La muerte de Chile-Vanessa Kaiser

La muerte de Chile-Vanessa Kaiser

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Sabemos que en Chile nacen cada año menos niños y que, en consecuencia, el envejecimiento poblacional es hoy una amenaza. Según el Fondo de Población de las Naciones Unidas, nuestro país empata con Uruguay, Costa Rica y Cuba con un total de 1,5 hijos por mujer. Si consideramos que la fecundidad de reemplazo es de 2,1 hijos por mujer, los números diagnostican la agonía de nuestra nación. Curioso que ningún sector político se haya hecho cargo y se siga pensando en avanzar hacia un sistema de reparto cuyo fracaso es seguro, dado que no se hace cargo del envejecimiento de nuestra estructura poblacional.

Sólo saber que en 2014 el promedio mensual de nacimientos fue de 20.855 y que el año pasado, con cifras hasta octubre, no superó los 11.422, debiese servir para descartar políticas públicas ideológicas y perniciosas como las reformas “solidarias” que se proponen a las pensiones. En esta columna nos preguntamos por las causas que explican la agonía poblacional en la que Chile es puntero dentro del contexto latinoamericano.

Sugiero comenzar el análisis con las observaciones de Hannah Arendt en cuanto a que no sólo vivimos en el mundo natural, biológico, sino en uno artificial que depende de nuestras decisiones, libertades, valores e instituciones. En este marco y a grandes rasgos tenemos dos posibilidades. Por parte de la realidad biológica la baja de natalidad podría ser resultado de un proceso evolutivo de la especie que es imposible rastrear o modificar, en la medida que su causa sería una ley natural y, por tanto, inmutable. En ese caso, sería absurda la búsqueda de soluciones. Pero, por el lado del artificio, podemos hacernos cargo de los aspectos del mundo que dependen única y exclusivamente de nuestra libertad. De ahí que, detenerse en los condicionamientos culturales que avanzan grupos políticos y económicos para modelar la realidad a su gusto, sea, a nuestro juicio, el camino indicado, puesto que basta con ejercer la voluntad y el poder en directa oposición a dichos propósitos para que logremos cambios significativos. El siguiente paso es plantear las preguntas adecuadas: ¿a quién le interesa que se reduzca la población, por qué y cómo avanzan la consecución de dicho propósito?

Sabemos que tras cada acción hay una justificación, idea, teoría o ideología. El Presidente de Argentina, Javier Milei, es uno de los políticos más conscientes respecto a lo que la Nueva Derecha ha llamado “la batalla cultural”. De ahí que en sus discursos haya mencionado el carácter neomalthusiano de las élites que impulsan un Nuevo Orden Mundial con gobernanza global a través de agendas como la 2030 y una serie de políticas antisoberanistas o globalistas. El principio rector del neomalthusianismo es que somos demasiados seres humanos. En sus inicios el problema para los neomalthusianos radicaba en el empeoramiento de la calidad de vida de los pobres. Pero el foco cambió bajo la influencia del ecologismo radical y las élites neomalthusianas de hoy tienen la firme convicción de que los seres humanos somos una plaga. De ahí que, desde 1954, en una serie de Conferencias Mundiales sobre la Población, la ONU, inspirada en ideas neomalthusianas, haya decidido promover una agenda antinatalista que contempla el aborto como medida de “salud reproductiva”, el consumo indiscriminado de anticonceptivos, la emancipación de la mujer contra la maternidad, la promoción de tipos de vida estériles y, en general, un bombardeo indiscriminado hacia la familia y la heterosexualidad. Incluso hay gobiernos como el norteamericano que han promovido abiertamente la reducción de la población en los países pobres. El Libro Negro del Ecologismo nos aporta datos relevantes:

“Un estudio titulado The limits of Growth (Los límites del crecimiento, 1972) elaborado por miembros del Instituto de Tecnología de Massachussetts (MIT) a instancias del Club de Roma que venía a poner al día las ideas de Thomas Malthus sobre al problema de la superpoblación del planeta, antecedente del famoso informe sobre seguridad nacional encargado luego por Henry Kissinger y conocido como Memorándum 200 o Informe Kissinger en el que se planteaba directamente la urgente necesidad de reducir la población aconsejando establecer programas de esterilización para el tercer mundo y condicionando las ayudas al desarrollo para imponerlos”.

Pero no sólo los organismos internacionales promueven el neomalthusiamismo, sino, como el mismo presidente Milei lo afirmara en Davos, los multimillonarios del planeta avanzan agendas criminales, financiando una serie de condicionamientos que reducen la natalidad y el ciclo vital. Casos emblemáticos son las Fundaciones de George Soros, Melinda Gates, Rockefeller y las donaciones de Warren Buffet. Hablamos de decenas de miles de millones de dólares invertidos en feminismo, aborto, eutanasia, ideología de género, ecologismo radical y un largo etcétera de condicionamientos culturales que, si bien no pueden dar cuenta del fenómeno en su totalidad, influyen de manera importante al constituirse en una agenda de la muerte. Esta lucra con el asesinato del hijo no nacido y promete avanzar en la misma dirección con los ancianos y enfermos mentales o simplemente personas con depresión que, como en el caso de la joven neerlandesa de 28 años, Zoraya ter Beek, agendan su hora para una eutanasia compasiva, solidaria, inclusiva y financiada por el Estado.

Tal como denuncian varios profesionales entrevistados por BioBioChile, en los Países Bajos, donde ya se aprobó la eutanasia, el grupo de jóvenes que son diagnosticados con enfermedades mentales crónicas y opta por el suicidio legal es cada vez mayor.

Y si nos hacemos cargo de la correlación directa que existe entre la ideología de la Nueva Izquierda -woke, neomalthusiana, feminista, ecocéntrica y anticapitalista- y los altos niveles de depresión, angustia y ansiedad que esta produce, queda claro que la agenda de la muerte avanza a toda máquina. Esa es la misma agenda que hoy impide nacer a más de 70 millones de niños que, según la OMS, se abortan cada año en el mundo. Ciertamente no es mucho lo que podemos hacer. Creemos que el primer paso es denunciar el activismo promuerte impulsado por las élites globalistas- neomalthusianas y entender que todos nuestros esfuerzos carecen de sentido en un Chile que anuncia su propia muerte. (El Líbero)

Vanessa Kaiser