La peligrosa tentación de los extremos

La peligrosa tentación de los extremos

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Cuando critico a la llamada “extrema derecha” algunos amigos me preguntan qué entiendo por ella, y por qué la creo extrema. La pregunta es legítima. Es tantas cosas distintas. ¿Es Trump, con sus políticas proteccionistas peronistas y su afán de derogar leyes anti-corrupción, o es Milei, dedicado a combatir el peronismo y la corrupción? ¿Es José Antonio Kast, o Vox en España, con su apasionada religiosidad? ¿Es Trump o Putin en sus ataques a los LGBT? ¿O es AfD en Alemania, ese partido nacionalista, opuesto a la inmigración, liderado por Alice Weidel, quien vive en Suiza con su amante Sarah Bossard, una mujer de Sri Lanka con quien está criando dos hijos adoptados?

Fuera de proclamarse radicales, fuera de su retórica encendida, y de su empeño en no llegar a acuerdo con nadie, no es fácil discernir cuáles son las políticas públicas de estas variadas derechas. En Chile, ¿qué harían Kast o Kaiser que no haría la centroderecha de Evelyn Matthei? ¿Crecimiento, seguridad, salud, educación, Estado más chico y eficiente? ¡Son la base del programa de Matthei! ¿Y con qué experiencia implementarían sus políticas en un país en que hemos sufrido ya tres años de gobierno sin experiencia?

Se me ocurre que lo que más distingue a esta llamada extrema derecha es lo mismo que distingue a la extrema izquierda: teatralidad performativa, estridencia, talento para los eslóganes, impudicia en reducir los problemas a consignas, y afán de manipular emociones, sobre todo las más negativas, como el odio y el temor. También su empedernida intransigencia en oposición: como el Frente Amplio, negarle la sal y el agua a quien gobierne. Nada de eso le sirve a la gente. Las sociedades son complejas y gobernarlas requiere estar atento a esa complejidad. Requiere también mucha racionalidad.

Claro que eso es difícil de explicar. Los extremistas ganan votos porque proponen soluciones fáciles, aptas para TikTok. ¡Pero ya sabemos qué pasa cuando esos votos los llevan al gobierno! Por eso cuesta imaginar que un gobierno de Kast o de Kaiser podría ser más eficaz que el de Boric. ¡Son demasiado parecidos! Y ambos se farrearon la oportunidad de forjar una Constitución que nos uniera.

Desgraciadamente hay algo que sí logra esta derecha: que la izquierda gane. Una y otra vez lo logra Vox en España. En Reino Unido, Reform, de extrema derecha, contribuyó a que barrieran los laboristas en julio pasado. En 2021 al estar Kast en segunda vuelta ganó Boric.

Uno se pregunta si eso les importa a los Vox, los Reform, los republicanos o los “libertarios”. ¿Les importa que gane la izquierda? ¿Tal vez ser opositor les interese más que la difícil tarea de gobernar? ¿Tal vez les atraiga dar testimonio e inmolarse? El problema es que así facilitan que siga y siga gobernando la izquierda.

Los que se tientan con esa derecha le hacen críticas frívolas a Matthei. Que la rodean “piñeristas”. ¡Los con experiencia de gobierno! ¿Prefieren que se use el gobierno para aprender, como el Frente Amplio? Otra crítica: que Chile Vamos es “cobarde”, porque llega a acuerdos, como el de las pensiones, y para validar la crítica mienten descaradamente, dicen que traicionaron a los ahorrantes. Otra crítica: que a Matthei le falta relato, que le falta emoción. Eso que el importante discurso de Matthei del sábado pasado estuvo pródigo en emociones y en relato.

Cada político es distinto, pero yo creo que Matthei seguirá los ejemplos exitosos de mujeres conservadoras como Thatcher en Reino Unido e Isabel Díaz Ayuso en Madrid. Como ellas, dirá lo que piensa, aunque moleste, porque así la gente confía; como ellas insistirá en los fundamentos morales del capitalismo de mercado; y tratará a sus interlocutores de igual a igual, porque todo lo que se les dice es de sentido común; los valorará, entonces, pidiéndoles ayuda en vez de solo prodigarles dádivas paternalistas a lo socialista. (El Mercurio)

David Gallagher