La olvidada Comisión Peña

La olvidada Comisión Peña

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Fines de julio del año 2004 y el romance de Lagos con la banca comenzaba a salir del clóset –¡qué digo con la banca!, con los millonarios, con la clase empresarial y con el CEP del influyente Eliodoro Matte–. Lagos full HD en su affaire. Un victorioso Presidente Lagos se pavoneaba por esos días con su 57% de aprobación en la encuesta CEP que lo dejaba ante la opinión pública más faraónico que nunca.

El debate del royalty estaba en manos de Eyzaguirre –el ministro estrella de la Concertación y la Nueva Mayoría– que entre escarceos más, escarceos menos, lo tenía todo bajo control. No había de qué preocuparse. Bien sabía Eyzaguirre, por su gen teatral, hacer la escena de las “cachetás de payaso” con la élite empresarial.

El canchero cura Jolo, la Gemita Bueno y el bochornoso caso Spiniak todavía tenían del cuello a Guido Girardi y a Jovino Novoa, dos padrinos de la política pura y dura. Ese fue un caso de antología literaria que ni el comisario Montalbano, habituado a la mafia del sur de Italia, se atrevería a descifrar, menos Andrea Camilleri, a escribir.

Después de todo el mal rato de los episodios de corrupción, de la “mala racha” del MOP-Gate, Lagos comenzaba a ser Lagos, el estadista, el republicano, el presidente de la tercera vía que era capaz imponer su voz en el concierto internacional, Lagos, el mito Lagos. El resto era chimuchina, hojarasca, humo.

Las noticias titulaban con la extraña muerte –asesinato– del cónsul Cristián Yusseff en San José, Costa Rica. El diario La Tercera pedía disculpas por la tonta receta de cocina que había dejado herida a más de alguna dueña de casa. El discurso paternalista de la izquierda se tomaba las salas de cine con la sensiblera Machuca. El país estaba en shock por la satánica muerte del cura Gazziero en una misa en la Catedral de Santiago a manos de Rodrigo Orias. Fue la tragedia perfecta para que el Cardenal Medina alertara a la opinión pública, entre sardónico, oportunista o simplemente trastornado: “El demonio está presente en nuestra sociedad, sobre todo en el aborto, las coimas y el erotismo desenfrenado”.

La ironía en clave “curia vaticana” con eso de las “coimas”, era evidente: se refería al mismísimo Presidente Lagos, que ni corto ni perezoso, antes de partir en gira presidencial a Nueva York, decide asistir al funeral del pobre cura degollado sacrificialmente. A esa altura, para Lagos, todo valía, todo sumaba. Incluso ir a misa. Tal era la algarabía por los buenos tiempos que un alegre Gonzalo Martner anunciaba al país que Michelle Bachelet, por los resultados de la encuesta CEP, debía ser la candidata presidencial de la Concertación, pero sin primarias. Y Hernán Sandoval, el doctor Frankenstein del Plan Auge, ya advertía por esa data que “no hay que descartar que Lagos pueda ser candidato de nuevo.” Increíble pero cierto.

Como se ve, el Chile de las élites sociales, culturales, económicas y políticas estaba lejos de ser muy distinto, radicalmente distinto, a lo que es hoy. Vivían donde siempre han vivido. De botón la frase con la que despide el año 2004 el entonces Presidente Ricardo Lagos: “Creo que ahora estamos viviendo en otro país”. Exultante el hombre.

Muy pocos habían sido públicamente ofensivos con el Presidente como Alfredo Jocelyn-Holt, quien ya a fines de julio del año 2004, luego de confesarle a la Totó Romero que se había inscrito en los registros electorales para votar por el socialista Ricardo Lagos, acto seguido mostraba todo su desdén al señalar que “Lagos se nos ha vuelto un bluff… nuestro Presidente de la República se lo pasa en el CEP. Sus intereses están en el poder económico hoy por hoy”.

El Mercurio ofrecía los fines de semana de ese julio, en un solo suplemento, sendas columnas de opinión del cura Hasbún, de Lafourcade, de Harald Beyer y del ya famoso –así se llamaba por esa época– Carlos Peña González. Todas las columnas en un solo suplemento… como para comenzar animoso un domingo.

Así era y así es Chile. Una pequeña nota anunció esa última semana de julio del año 2004 que el Gobierno de Ricardo Lagos a través de su ministro de Educación, Sergio Bitar, creaba una nueva comisión, esta vez para acometer la tarea de proponer al país una nueva Educación Cívica, una nueva Formación Ciudadana. Como desconectados estaban ya de la calle, y de lo que realmente era y es el país, la clase política pensaba que los jóvenes “no estaban ni ahí” con los asuntos propios de la política, además se quejaban de los estudiantes por los pésimos resultados en una prueba estandarizada internacional sobre el tema, así como de sus malas costumbres cívicas.

Seguramente para la clase política, el “mochilazo” del año 2001 fue una pura anécdota que sacó a unos revoltosos flaites estudiantes a la calle a protestar. No veían ni el 2006 ni el 2011 venir, ensimismados, pues, como estaban, con sus verdaderos y nobles temas políticos. Esta Comisión de Formación Ciudadana sería presidida, afirmaba la nota, por el Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña González.

Así, pues, la dupla Peña-Cox, encomendada por la dupla Lagos-Bitar, tuvo de compañeros en esa comisión, entre otros, a Eugenio Tironi, de Tironi Asociados; a Cristian Zegers Ariztía, director del diario La Segunda, hoy director de El Mercurio; a Axel Buchheister, de Libertad y Desarrollo, hoy reconocido columnista conservador enLa Tercera; a Enrique Barros, conspicuo miembro del consejo del Centro de Estudios Públicos (CEP), el mismo consejo que hoy integran Wolf von Appen, Juan Andrés Camus, David Gallagher, Juan Obach y Eliodoro Matte, el sacrosanto empresario papelero, hoy en el ojo del huracán por el escandaloso caso de colusión del papel tissue; también la integró Ignacio Walker militante de la Democracia Cristiana, quien fuera antes embajador y hoy senador de la República.Fue una Comisión de lujo, pues tuvo de secretario al mismísimo Cristián Cox, reconocido operador político del partido del orden y del “laguismo” en el Ministerio de Educación hasta hoy. También responsable del triste e inocuo currículum escolar chileno en el sentido de que no ofrece ninguna oportunidad verdadera de crítica sociocultural a nuestros jóvenes estudiantes.

En fin… ¡qué gran comisión! Obviamente, para que la cosa fuera también más graneada y no solo de pesos pesados, había una estudiante de liceo y uno de universidad; algunos académicos y un representante del Colegio de Profesores; otro de la Comisión de Prisión Política y Tortura; y el diputado Carlos Olivares, a la sazón demócrata cristiano y representante de la Comisión de Educación de la Cámara.

Carlos Peña entregando feliz los resultados de la Comisión de Formación Ciudadana. Enero 2005

La conclusión es categórica. Esa Comisión, por los resultados, fue en rigor un fracaso. Uno de los papers más interesantes de la experta en formación ciudadana, Carolina García, es decisivo para entender esta rotunda afirmación de fracaso. Lo escribió en coautoría el año 2011. En él se lee: “Un indicador mucho más decidor, porque está en directa relación con los efectos del currículum en la formación de los estudiantes, corresponde a los resultados arrojados por los estudios de la International Association for the Evaluation of Educational Achievement (IEA), sobre Educación Cívica y Ciudadanía, de los cuales Chile formó parte los años 1999 y 2009. Al comparar los resultados de estos estudios, que se hicieron a grupos de alumnos educados a partir de distintos programas de formación ciudadana, se observa que no existen variaciones en relación al conocimiento y las actitudes ciudadanas, pese a que los estudiantes que conformaron la muestra de estudio el año 2009 han sido formados íntegramente con el nuevo currículum. Esto constituye una clara señal de que pese a las transformaciones curriculares implementadas, no se está logrando formar a los ciudadanos que el sistema democrático necesita”.

Repitámoslo, por si no se entiende. No se observan variaciones entre estudiantes del año 1999 (que estudiaron con el currículum de la Dictadura de Pinochet) y el año 2009 (que estudiaron con el currículum de la Concertación).

En verdad, no es solo esa Comisión sino todo lo que se ha hecho antes y después de ella en relación con formación ciudadana, educación cívica y participación política estudiantil, es todo eso lo que ha sido un soberano fiasco en democracia. La Comisión, sin embargo, es un antes y un después por lo que significó en cuanto a poner una lápida a la formación cívica estudiantil, pretendiendo hacer lo contrario de cara a la opinión pública.

Toda la Concertación y sus gobiernos, incluyendo además a Sebastián Piñera y la actual Michelle Bachelet, no han hecho sino escamotear las verdaderas reformas –por su conservadurismo, su afán despolitizador de lo social, su interpretación neoliberal y tecnocrática del currículum escolar– que harían efectivamente un cambio cualitativo en este tema hoy por hoy tan sensible… tan hipócritamente sensible.

Sin promover, ni dios lo quiera, una relación puramente causal, ¿qué fue lo que promovió la Comisión Peña el 2004? Veánlo Uds mismos con sus propios ojos, vean ustedes mismos las conclusiones y las propuestas, porque son todas de antología y no tendría tanto espacio acá para hacer el análisis detallado una a una. No obstante, a mí la que más me gusta citar es la siguiente, una verdadera pieza de “propuesta”: “La Comisión conoció y deliberó en forma prolongada sobre la adecuación de la arquitectura curricular vigente en formación ciudadana, convenciéndose, por mayoría de sus integrantes, de que se cuenta con una combinación entre tratamientos por varias asignaturas y conceptos transversales, que puede ser más efectiva que la educación cívica circunscrita a una asignatura hacia el final de la educación media. Esta definición concuerda con las tendencias internacionales de reformas curriculares recientes en países de la OCDE”. Un verdadero “manjarsh” de conclusión y propuesta o, mejor dicho, de “no-propuesta”.

Después de todo lo vivido como sociedad desde el 2006 o el 2011; después de todo el malestar social y las capacidades políticas e institucionales para articular respuestas satisfactorias; después de casos escandalosos de colusión entre el dinero y la política, después de CAVAL o SQM; después del escándalo de La Polar, las farmacias o la colusión del papel Confort; después de todo eso, me parece –sin alcanzar a ser cínico– normal que una medida por lo demás conservadora, como lo sería una “asignatura de educación cívica” en el currículum escolar desde la enseñanza básica y toda la media, sea vista como no necesaria, no importante, no relevante por esta Comisión Peña del año 2004 o por toda la clase política y la élite empresarial conservadora de este país.

Peña, Brunner, Cox, Tironi, y toda esta clase política e intelectual del partido del orden, están convencidos de que la modernización del mercado es el verdadero factum social al que hay que atender, vez por vez, cuando la conflictividad aumenta en las calles por los mismos efectos –ellos creen– de las virtudes del crecimiento del mercado. No es un tema de educación cívica o ciudadana lo que hay que promover si queremos cambiar lo social o lo cultural que vemos emerger en cada conflicto social, en cada manifestación de malestar. Mejor no atizar esas brasas.

Hoy Lagos y Bachelet promueven la educación ciudadana. La educación cívica está de moda, asamblea constituyente mediante. Tímidamente están promoviendo unas horitas para 3° y 4° medios. Tímidamente están promoviendo un Plan de formación ciudadana, ¡un plan, sí!, dijo hace poco el senador Ignacio Walker (el mismo que fue parte de la Comisión del año 2004), algo entretenido, no una asignatura, para qué. Tímidamente digo, porque si se lo tomaran en serio, los Consejos Escolares no serían lo que son hoy, pura estética de participación estudiantil; o el control comunitario campearía a la hora de evaluar la gestión escolar; o porque nos tomaríamos en serio evaluar “lo cívico” y “lo ciudadano” en los colegios con la Agencia de Calidad.

Luis Ossandón, otro experto que sabe de esto, deja claro en un reciente libro que lo que importa en este currículum es más la cohesión social y la participación responsable, que el ejercicio ciudadano crítico e intencionadamente transformador. ¿Es que estamos dejando la idea de que en Chile tenemos un currículum que, instalado por el partido del orden, solo se preocupa por instalar la pedagogía del orden? Portales, tan viejo y tan nuevo, tan ausente como presente.

En el Chile de hoy, 2015, como en el Chile de fines de julio del año 2004, lo que importa es en verdad otra cosa. En la semana que se formó la Comisión de formación ciudadana, la columna en El Mercurio de Carlos Peña versó sobre el cura Gazziero, el demonio y el cardenal Medina. La semana en la que se entregaron las conclusiones de esta Comisión, enero del año 2005, la misma columna versó sobre otro cura, el “cura Tato”. No se trata de que sea una casualidad que esa columna dominical verse sobre curas, sino simplemente se trata del mercado de la opinión pública y del mercado cultural. Para Peña y para todos los intelectuales, “udepedistas” o no, del partido del orden, la calle siempre ha sido sinónimo de mercado, incluso cuando protesta, qué decir lo que entienden por opinión pública, educación pública o universidad pública.

En el Chile de hoy como en el Chile de fines de julio del año 2004, lo que importa es en verdad otra cosa, definitivamente otra cosa. Viven en el otro Chile del Presidente Ricardo Lagos. Ahí la miseria de nuestra educación cívica.

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