularla como eventual lideresa de la oposición interna.

Al insólito boicot comunista a su candidata se une el hecho que los partidos que componen el pacto oficialista se han dedicado exclusivamente a las campañas de sus candidatos a parlamentarios, olvidándose completamente de la candidata presidencial. La razón es la misma que llevó alivio a los dirigentes comunistas: Jeannette Jara no va a ser Presidenta de Chile con dos tercios del electorado en contra, de modo que lo indicado es salvar los muebles y tratar de mantener una representación parlamentaria decorosa.

Todo lo anterior explica que la otrora alegre y luminosa Jeannette, hoy parezca ofuscada y opaca. Casi no se escucha su voz y sólo se la ve en mítines en capitales regionales, en lugares relativamente pequeños en los que todavía se reúne con los incondicionales que le garantizan su techo electoral. Todavía, porque, en su ofuscación, no ha dejado de ser ella la que ataque a su vez los sentimientos más íntimos de sus propios dirigentes. La última fue la aceptación, finalmente, de que “Cuba no es una democracia” y que en su relación con Carmona no ha habido “fraternidad”… quedamos a la espera de la reacción de Carmona o de alguno de sus adláteres, si es que en el momento de leer esto aún no se ha producido.

Así, Jeannette ha terminado sola, en una soledad que más parece abandono y que seguramente le recuerda constantemente que la política es un oficio cruel en el que los oficiantes, incluso los más simpáticos y populares, pueden ser sacrificados en el altar de la necesidad partidaria. (El Líbero)

Álvaro Briones