Se caen las cáscaras de un gobierno que prometió abrir las grandes alamedas. No es lo mismo un subsecretario que un portero, dicho espontáneamente por una ministra del gobierno muestra aquello que está bajo las cáscaras. Enormes contradicciones muestran quiénes son realmente. La tan mentada y repetida perspectiva de género resulta inexistente y difícil de entender frente a las últimas actuaciones y demoras del gobierno en el caso de denuncia por violación a una subalterna por parte del ex subsecretario Monsalve. Se lo protegió y cuidó considerando que era muy importante que le fuera a contar a la familia primero, financiado por fondos públicos hasta que el caso estalló, tomando noticia de ello a través del diario La Segunda. Un adulto se hace cargo de sus actuaciones. Un gobierno lo saca de inmediato. No fue así. Se le avisa advierte e “instruye” que vaya al hotel porque va la PDI. ¿Harían eso con los delincuentes u otros que ejercen delitos de índole sexual?
Declaraciones contradictorias que tratan de reparar cáscaras ya rotas.
El elitismo refundacional de los jóvenes y ex dirigentes estudiantiles que decían “Chile despertó” hoy gobiernan. Corrupción, poses falsas y pasos en falso. Se conoce la verdadera esencia. La vocera Camila Vallejo habló con esa frialdad y distancia que la caracteriza, del “oportunismo y aprovechamiento político” del caso Monsalve. ¿No considera lo suficientemente grave todo lo ocurrido como para que la ciudadanía esté preocupada y crítica?
La encuesta que hizo la consultora Black & White, muy asertiva en general, dice que un 99% conoce el caso Monsalve; un 74% piensa que está mal que hayan dejado dos días a Monsalve a cargo de la seguridad nacional después de conocido el hecho; un 85% se opone a que haya utilizado el avión de carabineros para ver a su familia; un 68% consideró que la conferencia de prensa del Presidente Boric fue torpeza y un 32% lo consideró transparencia; un 74% consideró que la actuación del gobierno no es coherente con un gobierno llamado “feminista” y el 66% consideró muy malo el desempeño de la ministra Tohá.
El cónclave del oficialismo realizado el miércoles pasado, “sólo” se dedicó a realizar un análisis electoral, proyectar la alianza y unidad y la agenda legislativa de acá a fin del año que viene. Curioso. “Se resistió la elección” concluyeron demostrando que la política busca el poder y no resolver los problemas de Chile. Que en el cónclave no se definan responsabilidades y los cambios que exige en un gabinete que no ha sabido ejecutar correctamente las acciones frente al caso Monsalve es preocupante.
Resistir es lo que les preocupa. No se entiende esta aseveración porque el gobierno debe terminar su mandato lo mejor posible.
Dueños de la superioridad moral que llevó a Chile a un despeñadero desde octubre de 2019 en adelante, sumado al estancamiento que comienza con el segundo gobierno de Bachelet, la compleja situación de Chile se profundizó. La violencia amedrenta, asusta y calla a los ciudadanos. La superioridad, las faltas de respeto y las mentiras de constituyentes que quisieron hacer trizas la institucionalidad de Chile a través de una destructiva Constitución se detuvo el 4-S con el triunfo del rechazo por un 62% de los ciudadanos. Pueblo sabio y luchador el chileno. Quienes se unieron con garra, pasión y sacrificio en ese momento hoy están desunidos siendo que Chile los necesita para reconstruir desde su saber la debilitada institucionalidad y gobernabilidad de Chile.
Lucía Santa Cruz menciona a Edmund Burke, en una lúcida columna el viernes pasado: “La unidad política y moral contra la amenaza de la tiranía”. Señala Lucía: “Un alto dirigente de la derecha rehúsa hacer frente común con Chile Vamos y que la unidad por la unidad no era un objetivo deseable”. La columna se llama “No confundir política con religión”, señala: “Hay sectores en la derecha como también los hay en la izquierda que no entienden la diferencia entre lógicas de la religión y las de la política y aplican criterios muy dogmáticos a temas que son esencialmente debatibles y opinables”.
Perder la posibilidad de cambiar la Constitución en diciembre de 2023 ha tenido graves costos: la gobernabilidad del país y un horizonte incierto. Los dogmas le ganaron a la política, perdiendo el A Favor por la intransigencia. Se sacrificó la modificación constitucional del sistema político, la igualdad salarial de las mujeres y tantas otras propuestas claves para el país que contenía dicha propuesta. Quienes fervientemente apoyaron esa propuesta, deberían en consecuencia promover la reforma del sistema político de manera urgente. No hacerlo es el tipo de cosas que genera rechazo a la política. Coherencia y consecuencia entre lo que se dice y hace.
Un sistema con muchos partidos puede dificultar la formación de coaliciones estables, lo que complica la aprobación de políticas y programas gubernamentales. Esto puede llevar a la parálisis del gobierno y a la incapacidad de cumplir con las promesas electorales. La fragmentación suele ir acompañada de polarización ideológica, lo que hace más difícil el diálogo y el consenso entre partidos. Esto puede intensificar conflictos y debilitar la tolerancia política, llevando a una erosión de las normas democráticas. La inestabilidad generada por un sistema fragmentado puede disminuir la confianza pública en las instituciones democráticas, lo que podría fomentar actitudes autoritarias o el apoyo a líderes populistas que prometen soluciones rápidas.
La fragmentación partidista puede comprometer seriamente la funcionalidad y estabilidad de una democracia. Se debe dar urgencia a la reforma del sistema político más allá de las conveniencias partidarias.
Chile tiene una débil institucionalidad por todo lo descubierto en las últimas semanas y una frágil gobernabilidad producto de la fragmentación política y la explosión de independientes que en muchos casos se desconoce qué piensan profundamente, de donde vienen y quienes son.
Priorizar al partido y su fuerza parlamentaria frente a la posibilidad de gobernar Chile al menos dos o tres períodos consecutivos en unidad es un despropósito. Conformar una coalición amplia y abierta que elija a los mejores y con experiencia en los cargos que se deben cubrir. Son muchos más los puntos que unen a quienes rechazaron en el plebiscito de 2022, que aquellos que los desunen. No hacerlo es inadmisible en los complejos tiempos que hoy atraviesa Chile.
Deponer los intereses personales fue el gran logro de los 30 años. Se terminó la Concertación por la pérdida de confianzas y la confusión en el orden de los objetivos de la clase política que debe priorizar a Chile por encima de sus propios intereses.
Encontrar la común humanidad dentro de las diferencias requiere generosidad y hasta bondad. No hay seres que piensen idéntico, los matices existen y sólo enriquecen. Para poder coexistir en paz se deben aceptar las diferencias y converger en las mismas. Se trata de una decisión estratégica por la Patria que requiere diálogo, empatía y compartir ciertas prioridades. (El Líbero)
Iris Boeninger



