Juntos

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A diferencia de las últimas municipales, en las que el FA y el PC humillaron al PS y al PPD, al desahuciar pactar con ellos sin aviso previo y en las puertas del Servel, ahora converge todo el oficialismo, incluyendo a la DC. ¿Se trata solo de un pacto electoral o también de un común proyecto político? ¿Qué proyección tiene? ¿Debiera importarnos?

Por cierto, todos permanecerán arriba del barco mientras dure este gobierno, aunque ya parezca condenado solo a administrar problemas. Hasta entonces habrá alianza. La pregunta es pertinente para después. Salvo error propio o imprevisto, lo que viene debiera ser lo que es tradición desde hace ya 15 años: el gobierno lo ganará la oposición; esta vez, la derecha y probablemente con su abanderada, que puntea en las encuestas. La oposición de hoy será gobierno. En esa coalición no cabe esperar sorpresas.

Más incierto es el futuro de la centroizquierda y de la izquierda, que hoy festejan su pacto. No me refiero a cuántos parlamentarios tendrán, y ni siquiera al talante opositor con que enfrentarán al probable futuro gobierno de derecha. Me pregunto si ellos tendrán uno o más proyectos políticos. Por desgracia, se puede ser oposición sin tener un proyecto político. Si así sucediera, la futura oposición no pasará de ser un conjunto de voces que harán ruido; un grupo variopinto de parlamentarios, la mayoría algo díscolos, que solo se coordinarán para votar los proyectos del gobierno y acordar nuevos pactos electorales.

Si bien el Frente Amplio nunca tuvo un programa político claro, si bien nunca explicitaron bien la letra de su canción, sí resultaba atractiva su música: Una misma crítica al neoliberalismo, que empatizaba con el malestar de Chile; un mismo ímpetu; una misma generación, sin la mácula de los viejos políticos. Saldrán del gobierno en la bancarrota. Lo que prometían no pudo ser, se develó más como un sueño que un programa de realizaciones plausibles; sus almas impetuosas y limpias resultaron ser tan grises como las de todos y se mostraron ineptos en el manejo del Estado. Apenas salvados por personeros del Socialismo Democrático y algunos comunistas.

Pero tras esa música, cuando era atractiva, terminó marchando el Socialismo Democrático. Golpeándose el pecho de su pasado concertacionista, se quedaron sin imagen. Llamados a ser gobierno, sus ministros y mandos logran salir jugando, gestionan problemas, pero tampoco exhiben un proyecto. Fueron invitados, pero este no es su gobierno.

¿Cómo se proyectará luego de la próxima muy probable derrota presidencial el Socialismo Democrático? Un texto no oficial, pero bendecido por los presidentes del PS y del PPD, comienza a planteárselo. Tiene el valor de hacerse preguntas relevantes para cualquier plan político de largo plazo. Tiene la valentía de reconocer que “las aspiraciones y expectativas de las familias, las prioridades y temores de los ciudadanos… no están siendo bien comprendidos por el Socialismo Democrático…”. Tiene pocas respuestas y su enfoque sigue inexplicablemente aferrado a una matriz marxista. Así, no logrará ser el primer manifiesto socialdemócrata. Pero su valor está en las preguntas, y en reconocer que “sin un horizonte común, justificado a partir de opciones racionales y razonables … los sectores democráticos que promueven la justicia social y la sustentabilidad no tendrán la capacidad de cambiar las cosas”. ¿Será la primera manifestación —por incipiente y defectuosa que sea— de ir por una identidad socialdemócrata, por un polo de centroizquierda con proyecto propio?

Muchos mirarán esto de las alianzas como cuestiones puramente electorales. ¿Con cuál coalición ganamos la próxima elección? ¿A cuál derrotamos más fácilmente? Pero si no se explicita una opción socialdemócrata, reformista, con adhesión incondicional a la democracia liberal y que reconozca sin tapujos su adhesión a un capitalismo, aunque regulado y tutelado (no ahogado) por el Estado, en todo lo que exija el bienestar general; si un proyecto así no nace, no se explicita y partidos fuertes no adhieren a él sin complejos, la política chilena andará coja y la socialdemocracia y la Democracia Cristiana seguirán corriendo tras una izquierda que ya no tiene ni proyectos ni aura.

Si, en cambio, el Socialismo Democrático, la Democracia Cristiana, los radicales y liberales son capaces de articular un proyecto basado en esos pilares; entonces sí tendrán voz propia. Tenerla es el primer requisito para pararse seriamente en política. La pura astucia electoral no resulta suficiente. (El Mercurio)

Jorge Correa Sutil