Escribo estas líneas no como candidato presidencial, sino como ciudadano preocupado. El problema de La Araucanía no puede quedar en planes para un próximo gobierno. Ha alcanzado tal nivel que lo que debe hacerse tiene que ser ahora.
Primero, no hay que caer en simplismos. Los gobiernos, todos, y en especial los de centroderecha, tienden a ver este tema reducido a un esquema binario, como si se tratara de un problema de orden público y/o de pobreza. ¿Hay un problema de orden público? Por supuesto. Hace mucho tiempo que en La Araucanía no hay Estado de Derecho y que la impunidad es total. En los últimos años ha habido más de 400 atentados y no hay detenidos. Es la realidad. ¿Hay un problema de pobreza? Por supuesto. Ocho de las diez comunas más pobres de Chile tienen población mayoritariamente mapuche. Pero el problema es mucho más de fondo. Es de orden público, es de pobreza, pero también es histórico, es cultural, es político.
La violencia es la fiebre. Pero la fiebre es el síntoma de una enfermedad detrás. Está claro que hay que bajar la fiebre. Pero no basta con eso. Aquí lo que se necesita es que el fin de la impunidad vaya acompañado de un Nuevo Trato con el pueblo mapuche.
Vamos al fin de la impunidad. Hoy las policías no detienen a nadie, y la Justicia no castiga a nadie. Por tanto, lo que partió con las tomas de campos siguió con la quema de camiones, con incendios a casas, con asesinatos y con atentados en las puertas de Temuco. No existe inteligencia policial. Hasta las empresas forestales deben tener equipos de “inteligencia” superiores a los de las policías. Los grupos terroristas, que hoy exceden con mucho a la causa mapuche, tienen mejor armamento que Carabineros. Faltan vehículos blindados, helicópteros, que sean capaces de transportar 15 hombres equipados para ayudar rápido en zonas atacadas. Faltan cámaras, drones especiales, lentes con visión nocturna.
Conocemos los problemas administrativos de Carabineros y que hacen que cuando se echa a perder un auto, pasan meses antes de ser reparado. Súmenle a esto la alta rotación de personal que año a año llega a “aprender”. La inteligencia eficaz requiere permanencia en el tiempo.
Mucho se ha hablado de que las causas judiciales sean vistas por jueces en otras regiones, para evitar el temor a las represalias. Pero nada se ha hecho. En síntesis, la cadena policías, fiscales, jueces hoy no está funcionando, y hay fallas que van desde las diligencias iniciales hasta la presentación de pruebas que son desechadas porque están mal tomadas y/o por temor a represalias.
El fondo de reparación de víctimas es burocrático e insuficiente. Los seguros nunca funcionaron.
¿Para qué seguir? La ineficiencia del Estado la conocemos, y hace más agua todavía en situaciones de estrés institucional como la que se vive allá.
Pero hay que tener claro que la solución definitiva pasa también por un Nuevo Trato con el pueblo mapuche, que merece ser entendido, reconocido y valorado en su cosmovisión y en su cultura como pueblo originario. Y esto no pueden ser puras promesas incumplidas. El reconocimiento constitucional lo comprometió Patricio Aylwin hace ya más de 30 años. Nunca se hizo. Los escaños reservados en el Congreso nunca fueron una realidad, y espero que lo sean en el futuro, ahora que por primera vez eso tendrá lugar en la Convención Constitucional. ¿Por qué se está perdiendo el mapudungún? Porque durante décadas los mayores dejaron de enseñárselo a sus hijos, ya que si lo hablaban en la escuela, eran discriminados y hasta castigados. Si es necesario crear Tribunales de Tierras, hagámoslo.
Este Nuevo Trato no solo debe hacerse sí o sí, sino que también representa una gran oportunidad. Así lo entendieron en su momento Australia, Canadá, Estados Unidos, entre otros, y por supuesto Nueva Zelandia, que pasó de ser el país de los kiwis a “venderse” al mundo con el haka, orgullosa de su identidad maorí.
En síntesis, el fin de la impunidad y el Nuevo Trato son dos caras de una misma moneda. El Presidente tiene razón cuando dice que se requiere un acuerdo político transversal. Pero para las dos cosas. Démosles a las policías los recursos para tener inteligencia de verdad, para que se equipen tecnológicamente. Especialicemos a los mejores hombres de esas instituciones, sin cambiarlos a cada rato. Entreguémosles respaldo político. Si es necesario que las causas sean vistas en otras regiones, hagámoslo. Si se requieren nuevas leyes, aprobémoslas. Pero esto tiene que ir de la mano del Nuevo Trato. Reconozcamos y valoremos la diversidad. Si lo hacemos, las dos caras de la moneda serán paz y prosperidad. (El Mercurio)
Joaquín Lavín Infante