Mientras Pekín combina poder naval, tecnológico y diplomático, su influencia empieza a rozar el hemisferio sur. América Latina debe decidir si seguirá observando o actuará con previsión.
Una advertencia global
En los últimos años, el vertiginoso avance militar de China ha dejado de ser un asunto meramente asiático. Según el Informe sobre el Poder Militar de China del Departamento de Defensa de EE. UU., Pekín está construyendo una capacidad de “proyección global”, combinando desarrollo naval, espacial y cibernético. Su objetivo es claro: consolidar una fuerza capaz de ejercer influencia más allá de sus mares cercanos.
El laboratorio de guerra en Ucrania
La guerra en Ucrania ha revelado el verdadero alcance de esa estrategia. Investigaciones de The Washington Post y Reuters confirman que fábricas chinas suministran a Rusia componentes críticos para drones —sensores ópticos, baterías de litio y cables de fibra—, incluso con expertos chinos colaborando en empresas rusas sancionadas. Detrás del discurso de neutralidad, Pekín ha convertido el conflicto europeo en un campo de pruebas para su industria militar, sin disparar un solo tiro.
Más allá del mar de China
El acelerado desarrollo de los grupos de portaaviones chinos tampoco responde a necesidades locales. De acuerdo con el Center for Strategic and International Studies (CSIS), estas flotas no apuntan a Taiwán, sino a expandir el alcance naval de China más allá de la Primera Cadena de Islas. El RAND Corporation agrega que la base de Yibuti —la primera de China en el extranjero— es solo el inicio de una red global destinada a proteger sus rutas energéticas y sus aliados políticos.
La revolución tecnológica del poder militar
El nuevo ejército chino combina inteligencia artificial, satélites, comunicaciones cuánticas y automatización de mando. Este entramado le permite dirigir operaciones y recolectar información a distancia, reduciendo costos y aumentando precisión. Si este modelo se proyecta hacia otros continentes bajo el disfraz de “cooperación tecnológica” o “infraestructura civil”, podría introducir capacidades de vigilancia o logística con potencial uso militar.
América Latina en el tablero estratégico
Durante dos décadas, China ha tejido una red de comercio e inversiones en América Latina. Ahora, la frontera entre cooperación económica y penetración estratégica comienza a difuminarse. La instalación de estaciones satelitales, centros de control de drones o puertos gestionados por empresas chinas podría, en el futuro, integrarse en una arquitectura de proyección global. Las decisiones que hoy parecen meramente comerciales podrían tener implicaciones de seguridad mañana.
Un eje de poder alternativo
Paralelamente, Pekín profundiza su coordinación con Rusia e Irán, construyendo una red político-militar que desafía la arquitectura liberal occidental. Si esta alianza encuentra eco en gobiernos latinoamericanos afines, podría traducirse en presión diplomática, influencia mediática y dependencia tecnológica.
Una sombra que se aproxima
A corto plazo, este escenario parece lejano; sin embargo, la expansión militar china ya es una realidad tangible. Cuando la frontera entre economía, tecnología y defensa se borra, las naciones latinoamericanas deben preguntarse si están preparadas para enfrentar una nueva forma de poder: silenciosa, persistente y global. (Red NP)
Andrés Liang
Analista en política internacional y relaciones Asia-Latinoamérica



