Los resultados recientemente anunciados de la prueba de evaluación de aprendizaje escolar Simce realizada en 2022 debieran convertirse en un baño de realidad para el gobierno del Presidente Gabriel Boric y sus aspiraciones de convertir a Chile en un país más desarrollado y líder en la trasformación de la matriz energética del mundo para alejarla de los combustibles fósiles y avanzar hacia energías renovables limpias.
Un país en el que la habilidad de los niños para leer y hacer ejercicios básicos de matemáticas es peor hoy que hace 10 años debiera estar centrado cien por ciento en mejorar la calidad de la educación que reciben sus hijos y no ilusionándose con la cuestionable y posiblemente inoperante idea de crear una empresa nacional de litio o implementar una improbable política industrial. Precisamente porque el Estado -pero la sociedad en general también- son incapaces de proveer a nuestros hijos con las herramientas que necesitarán para desenvolverse adecuadamente en este nuevo mundo que surge, es urgente que el gobierno convierta a la educación en su primera y principal prioridad de acción para lo que resta del periodo.
Cuando los gobiernos en realidad no quieren o no pueden hacer nada, todo el tiempo hacen anuncios rimbombantes sobre sus planes para implementar profundas transformaciones. Pareciera ser que la lógica que los motiva es que la opinión pública, siempre desatenta, se olvidará de las promesas y compromisos anteriores y se ilusionará con los nuevos temas que el gobierno pone sobre la mesa.
Pero en la vida siempre es cierto que aquel que mucho abarca, poco aprieta. Nadie -y mucho menos un gobierno- pueden ser exitosos en alcanzar múltiples objetivos si no tiene la capacidad para dedicarles suficiente tiempo para que avancen. Porque al ojo del amo engorda el caballo, es central que el gobierno siga de cerca la implementación de sus políticas públicas prioritarias. Esa es la única forma de asegurarse de que haya avances y se alcancen las metas.
El gobierno del Presidente parece creer que priorizar muchas cosas es como caminar y mascar chicle a la vez. Pero a diferencia de coordinar dos tareas que se pueden hacer en paralelo, las prioridades de políticas públicas a menudo requieren de dedicación prioritaria, si no exclusiva. Un médico que está haciendo una compleja operación al corazón probablemente podría también estar escuchando música o hablando por teléfono. Pero cuando hay una vida en juego, ningún cardiólogo responsable busca demostrar a sus asistentes que es capaz de hacer varias tareas distintas a la vez.
El futuro de los niños de Chile está en la línea. Después de cuatro años con estallido social primero y pandemia después, el costo de no haber tenido clases regulares por mucho tiempo ha sido puesto en el tapete por los resultados de la Prueba Simce. Los resultados de lectura para los estudiantes de cuarto básico en 2022 retrocedieron al mismo nivel que en 2012. Los resultados de lectura para estudiantes de segundo medio en 2022 son los más bajos desde 2012.
Resulta decepcionante que algunos se consuelen diciendo que sorprendió que la caída no fuera mayor. También es triste escuchar que muchos aprovechan la ocasión para recordarle al Ejecutivo la irresponsable actitud que tuvieron cuando se opusieron a los esfuerzos del gobierno anterior para lograr que los estudiantes y profesores volvieran presencialmente a clases. Igual que cuando hay un paciente en la sala de emergencia luchando por su vida, corresponde dejar para después las recriminaciones sobre lo que se debió y no se debió hacer para evitar llegar a esta situación. Lo urgente es salvar la vida del paciente.
Para un gobierno que llegó al poder con la desmedida ambición de que podría sepultar el modelo económico de libre mercado en vigor en Chile por más de 30 años y que recientemente anunció una ambiciosa política nacional del litio que involucraba la creación de una nueva empresa estatal, los resultados del Simce constituyen un saludable y potencialmente rejuvenecedor baño de realidad. En vez de andar buscando competir con el sector privado en esas tareas que los privados hacen bien, el gobierno debiera centrarse en mejorar su desempeño en aquellas tareas que tradicionalmente han sido centrales del sector público y que el propio gobierno muchas veces ha definido como prioritarias. Si no es capaz de entregar o garantizar una educación de calidad a los menores de edad, el gobierno no debiera andar perdiendo su valioso tiempo en buscar competir con el sector privado en cosas que nunca antes ha hecho.
La prioridad número uno del gobierno -y del Estado, así como de la sociedad en general- debiera ser mejorar la calidad de la educación de los niños de Chile. Los resultados del Simce nos recuerdan que más que política del litio o programas para industrializar el país, el principal desafío que tiene Chile hoy para construir un mejor futuro y ampliar las oportunidades para todos es lograr que las niñas y los niños del país sepan leer y puedan hacer ejercicios básicos de matemática. Si no podemos lograr ese mínimo, jamás podremos estar de pie con la frente en alto como república democrática. (El Líbero)
Patricio Navia



