Globalismo feudal-Vanessa Kaiser

Globalismo feudal-Vanessa Kaiser

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Libros y películas, cómics y guiones de teatro, música y arte… en todas las formas de expresión los creadores de la humanidad han descrito mundos que creímos imposibles y que han terminado por hacerse realidad. Desde volar por los aires hasta hablar mirándonos, como si estuviésemos presentes, pero estando a kilómetros de distancia. Gracias a la imaginación y la fantasía hemos transformado nuestra realidad millones de veces en diversos infiernos paradisíacos y paraísos infernales. ¿Por qué no creo en ninguno de esos escenarios sin su opuesto correlativo? Porque la vida en nuestro planeta implica la corrupción y degradación de lo material. Pero, además, debido al fenómeno propio de todo lo vivo, las circunstancias mudan del mismo modo que lo hacen las intenciones de quienes crean inventos, implementan técnicas o abrazan teorías. De ahí que la felicidad de un mundo como el imaginado por Huxley nos cause horror, así como, desde las antípodas, el heroísmo en las guerras que desangran a los pueblos nos devuelva la esperanza en el ser humano y sus posibilidades más altas. Así, la vida nos expresa su potencial contradictorio, desafiando las exigencias racionales de la lógica permanentemente, manteniéndonos entre el asombro que nos provocan los milagros en el infierno y la estupefacción de los espantos que observamos en el paraíso.

Una de las ficciones más temidas es el control del planeta por un solo organismo. Encontramos la lucha en contra de la bestia del Apocalipsis político en El Señor de los anillos. Es desde una especie de panóptico instalado en Mordor que Sauron, el señor oscuro, observa y controla con un ojo rojo, desprovisto de párpados, todo lo que sucede en la Tierra Media; no hay lugar alguno que escape a su control. ¿Se le ocurre algo más tenebroso? ¿No poder escapar por ni un sólo segundo al control absoluto global?

Hoy estamos más cerca que nunca de ese infierno. No sólo por el pase de movilidad sobre cuyas consecuencias políticas nadie discute, sino, además porque la destrucción de los derechos individuales bajo el pretexto de cuidarnos la salud y salvar nuestras vidas es un hecho indesmentible. Austria se ha coronado como el primer país del mundo en transparentar la obligatoriedad de la vacuna. Porque seamos honestos, hace rato que es obligatoria bajo el supuesto de que una persona no vacunada es un riesgo para los demás. El caso de Djokovic es ejemplar. Y nos damos cuenta del absurdo cuando vemos que hay personas no vacunadas perfectamente sanas y vacunados que contraen la enfermedad.

Hoy, el que no está de acuerdo no puede ni publicar abiertamente lo que piensa en las redes- será rápidamente censurado por el control global- ni salir a protestar. Los gobiernos han suprimido el derecho a manifestarse bajo el pretexto de los contagios. La persecución de los individuos raya en lo psicótico. Un joven me cuenta que lo tomaron detenido en Alemania simplemente por estar en el mismo vagón de metro donde un grupo se organizaba para ir a protestar. La policía vestida de civil detuvo al vagón completo y todos los viajeros, viejos y jóvenes, se enfrentan a un proceso judicial. Si eso no es un amedrentamiento y un abuso de poder propio del totalitarismo, entonces habría que torcer el espíritu de la democracia como lo propone Gramsci cuando afirma que, bajo el nuevo discurso hegemónico, los ciudadanos confundirán opresión con libertad.

Visto desde fuera, el planeta avanza a pasos agigantados hacia un feudalismo global en el que la ONU y la OMS, bajo fuerte influencia del gobierno chino, hoy se han transformado en un poder que arrasa la independencia de las naciones y asegura la violación a los derechos humanos que ejecutan países como Venezuela. Si no me cree, vea quiénes juzgarán la situación de los venezolanos. Ni más ni menos que Cuba, Somalia e Indonesia. Los tres países tienen récords en el atropello de las libertades básicas de sus ciudadanos.

El escenario se complejiza cuando integramos variables como el empobrecimiento de los países producto de las medidas tomadas para enfrentar la pandemia. Hoy muchos de ellos han pasado a depender de los créditos chinos y no tienen ninguna defensa interna para enfrentar una posible agresión bélica del gigante asiático en caso de no pago. Esta situación se extiende lentamente, como un fantasma invisible, hacia otros lugares del globo terráqueo. Pero no es sólo en términos de dependencia económica. Lo cierto es que, con la supresión total de las voces disidentes sobre las medidas de los gobiernos ante la pandemia y el avance incontrarrestable del control gubernamental sobre cada uno de los ciudadanos, es muy probable que en menos de una década el imperio asfixie con sus dos brazos -el económico y el político-cultural- las democracias occidentales. En suma, las naciones están a poco de transformarse en feudos del gigante asiático. Con ello, el tipo de vida del ciudadano del totalitarismo se habrá convertido en la religión del nuevo paraíso bajo la promesa de un Estado que nos evitará la enfermedad, la muerte y la escasez material.

Si piensa que exagero, vea la locura de personas que ya plantean cambiar el pase de movilidad por un chip que nos injertarán bajo la piel y la puesta en marcha de Space X, con más de 1.500 satélites orbitando el espacio. Aunque el proyecto del chip no avance, ya es suficiente con el control que se ejerce por el pase. Así nos estamos acercando a hacer realidad el infierno descrito por Tolkien: el ojo de Sauron nos vigilará desde el cielo y la tierra. Quienes estamos conscientes del peligro nos preguntamos si, en el marco del nuevo orden mundial, será posible el milagro. (El Líbero)

Vanessa Kaiser

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