Eres tú quien importa-Iris Boeninger

Eres tú quien importa-Iris Boeninger

Compartir

Las emociones de las personas son cada vez más importantes en la sociedad. Las personas piensan lo que sienten.

El reciente spot de la campaña de donación de órganos del Ministerio de Salud es un ejemplo de comunicación que genera el efecto contrario al buscado, ya que la utilización de gusanos produjo asco y rechazo. No se pusieron en el lugar de los que mueren y donan ni tampoco en el de los que necesitan algún órgano para sobrevivir. La falta de sensibilidad respecto las emociones de las personas es notable. ¿Pensaron en aquellos que están urgidos por un trasplante y que de ello depende su vida? ¿Consideraron a aquellos cuyo trasplante falla? ¿Qué sentirán sus familias? Le han faltado el respeto a muchos que sufren por esta situación.

Estados Unidos es el país con mejor índice de trasplantes. Hay más de cien mil hombres, mujeres y niños que figuran en la lista nacional de espera de trasplantes. Diecisiete personas mueren por día esperando un trasplante. La campaña de la agencia del Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos explica, sin necesidad de gusanos, dice que cada donante puede salvar ocho vidas y mejorar setenta y cinco más. El mensaje es “USTED puede ayudar”. La información esta actualizada a marzo de 2024.

En Chile había en el 2022 más de tres mil personas esperando un trasplante. El Ministerio de Salud no tiene estadísticas actualizadas.

Las emociones de los ciudadanos son definitivamente más importantes que las mediciones de opiniones inciertas que inundan los medios en distintas encuestas. Las afinidades ideológicas tienen más que ver con el cerebro emocional que con la razón.

En octubre de 2019, quemaron más de setenta estaciones del Metro de Santiago. No se sabe quiénes fueron los culpables. El llamado “despertar ciudadano” dejó a miles de ciudadanos sin medio de transporte por varias semanas y muchos tramos por muchos meses. Les complicaron la calidad de vida y el traslado a miles de personas a sus lugares de trabajo y hacia sus respectivos hogares. La reparación total duró cerca de un año y costó 225 millones de dólares. Hubo quienes avalaron esta violencia y la consideraron una expresión ciudadana. ¿Acaso les importó esto a quienes lo hicieron y a quienes validaron la destrucción? Ni arrepentimientos, ni autocritica, ni disculpas. Nada de eso llegó.

Más aún, en enero de 2020 durante un foro de Derechos Humanos en el Congreso de la República de Chile, quienes allí estaban recibieron a la llamada “primera línea” compuesta por los encapuchados que tiraban bombas molotov en octubre del 2019, en la plaza que osaron llamar de la “dignidad” con aplausos y de pie. ¿Qué habrán sentido los millones de chilenos que no la validaron y presenciaron la destrucción de bienes públicos que les pertenecen a todos? ¿Qué habrán sentido quienes fueron víctimas de la destrucción de sus negocios y viviendas, del trabajo de toda una vida? Chile se llenó entonces de eslóganes oportunistas que tanto daño le han hecho a la República. Tampoco hubo disculpas. Sí hubo indultos y pensiones de gracia.

¿Cómo construir el edificio de la política democrática en condiciones de total desconexión con la mayoría de los individuos? Se está lejos de una profunda interpretación del sentimiento social. La reconexión de la política con la ciudadanía es fundamental para su revitalización.

En la histórica marcha del 25 de octubre de 2019, se solicitaba mayor equidad, prisión para los corruptos, mejores pensiones y mejor salud.  Esto se debe recordar y debe formar parte de toda discursiva y plan político para el país, sobre todo por parte de quienes hoy gobiernan y quienes aspiran a gobernar ya que Chile está ad portas de una elección presidencial el próximo año.

La responsabilidad social en la política debe ir más allá de los objetivos partidistas. Debe orientarse al bienestar de la sociedad. Sin empatía no hay conexión con los individuos. La buena comunicación debe ser una herramienta al servicio de la política para aproximarse a los ciudadanos. Debe considerar y evaluar los posibles impactos de una determinada acción antes de llevarla a cabo.  Esto es transversal entre quienes gobiernan y quienes son parte de la oposición.

Las virtudes cívicas constituyen los cimientos de una democracia sana. El honor, la fortaleza, el coraje, el sacrificio por la patria, la priorización del bien público por sobre los intereses privados y la participación en la esfera pública son algunos ejemplos. Una mayor empatía y menor autocomplacencia acrecentaría la confianza hacia las instituciones.

La falta de reconocimiento por errores cometidos que afectan las emociones de los ciudadanos aleja cada vez más al político del ciudadano.

Ojalá se haga una buena campaña para la donación de órganos. Salvar vidas y evitar sufrimiento. Cuando se comete un error, reconocerlo y tomar medidas inmediatas para corregirlo es el mejor camino.

Pericles decía: “El que sabe pensar, pero no sabe expresar lo que piensa está en el mismo nivel que el que no sabe pensar”. (El Líbero)

Iris Boeninger