Segundo, el modelo neoliberal extremo y desregulado tuvo varias consecuencias en Chile: 4) elevada segregación urbana y educativa; 5) individualismo extremo, así como desconfianzas interpersonales y grupales; 6) irritación por abusos no castigados; 7) inequidades de todo tipo; 8) sensación de fragilidad económica en vastos sectores de clase media y de egresados universitarios endeudados con cartones truchos; 9) anomia, un deterioro generalizado del contrato social. Así, se incubó un millón de manifestantes, y 58% del país que no quiere que las protestas se detengan.
Tercero, el Estado mantuvo por décadas grave negligencia respecto de: 10) el abuso infantil y la violencia intrafamiliar; 11) las patologías mentales; 12) muchas escuelas públicas convertidas en guetos de elevada deserción; 13) cárceles con elevada reincidencia; 14) permisividad respecto de la emergencia de narcos, anarcos y barras bravas. Estos problemas no preocupaban mayormente a la élite. Se formó así un ejército potencial de violentistas a punto de descargar su ira sobre la sociedad, aprovechando las marchas pacíficas.
Estos elementos se sumaron a: 15) la contingencia de un gobierno políticamente inepto, de actitudes “gerencialistas” y clasistas, como los de Macri y Kuczynski, con numerosas declaraciones absurdamente desafortunadas previas al estallido. Bastó así con: 16) una minichispa de 30 pesos, más una maxichispa (posiblemente planificada) en siete estaciones de metro, para detonar la conflagración.
La élite chilena no había querido reaccionar antes a las denuncias de abusos e inequidad, con meras marchas pacíficas. Ahora pagamos todos el costo de una violencia nihilista que se desbordó en magnitud, duración y virulencia, con participación de actores que no tienen ningún interés en detenerla, como los “del baile de los que sobran”, anarcos y narcos. Ya es muy difícil de parar, aun con buenas propuestas sociales y constitucionales. Se suma otro círculo vicioso difícil de romper: 17) violencia > reacción de una policía inepta y desbordada > inevitables muertos y heridos > oposición, manifestantes y violentistas denuncian violación de DD.HH. como política de gobierno > acusaciones constitucionales > más violencia.
El escenario más probable es que el país continúe en crisis, tal vez a fuego algo más lento y no tan dramáticamente como en los meses iniciales, pero sin parar al menos hasta la próxima elección presidencial, y con deterioro económico persistente. Este escenario solo podría modificarse con un virtual milagro político: la conformación de un gobierno de unidad nacional cuyo programa sea un cambio constitucional mayor, y un aumento significativo de la recaudación y la deuda pública para financiar un pacto social y de desarrollo económico y ambiental a largo plazo. Nuestra clase política no parece estar a la altura de semejante magnanimidad por el bien común.
De no darse este muy improbable milagro, para que la crisis pueda contenerse en el siguiente período presidencial, y el país pueda lamerse las heridas políticas, culturales y sociales de dos años de duro conflicto, caída económica y violencia ya naturalizada en las calles, se necesitará un nuevo Presidente intachable, cuya principal virtud sea un enorme liderazgo ético, moral y empatía, más que atributos técnicos, que se los puede dar un buen y riguroso gabinete de orientación socialdemocrática. Su programa: el mismo arriba mencionado. ¿Existirá semejante personaje? (El Mercurio)
Mario Waissbluth
Centro de Sistemas Públicos, U. de Chile



