Hace pocos días, la noticia de las extorsiones a colegios en Lima dejó un muy mal sabor; no sólo por la cercanía con nuestro país, sino porque el delito también irrumpió con fuerza en Chile –junto con la nueva delincuencia que nos asola– y no tenemos garantías de que aquí, la extorsión no evolucione a esos ritmos y magnitudes.
Me refiero a que en lo que va de 2025, más de 170 colegios en Perú han cerrado debido a amenazas y extorsiones de bandas criminales, una cifra que no es menor. Pero no se ha quedado sólo allí, también han secuestrado alumnos, apoderados y profesores para demostrar que son capaces de cumplir lo que dicen. Ante esta dinámica, los delincuentes exigen sumas significativas de dinero lo que demuestra la alarmante transformación que ha sufrido el delito de la extorsión en los últimos años.
Históricamente, la extorsión en el vecino país se concentraba en sectores como el transporte público. Bandas criminales imponían “cupos” a empresas y conductores, recurriendo a la violencia para asegurar el pago. Según un informe que fue publicado en el diario El País en octubre de 2024, estas mafias estaban vinculadas a asesinatos y tenían, al parecer, conexiones con el Congreso peruano y eso obstaculizaba reformas legislativas destinadas a combatir el crimen organizado.
Una de las bandas más peligrosas en Perú dedicadas a este delitos, de acuerdo a las investigaciones hechas por el Departamento de Inteligencia y Análisis Territorial de Insight Security, es la de Los Pulpos. Ellos comenzaron sus actividades delictivas durante la década de 1990, en la ciudad de Trujillo, e inicialmente se dedicaron a asaltos y robos. Con el tiempo, expandieron sus operaciones a delitos más graves, incluyendo secuestros y extorsiones.
Cuando el Tren de Aragua llegó a Perú, se asoció con los Pulpos y como parte de la estrategia, intensificaron la violencia asociada a la extorsión y diversificaron el perfil de las víctimas. A partir del 2021, “Los Pulpos” acentuaron sus actividades de secuestro y extorsión, focalizándose en empresarios de la región de La Libertad. Durante este período, se registraron al menos cinco secuestros, dos de los cuales resultaron en el asesinato de las víctimas.
La expansión de estas bandas peruanas y venezolanas a Chile sugiere que el fenómeno de la extorsión no reconoce fronteras. Aunque en nuestro país, este delito no ha alcanzado los niveles observados en Perú, la presencia de estas organizaciones es motivo de preocupación. Es esencial que nuestras autoridades fortalezcan las medidas de seguridad y establezcan canales de cooperación internacional para prevenir que estas prácticas se arraiguen.
También, hay que tomar en cuenta que los recursos que existen hoy día en Chile (para combatir la delincuencia) deben ser mejor administrados, por ello, se hace tan urgente incorporar tecnología. Con softwares que permitan la interoperabilidad, se podrán potenciar los recursos que hoy día tenemos y que parecieran ser insuficientes para combatir estos fenómenos criminales que se han enquistado como un cáncer terminal. (Red NP)
Gonzalo Cornejo
CEO Insight Security



