La encrucijada socialista

La encrucijada socialista

Compartir

Mucho se ha dicho en estas semanas sobre el Partido Socialista. Tanto, que el nivel de protagonismo noticioso de la crisis en los medios supera con creces la frecuencia de aparición que caracterizaba su accionar político en los últimos meses.

Lo cierto es que el sistema de partidos hace mucho tiempo que está en crisis y que ésta se ha pospuesto con la emergencia de liderazgos como los de Bachelet y Piñera, que dieron respiración artificial a entidades que están llamadas a afinar sus ideologías, sus métodos, su conexión con la gente y su forma de hacer política.

El mundo de la posguerra fue reemplazado hace mucho por la revolución tecnológica y por las nuevas demandas de un mundo que exige más participación, que necesita sentirse escuchado y que se preocupa cada vez más por un medio ambiente que amenaza con extinguir la flora, la fauna y la vida en general.

Por ello, la grave crisis del PS es un llamado de atención, en primer lugar a dirigentes y militantes de que los problemas no se resuelven echando más fuego a la hoguera. Las falencias del PS son hoy mucho más graves que un proceso electoral imperfecto o que los deseos de modificar, a como dé lugar, las correlaciones de poder al interior de la organización. El Partido de Allende, Lorca, Lagos y Bachelet; esa institución que logró sobrevivir al asesinato, la tortura, la prisión y el exilio; esa organización que entregó su cuota clave y decisiva para la recuperación de la democracia, no puede ahora derrumbarse porque los cálculos de unos o de otros no tranquilizan a sus seguidores.

En lo personal, soy crítico de una gestión que no ha sabido sacudirse de la derrota electoral, que no ha regenerado confianzas y energías y que, en definitiva, no ha logrado construir la oposición eficiente y capaz que se espera de una fuerza que ha sido gobierno y clave en el trascendente desarrollo político, social y económico de Chile en los últimos 30 años.

Sin embargo, y más allá de toda visión sobre el deber ser, lo razonable es dejar que los dirigentes elegidos -luego de todas las rectificaciones conocidas- cumplan, a la brevedad, el mandato que les entregaron sus bases y que ese ejercicio democrático culmine con el respeto a las mayorías y la confirmación de la presidencia de Álvaro Elizalde.

Esa, debería ser la primera etapa de descompresión de un proceso, cuyo verdadera prueba de fuego es la batalla de todos los socialistas, para sacudirse del cáncer que ataca su estructura. Derrotar al narcotráfico es una misión que requiere de todas las fuerzas internas y ese es un fin mucho más importante que cualquier cálculo electoral.

Es de esperar que el sentido común se imponga y que las cosas se resuelvan con racionalidad y menos pasión.

Juan Carvajal/La Tercera

Dejar una respuesta