Hoy, lunes 18 de agosto, a las 23:59 horas, vence el plazo para inscribir candidaturas presidenciales y parlamentarias.
La pobreza de la política chilena nos enfrenta a una fotografía preocupante: mientras el oficialismo se ordena tras la militante comunista Jeannette Jara, alineada al gobierno actual, y quien pareciera liderar una coalición con profundas diferencias de fondo, no logró una lista parlamentaria única. La oposición, en tanto, aparece enredada en seis candidaturas y tres pactos distintos. Esa dispersión, más que fortalecer, transmite la sensación de una política fragmentada, incapaz de ofrecer unidad en tiempos difíciles.
A solo tres meses de la gran elección que es, sin duda, la primera vuelta, ¿quién cuenta con los mejores atributos para ganarle al comunismo empobrecedor?
Franco Parisi hace diez años que no vive en Chile. Es un fenómeno digital. Solo existe en las redes sociales, porque sus parlamentarios lo abandonaron y el PDG quedó vacío.
Johannes Kaiser encarna un testimonio ideológico libertario más que una opción de gobierno. Carece de experiencia y respaldo.
Harold Mayne-Nicholls y Marco Enríquez-Ominami estarán en la paleta presidencial. La experiencia de gobierno del primero es inexistente: nunca ha sido parlamentario, ni ministro, ni alcalde. Gobernar un país golpeado es muy distinto a dirigir el fútbol. ME-O, fundador del Grupo de Puebla -y diputado por un sólo período-tras cuatro candidaturas presidenciales fallidas, demostró claramente su inhabilidad para construir equipos.
Jeannette Jara, militante comunista desde hace 37 años y exministra de Trabajo, es la única carta del oficialismo. Competirá con ME-O y Artés. Fracasó en el armado de una lista parlamentaria única. Y exhibió contradicciones fundamentales para la economía chilena tales como la nacionalización del cobre y el litio, y la negación de su apoyo al tercer retiro de fondos de pensiones. Representa la continuidad de un gobierno desgastado, con magros resultados en seguridad, empleo y economía.
José Antonio Kast compite apoyado únicamente por su Partido Republicano. Rechazó una lista única parlamentaria con la oposición y optó por firmar un pacto sólo con Social Cristianos y Libertarios. Su aislamiento político es evidente. Y su discurso fundamental es un mensaje de “orden” que intenta conectar con un país atravesado por la violencia. En 2021 llegó a segunda vuelta. Y perdió frente a Gabriel Boric por sus propuestas débiles, su incapacidad vigente para ampliar su mensaje a mujeres y jóvenes, y para tender alianzas más allá de su electorado fiel. Aunque, sin dudas, lo más grave para cualquier país democrático fue declarar que “el Congreso no es tan relevante como ustedes se imaginan” y que bastaba con gobernar mediante decretos en los primeros meses. La realidad es distinta: ningún presidente chileno reciente ha contado con mayorías parlamentarias, y sin el Congreso no se aprueban reformas. Un estadista gobierna pensando en el largo plazo y sabe que las leyes requieren acuerdos, no atajos.
En este escenario, Evelyn Matthei se distingue. Es la única candidata que sí logro la alianza más amplia de la oposición: Unión Demócrata Independiente, Renovación Nacional, Evópoli, Amarillos y Demócratas. Su trayectoria política combina todos los niveles de responsabilidad: fue parlamentaria, ministra de Estado y dos veces alcaldesa de una de las comunas más importantes, con alta concentración -y complejidad- de servicios, comercio, oficinas, universidades y vida urbana de Chile. Ha negociado en el Congreso, gestionado carteras ministeriales y administrado un municipio con problemas de seguridad y convivencia. Su experiencia no es un discurso: es práctica con resultados positivos comprobables.
La comparación es evidente: Kast transmite sólo convicción. Matthei, además de convicción, tiene experiencia y pragmatismo. Cuenta con equipos técnicos y políticos experimentados. Evelyn Matthei ya ha gobernado. Y acredita resultados concretos.
Chile enfrenta un triple desafío: recuperar la seguridad, el empleo, reactivar la economía y devolver la confianza en las instituciones. Salud y educación están deterioradas. Un Estado grande e ineficiente. Nada de eso se resuelve con voluntarismo, con improvisación o con candidaturas testimoniales. Se requiere gobernabilidad, y eso significa experiencia, equipos sólidos y disposición a construir mayorías.
Gobernar requiere conocimiento, experiencia, oficio y un equipo con los mejores, que ya hayan demostrado capacidad en el Estado. Es hora de observar la experiencia de los candidatos que hoy compiten por la presidencia de Chile.
Edmund Burke recordaba que la experiencia es el único maestro al que siempre atendemos, aunque a veces tarde; en la tarea de gobernar, detectarla a tiempo marca la diferencia entre acertar o fracasar.
El desafío es demasiado grande para caer en la inexperiencia: el país no puede fracasar eligiendo a quien carezca de los atributos necesarios para vencer a Jeannette Jara, comunista y heredera de un gobierno en crisis. (El Líbero)
Iris Boeninger



