Jeannette Jara y Pedro Aguirre Cerda

Jeannette Jara y Pedro Aguirre Cerda

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He leído varias veces la columna de Ignacio Walker (martes). La primera vez terminé muy preocupado. Al punto que me pregunté, “¿qué le pasa a mi amigo?”

Sin embargo, la segunda y tercera lectura me arrancaron una sonrisa, pues me di cuenta de que era una parodia, un sarcasmo, una larga ironía, un texto bufo.

¿Qué pasajes me hicieron concluir que se trataba de una broma?

Primero, la afirmación de que Gabriel Boric demoró 30 días —entre la primera y segunda vuelta— en pasar de aspirante a revolucionario a socialdemócrata. La verdad es que, después de tres años, aún no está claro que nuestro Presidente suscriba las ideas de la socialdemocracia. Y los atisbos que hemos visto solo aparecieron después del plebiscito del primer proceso constitucional. Entre la primera vuelta y el plebiscito pasaron 287 días, no 30.

El segundo pasaje que me convenció que lo de Walker era una sátira fue la idea de que Jeannette Jara seguirá la tradición de Pedro Aguirre Cerda y le dará la espalda a la memoria de Salvador Allende.

Es verdad que el Frente Popular del Presidente Aguirre Cerda incluía a los comunistas, pero él era un radical de raigambre conservadora y de ideas gradualistas. Los comunistas estuvieron adentro, pero eran comparsa. Don Tinto los mantuvo a prudente distancia. No hubo ningún ministro comunista. El militante PC de mayor nivel en la administración fue el secretario general Carlos Contreras Labarca, quien fue miembro de la Junta de Exportación Agrícola.

En varias entrevistas Lautaro Carmona ha dicho que las políticas de su partido —que ya es el eje indiscutido de la nueva coalición— tienen como base el pensamiento del Presidente Allende. Es muy difícil pensar que, dentro de su corazón, Jeannette Jara se aleje de esta postura,

Pero lo que sugiere con claridad que Walker hizo una broma fue la frase final: “En la fiesta de Jeannette habrá muchas empanadas y vino tinto, mientras que la hoz y el martillo brillarán por su ausencia”. Para ponerle la guinda a la torta solo faltó decir: “¡Y será hermoso!”. (El Mercurio)

Sebastián Edwards