El factor K en esta elección no es Kast, es Kaiser. Este diputado de aspecto duro, voz cuidadosamente grave, excelente labia y pinta tradicionalista, está una vez más en el ojo del huracán, apenas días antes de la primera vuelta. En medio de la franja y los debates, el mismo Kaiser que la rompió en el verano -llegando a superar a Kast en algunas encuestas- pero que después pasó un invierno sin pena ni gloria, hoy vuelve a repuntar, confirmando al menos dos grandes clichés: aquel que dice que, en política, una semana es mucho tiempo, y aquel que considera que no se puede matar a ningún candidato antes de tiempo.
Kaiser hoy vuelve a brillar ante una opinión pública frenética y furiosa, y aunque sigue siendo difícil que pueda alcanzar el porcentaje necesario para llegar al balotaje, al menos se instalará como un político de peso, y de paso, instalará a varios Nacionales Libertarios en el Congreso. Nada mal para un tipo que, hace apenas algunos años, era un influencer por YouTube.
Si bien tuvo un inicio de campaña tibio y reguleque, en estas últimas semanas ha logrado despegar. No tiene nada que perder, y por tanto, ha sido la peor de las pesadillas para José Antonio Kast: el diseño de Kast del Gobierno de Emergencia, cuando sólo tenía competencia a su izquierda y no debía meterse en temas complejos ni en batallas culturales, era idílico. Sin embargo, otro Sr. K se le metió por la derecha, y no sólo lo ha descolocado en términos de relato, sino también electorales: según la encuesta Cadem, Kast ha bajado 9 puntos en tres meses, mientras que Kaiser ha subido siete en el mismo período. El trasvasije es casi perfecto.
Todo lo anterior genera al menos una luz amarilla, tanto para el mundo de Kast, como también para Matthei, los moderados y todo los que esté a la derecha de Jara. En una elección híper polarizada, en la que ni Parisi ni Mayne-Nicholls han prendido como se esperaba, hay que mirar a estos personajes que empiezan a subir como la espuma. Sobre todo después de actos masivos como el de Osorno de esta semana, en el que —luego de una introducción que, como siempre, incluyó el Himno Nacional con sus dos estrofas, y un taquillero jingle en el que se habla de la casta política que se reparte los impuestos como motín, “pero el alma de mi patria no se rinde, no es tu esclava”— Kaiser no dejó títere con cabeza: dijo que retiraría la candidatura de Bachelet a la ONU, y que Chile se saldría del Tratado de Escazú y de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos. Se tiró en contra del gobierno de Piñera, ofreció combos a Bolivia (“si siguen habiendo autos chilenos allá, lo van a pasar muy mal, y le van a tener que cambiar el nombre a la capital; porque La Paz no va a ser”), e incluso habló de su “venganza” (literal), que incluirá explícitamente meter a la cárcel a Artés.
Este estilo K sólo va a seguir brotando en estos últimos días. Y por tanto, hay que tomar en serio al personaje. Luego, en lo que le resta a esta columna, quiero proponer una serie de temas breves (estilo Q&A), para revisitar y desmitificar a este es youtuber que hoy se alza como un personaje imposible de pasar por alto.
1. ¿Es competitivo Kaiser frente a Jara?
No. Y precisamente por eso es peligroso para la oposición levantarlo tanto. Si los electores de derecha -o de oposición amplia- ven con temor la posibilidad de que el oficialismo siga gobernando y que, por primera vez, una militante del PC llegue a La Moneda, apostar por Kaiser es una jugada temeraria, irresponsable y destinada al fracaso. Diversas encuestas muestran que tanto Matthei como Kast le ganarían con holgura a Jara en una segunda vuelta. En cambio, Kaiser no logra capitalizar ese voto anti-Jara: la última Criteria los muestra empatados, y la reciente CEP indica que un 67% de los consultados “nunca votaría” por él. Es decir, tiene un techo bajísimo que hace inviable su postulación; nunca llegará al cincuenta más uno.
No. En rigor, es un conservador con discurso liberal. El libertarianismo, heredero del liberalismo clásico de Hayek o Adam Smith, se centra en la libertad individual frente al Estado. De hecho, el mismo Mises Institute, seguidor de esta corriente, señala que los libertarios son la evolución de los liberales clásicos. Kaiser, en cambio, apela más al proteccionismo. Habla de libertad, sí, pero entendida como soberanía o independencia frente a potencias extranjeras, y de hecho, así aparece literalmente en los principios de su partido. Su programa recurre constantemente a Dios y a la familia constituida por un hombre, una mujer y los hijos en común (¿parejas sin hijos? olvídense). Por eso, más que libertario, Kaiser es un nacional-conservador, y su partido en verdad debería llamarse Nacionalista a secas. El papel no puede aguantar tanto.
3. ¿Está Kaiser más a la derecha que Kast?
Sí, sin duda. Y no sólo en el fondo, sino también en la forma. Hace pocos días, Kaiser criticó públicamente a Kast por “moderar” su discurso para conquistar votantes de centro. Con ello se instala como el guardián de la ortodoxia retórica, alguien que dice lo que piensa sin medir costos. Además, su narrativa de pureza -frente a un Partido Republicano por primera vez pragmático- le ha servido para presentarse como un derechista valiente, sin culpas. Prueba de ello es que parte de su ascenso se puede deber a que, dentro de los republicanos, comenzaron a aparecer “parásitos” que han trabajado o siguen trabajando para el Estado, lo que es casi pecado mortal para el mundo más momio.
En parte sí. Desde cierta perspectiva, el relato de Kaiser es similar al de Kast cuatro años atrás, mucho más doctrinario, conservador y fuertemente nacionalista, antes de abordar el frame del gobierno de Emergencia. Pero el parecido no es total: el actual diputado tiene también mucho de Parisi 2021, por su dominio de las redes sociales y su capacidad para convertir la política en espectáculo. Kaiser no sólo desafía a Kast por la derecha, sino que también a Parisi por el mundo digital y desideologizado. Lo que genera en redes es una verdadera pasión, sólo comparable con lo que fueron los Bad Boys a comienzos de esta década.
5. ¿Es Kaiser populista?
Probablemente sí. Su liderazgo es carismático y personalista, basado en la confrontación entre pueblo y casta. Ofrece soluciones simples a problemas complejos, construye una narrativa en base enemigos internacionales, y anuncia medidas de alto impacto sin detallar cómo las implementaría. Un populista temprano, como Perón, se basaba en dolores económicos; Kaiser, en cambio, se basa en la migración descontrolada y la falta de seguridad. Pero en ambos casos, la emoción precede a la razón.
Como conclusión, hay que tomar en cuenta el Factor K. Puede que no llegue a segunda vuelta, pero su irrupción ya alteró el mapa: está obligando a Kast y a Matthei a derechizarse, y tiene incomodados a los candidatos alternativos, como Parisi. Kaiser probablemente no gane la elección, pero sí puede ganar la discusión. Y eso es clave, si miramos a largo plazo. (El Líbero)
Roberto Munita



