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Encuestas: la «pasta base» de los políticos en la recta final de la campaña

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La campaña presidencial se ha visto saturada por la divulgación de encuestas, circulando al menos 67 estudios desde el 19 de agosto, un fenómeno que se ha intensificado con la difusión de hasta doce sondeos solo en la última semana, a pesar de la prohibición legal de publicar este tipo de información en los 15 días previos a la elección. Este alto flujo, sumado a las pesquisas privadas de los comandos, demuestra una «adicción» por los sondeos, que el sociólogo Axel Callis, director de Tuinfluyes.com, calificó como la «pasta base de los políticos».

Callis señala que esta dependencia se ha profundizado debido al distanciamiento del mundo político de sus votantes, pues muchos basan sus campañas en redes sociales, un método económico y eficaz pero «muy mentiroso» a la hora de establecer atributos. La proliferación de encuestas se ha incrementado con el voto obligatorio, que sumó a la contienda a seis millones de ciudadanos con bajo interés político.

En los comandos se admite que es imposible no mirar las encuestas, ya que los sondeos públicos tienen un «alto impacto en el estado de ánimo del electorado» y en la planificación semanal de la campaña. Sin embargo, para las definiciones estratégicas, los equipos prefieren usar los datos de encuestas privadas y focalizadas, aunque actores de la industria critican que a menudo se «interpretan de forma mañosa» los resultados públicos para movilizar electores.

Un ejemplo reciente de esta manipulación fue la instalación de la idea de un «empate técnico» entre Kast, Matthei y Kaiser, promovida por algunos comandos, basándose en encuestas que reflejaban una convergencia por el alza del candidato libertario. Expertos señalan que esta dinámica lleva a que las candidaturas modifiquen sus estrategias a ciegas, pues «no hay ninguna encuesta que te diga por qué varió la preferencia» de un candidato, dejando el motivo de los cambios en el mundo de la especulación. Esto explica acciones como el uso de frases duras por parte del comando de Matthei o el «giro» que dio Kast esta semana al retomar la agenda valórica que había evitado, buscando imitar las acciones del candidato que momentáneamente está en alza.

El problema, según actores de la industria, es que un mayor número de encuestas no siempre se traduce en calidad, pues la reducción de costos por el uso de metodologías online ha proliferado las encuestadoras y la diferenciación de resultados. Expertos como Paulina Valenzuela y Juan Pardo abogan por la urgencia de establecer un registro de encuestadoras y un esfuerzo serio de «accountability» después de las elecciones, contrastando las proyecciones con los resultados del Servel.

El debate sobre la necesidad de esta evaluación de calidad resurgió con fuerza luego de que el sociólogo Alberto Mayol divulgara un informe que comparaba resultados de distintas encuestadoras, un ranking que fue cuestionado por otros actores del rubro por su falta de independencia. Pese a las críticas, la Asociación de Investigadores de Mercado y Opinión Pública de Chile (AIM) ya dio un primer paso al emitir una declaración fijando estándares mínimos para la comparación de encuestas, instalando el debate sobre la entrega de información confiable y técnicamente validada a la ciudadanía. (NP-Gemini-La Tercera)