La neomodernización capitalista-Claudio Hohmann

La neomodernización capitalista-Claudio Hohmann

Compartir

El neoliberalismo -lo que eso signifique- ha sido quizá la principal bandera de lucha del progresismo y de la nueva izquierda chilena. Ambas vertientes, separadas por el factor generacional y por la historia (la de los 30 años), confluyeron en este punto crítico después del estallido social. Apruebo Dignidad, en tanto coalición que se hizo del poder de la mano de Gabriel Boric, se propuso la tarea de cavar la tumba del neoliberalismo en Chile. El Socialismo Democrático no tuvo mayores reparos en sumarse a la ignota aventura. Pero para ello era indispensable sepultar primero la Constitución a cuyo amparo éste había prosperado como casi en ningún país del mundo. De otra forma, la “Constitución tramposa” que nos rige se las arreglaría para paralizar o inhabilitar las iniciativas conducentes a ese ambicioso fin.

El proyecto era inevitablemente refundacional, en tanto reemplazaría las piezas fundamentales que dan vida al neoliberalismo criollo -como lo entiende la izquierda-, oponiéndose frontalmente a la vía reformista que ha seguido el país en el marco de la modernización capitalista de las últimas décadas.

La derrota de la propuesta constitucional en el plebiscito de salida desbarató el plan refundacional, y el sorpresivo resultado de la elección del Consejo Constitucional lo dejó definitivamente a la vera del camino. La elección del próximo diciembre entre dos opciones, ninguna de las cuales avanza un trecho siquiera hacia el fin del neoliberalismo que la izquierda ambicionó, no puede ser más desoladora para ese sector: entre la Constitución “de los cuatro generales” y la “Constitución de Kast” no asoma la más mínima grieta por donde podría infiltrarse para volver a intentar un sorpasso refundacional.

Lo que queda, sin embargo, es un espacio no menor para el reformismo constitucional, con sede en el Parlamento, que aunque enfrenta la dura exigencia del quórum mayoritario, ofrecerá no obstante ciertas posibilidades a un progresismo que por ahora lame las heridas de una derrota histórica por partida doble -en dos plebiscitos consecutivos de alta convocatoria.

En lo que viene por delante el país se dejará llevar por lo que podríamos llamar una neomodernización capitalista, un proceso modernizador que al revés del anterior que fue impulsado por la “política de los acuerdos”, se tendrá que desarrollar en un contexto de alta polarización, para hacerse cargo de los exigentes desafíos que enfrenta el país, entre ellos el crecimiento económico -quizá el más importante-, que se ha vuelto elusivo y que amenaza con mantenerse estancado por largo tiempo. También, cualquiera sea el resultado en diciembre, no se podrá eludir la cuestión de los derechos sociales -que llegaron a la política local para quedarse- cuya cobertura y profundidad dependerá críticamente de los rendimientos de la economía, única fuente de magnitud relevante para financiarlos en el futuro.

El Socialismo Democrático hará bien en tomar un lugar en este proceso modernizador, de la misma forma como lo hizo la Concertación cuando gobernó, liderando sin ambages ni complejos la modernización capitalista de su tiempo, para dar vida a los mejores momentos de la historia reciente de la nación. Para ello la izquierda deberá abandonar la confusa retórica del neoliberalismo y apoyar decididamente una agenda procrecimiento que el país requiere poner en marcha con urgencia.

En lugar de cavar una supuesta tumba para el neoliberalismo, el progresismo -para bien del país- debería ponerse manos a la obra y contribuir decididamente con sus ideas al proceso de neomodernización capitalista. (El Líbero)

Claudio Hohmann