La tesis de los expertos fue lapidaria y uniforme: la era de la Democracia Cristiana ha llegado a su fin.
“La era de la Democracia Cristiana en Europa ha llegado a su fin (…) la era de la Democracia Cristiana, más que una realidad contemporánea, es ahora objeto del análisis histórico” (Martin Conway).
“La era de la Democracia Cristiana, como una forma de catolicismo político, ha llegado a su fin” (José Casanova).
“Tras haber contribuido a reconciliar a los católicos con la sociedad contemporánea (…) los partidos democratacristianos puede que ya hayan cumplido su misión” (Raymond Grew).
“La cuestión que se plantea es si todavía existe un rol distintivo o una ideología propia de la Democracia Cristiana en América Latina” (Paul Sigmund).
“En comparación con su éxito inicial, los movimientos democratacristianos han demostrado una pérdida de su capacidad de adaptación en las últimas décadas” (Carl Strikwerda).
La tesis de los expertos era muy simple: la caída del Muro de Berlín (1989) y el desplome del comunismo en la Unión Soviética y los países en Europa del Este constituían, por un lado, el triunfo del ideario democratacristiano, pero, por otro, su fin, en la medida que la “tercera vía” entre capitalismo y marxismo, en plena Guerra Fría (que terminó en 1989), que de alguna manera había representado la DC, ya no tenía sustento.
No creo en los determinismos, pero tal vez haya algo más que coyuntural (la participación con el PC en el gobierno de la Nueva Mayoría, o incluso el llamado a votar Apruebo en la Convención Constitucional de 2022) que esté detrás de la crisis de la DC.
Ignacio Walker



