Imperfecta, pero no fallida

Imperfecta, pero no fallida

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La Unidad de Inteligencia de la revista The Economist publicó los resultados de su último estudio sobre la calidad de la democracia en el mundo. La novedad para nosotros es que Chile salió del selecto grupo de países (21) que se consideran democracias plenas, en el que se mantuvo hasta el informe anterior. Ahora ha sido clasificado en el de las democracias imperfectas (la segunda categoría en calidad democrática), un estatus que comparte con países como Francia y España, que están inmediatamente por encima de nuestro país, y Estados Unidos, Italia, Bélgica, que, increíblemente, se sitúan por debajo. Así y todo, Chile se posiciona entre las 25 mejores democracias a nivel mundial, casi todas de países desarrollados.

Lastimosamente, nuestra región no emerge como un modelo democrático ni mucho menos. Al contrario, es donde más ha retrocedido la democracia en el mundo. Empeora en los casos de Colombia, Perú y Argentina (también entre nosotros), mientras que Perú y México clasifican en posiciones desmedradas (#71 y #86 respectivamente), lo mismo que Ecuador y Bolivia. Ni hablar de Venezuela y Cuba, que se encuentran en los últimos lugares del ranking, más cerca de Afganistán –que lo cierra–  que de Noruega y Nueva Zelanda, que lo encabezan.

La pregunta que cabe formular a quienes aspiran sin titubeos a refundar la democracia chilena es la siguiente: si bien retrocede algunas posiciones, pero aún está entre las mejores del mundo y de la región, ¿cuál es la razón por la cual habría que refundarla en lugar de perfeccionarla, tomando para ello el ejemplo de los países que lideran en cuanto a la calidad de sus democracias (Uruguay y Costa Rica en América Latina)? Si algo está funcionando, y aunque imperfectamente lo hace razonablemente bien –es lo que dice el referido estudio de nuestro caso –, ¿cómo es que para algunos en la Convención Constitucional habría que cambiarlo casi todo, copiando además ideas que han sido aplicadas en países latinoamericanos cuyas democracias decaen o fracasan en medio de populismos y estados notoriamente fallidos?

Ninguna de las naciones que se encuentran en la parta alta del ranking elaborado por The Economist se encuentran en medio de procesos tendientes a modificar y reemplazar sus constituciones, ni enfrentan algo parecido al riesgo de la hoja en blanco y la refundación, como en el caso de Chile, el único de ese grupo sometido a una encrucijada de ese tipo. En esto sí que hay excepcionalidad chilena en toda la línea.

Si se agregan a los resultados del estudio en cuestión otros que se realizan internacionalmente respecto a diversas materias, como desarrollo humano, pobreza, salud, educación, en los que nuestro país lidera en la región (o se posiciona invariablemente entre los mejores), la refundación que alientan esos convencionales se vuelve todavía más inexplicable. Para ellos el grave estallido social de 2019 habría sido la culminación de un modelo fallido, lo que incluye a nuestro sistema democrático –en abierta contraposición con la tesis de Carlos Peña–. En consecuencia, poco o nada habría que conservar de él.

Es de esperar que los resultados del reciente estudio de calidad de la democracia -ignorarlos no parece juicioso- resulten útiles para la discusión y deliberación que tiene lugar en la Convención Constitucional, donde se aspira a determinar el rumbo de la nación hacia un futuro plagado de exigentes desafíos. ¿O será una mera ingenuidad siquiera suponerlo? (El Líbero)

Claudio Hohmann

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