La gratuidad es un cuento

La gratuidad es un cuento

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La gratuidad no es el tema; tampoco lo es la educación.

Lo que realmente le importa a la minoría que detenta el poder es el control de las personas.

El Gobierno sabe que con las políticas de gratuidad que intenta aplicar no obtendrá más que un pequeño marginal de votos, porque los que ganará por beneficios casi se compensarán con los que perderá por decepción. Esas matemáticas electorales las tiene claras.

Pero a quienes promueven las reformas educacionales les importan poco y nada los alumnos y sus familias. Inclusión, igualdad, gratuidad y participación no son más que etiquetas diseñadas para enmascarar lo que realmente le interesa a la izquierda de todos los tiempos, y, por cierto, de estos tiempos: una tiranía completa sobre espíritus y cuerpos, sobre personas, familias e instituciones, disolviéndolas todas en un magma colectivista.

¿Hasta cuándo pensarán los pusilánimes que las izquierdas tienen un proyecto aceptable? ¿Cuándo se darán cuenta los ingenuos de que los socialistas no tienen más que un propósito, que consiste en el control total de las existencias?

La vida será desgarrada por la legislación abortista, la familia ya ha sido destrozada por el divorcio, y, a corto plazo, la educación será totalmente controlada mediante glosas presupuestarias y regulaciones ministeriales. Son ya veinticinco años, casi ininterrumpidos, de políticas que zarandean y aniquilan a generaciones enteras de chilenos.

Ahora, el intento gubernamental por «poner la música» en la educación superior debe ser claramente rechazado. Así lo han comenzado a manifestar rectores que entienden perfectamente que el dinero que les debe trasladar el Estado no es una dádiva, sino simplemente la obligatoria devolución de los aportes que los contribuyentes hacen al bien común. Son rectores que han comprendido cuáles son los verdaderos objetivos de control total que pretenden las políticas gubernamentales.

Llevamos años advirtiéndolo; llevamos años siendo calificados de extremistas y exagerados, pero parece que ha llegado el momento de que otros reconozcan humildemente que es cierto que unos tipos se quieren quedar con todo, que unos tipos se quieren quedar con lo nuestro.

La música se ejecuta con instrumentos. Y los que el Gobierno quiere pulsar son el presupuesto, la acreditación y la participación. Mediante esos mecanismos se pretende imponer estos parámetros: tendrás plata para sobrevivir si obedeces los criterios que te señalaré y si te doblegas al aceptar que en tus decisiones intervengan agentes externos a tu institución; si no quieres someterte, ráscate con tus propias uñas.

Las instituciones que transen su libertad por billetes verán que se les acaba la posibilidad de determinar sus planes y programas de estudio, comprobarán que pierden su autonomía para fijar los números y criterios de sus políticas de admisión, experimentarán que ya no tienen el control sobre la duración de las carreras y su articulación con los posgrados, sabrán que no podrán determinar a qué profesores contratan y cómo los califican y promueven, sufrirán la intervención de sus sistemas de gobierno mediante la imposición del voto estudiantil y funcionario, comprobarán que les determinarán desde fuera sus políticas de investigación y extensión.

El liderazgo rectoral que puede evitar el colapso de la libertad educativa ya existe, tiene fuerza, claridad y crece en posicionamiento social. Pero hace falta que otras instancias entiendan que ya que el propio Gobierno ha develado sus propósitos -hasta un punto tal que ha puesto al país en una encrucijada vital-, de esta situación solo se puede salir si aquel liderazgo es secundado.

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