Hace poco más de un año cuando dije en una conversación informal que en Chile existían verdaderas favelas donde el poder lo ejercían las organizaciones criminales se apuraron en refutar y decir que eso no pasaba acá. Pero, la verdad era que sí pasaba, sólo que nadie se atrevía a decirlo.
Hace poco más de un año Cerro Chuño, La Mula, Génesis, Nuevo Amanecer y muchas más ya eran favelas a la chilena. Esta semana, el fiscal de Antofagasta en su presentación para la Jornada Macrozonal de Narcotráfico Marítimo no tuvo ningún problema en llamar a los asentamientos ilegales de Antofagasta “favelas”.
La favela es el nombre usado en Brasil para referirse a los asentamientos informales que crecen entorno a las ciudades y que se caracterizan por estar sometidos al control de grupos criminales.
Llamémosle favelas o como quieran, pero hablemos de ello. No es posible que una toma de terreno como la conocida como Génesis en Antofagasta haya sido intervenida en tres ocasiones y las tres veces los grupos criminales hayan retomado el control. No es posible que el cuerpo del teniente Ojeda haya sido encontrado enterrado en una maleta en una toma ilegal en Santiago. Y, así podríamos hacer una larga lista de “no es posibles”.
Detrás de todos esos “no es posibles” está ese “no querer decirlo” y, cuando lo decimos ya es tarde, el problema está instalado y funcionando.
Ahora bien, ¿qué es eso de lo que no estamos hablando hoy? Bueno, si las medidas propuestas para combatir el crimen organizado incluyen a los militares, donde está esa conversación incómoda sobre la cantidad de recursos que se requieren para la mantención del material y la tropa, de la cantidad de efectivos que se necesitará en un plazo de cinco años para cumplir con esa medida y cuánto debe crecer el presupuesto de Defensa durante el próximo gobierno para poder, realmente, tener éxito. Son muchas las conversaciones incómodas.
Hoy, el elefante en la cristalería tiene signo peso y tiene que ver con la cantidad de recursos disponibles para poder hacerse cargo de la primera urgencia de los chilenos. Porque, no habrá fronteras cerradas, delincuentes expulsados ni nuevas cárceles si no hay recursos.
El elefante es grande y los cristales muchos. Uno de esos cristales son las Fuerzas Armadas, las que parecieran venir a solucionar todos nuestros males pero que, también tienen sus propias conversaciones incómodas, porque ellas no son las llamadas a eliminar el crimen organizado, pero sí a construir Estado, y lo hacen desde un despliegue en el norte, una reconstrucción después de una catástrofe o incluso desde la formación entregada a través del servicio militar.
El elefante es complejo porque nos obliga a tomar decisiones. Si aumento recursos a seguridad, necesariamente disminuyo a otra área. Pero, si prometo seguridad, crecimiento, salud, educación y una larga lista de etcétera, debo también transmitir el cómo.
Es hora de tener las conversaciones incómodas, sólo así se podrá transmitir a tiempo y con sentido de realidad lo que pasa, sus soluciones y cómo materializarlas. Al final, sólo así, se podrán manejar las expectativas, esas que se transforman en un arma de doble filo para cualquier gobernante. (El Líbero)
Pilar Lizana



