Hace unos días, la exministra y actual candidata Jeannette Jara nos compartió una profunda reflexión sobre la democracia y la política internacional. Con algo de solemnidad académica aseguró que en Cuba no hay dictadura. No, nada de eso. Simplemente, allá hay “un sistema democrático distinto del nuestro”. Quizás una variante exótica, como un café con sal o un helado sabor cemento.
Me permito disentir, aunque con algo más que palabras. Hace un poco más de un año, durante los Juegos Panamericanos realizados en nuestro país, conocí de cerca a un grupo de jóvenes deportistas de la delegación cubana. Eran talentosos, disciplinados, esforzados… y tenían un objetivo paralelo al deportivo: huir.
Sí, huir. Finalizado el partido de hockey contra Uruguay, y aprovechando una ventana de 15 minutos, lograron escapar de la Villa Panamericana, esquivaron la vigilancia que les había impuesto el régimen simulando un paseo por las instalaciones. Durante su huida, se cruzaron con un profesor y tuvieron que esconderse para no ser descubiertos.
Abandonaron su delegación sin más compañía que el miedo y la esperanza. ¿El motivo? Sabían que si regresaban a su “democracia distinta”, quedarían atrapados de por vida. También sabían que su decisión les costaría el derecho de volver a ver a sus familias durante años —tal vez nunca más—. Y aun así lo hicieron.
Hoy viven en Chile. Con dificultades, pero también con algo que en su isla era impensable: libertad. La mayoría sigue ligada al deporte, se esfuerzan por construir aquí una vida nueva, libre del control y vigilancia del régimen del que escaparon. ¿Es eso lo que la exministra llama democracia? ¿Un sistema en que jóvenes de 19 años deben desertar en silencio y temblando para poder respirar? ¿Una “democracia” donde escapar equivale a pedir refugio y exiliarse de por vida?
Confundir semejante represión con democracia no es solo una frivolidad política. Es una falta de humanidad.
Porque sí, las democracias pueden ser distintas… pero hay una línea que las distingue de las dictaduras: en una democracia, nadie necesita escapar. (El Mercurio Cartas)
Nicolás Monckeberg Díaz