Empezó el reparto de culpas por la previsible derrota de Jara

Empezó el reparto de culpas por la previsible derrota de Jara

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Si Jeannette Jara tuviera alguna posibilidad de ganar la Presidencia, seguro que no se expresarían mayores diferencias dentro de su comando, que los dirigentes del PC se cuidarían de decir algo que dañara la campaña, y los del PS y el PPD frenarían sus ganas de desahogarse. En fin, la expectativa del poder calmaría los nervios de todos. Pero, la realidad es muy distinta. La candidata ha hecho su mejor esfuerzo, pero no llegará a La Moneda, y los partidos que la apoyan están pensando en quiénes culparán a quiénes por la derrota.

No sabemos si por táctica o convicción, Jara ha buscado aparecer como representante de la centroizquierda en esta fase de la campaña. Incluso, Luis Eduardo Escobar, su principal asesor económico, contó que ella le había confidenciado que se sentía socialdemócrata. Es sorprendente que alguien que aspira a la jefatura del Estado vaya definiendo su pensamiento en el camino. Desechó sin quebrantos el programa de la primaria y aceptó el que redactaron socialistas y pepedeístas, aunque se confundió y tropezó al explicar el cambio.

Lo que se ha hecho más evidente es cuán arcaico era el diseño original del PC, ejemplificado en la propuesta de nacionalizar el cobre y el litio, o fijar un sueldo vital de 750 mil pesos al margen de las consideraciones sobre su viabilidad económica. Es casi imposible concebir una visión más reaccionaria que la de proponer que el motor de la actividad económica sea el estímulo de la demanda interna, como lo planteaba el programa de la primaria.

Fue dicha visión la que inspiró las fuertes críticas de Carmona al desempeño de Mario Marcel como ministro de Hacienda, lo que incluyó el desdén por la disciplina fiscal. La tormenta de reacciones que vino enseguida desde el comando de Jara fue una muestra de que, finalmente, la alianza oficialista ha sido todos estos años una sociedad de intereses. Allí está la razón de su fracaso con Boric. Y eso explica que no habrá continuidad.

De lo que no puede acusarse al PC es de incongruencia. Su posición fue muy nítida en los días del golpismo revolucionario en 2019, también en las febriles jornadas de la Convención y en múltiples episodios relativos a la seguridad pública en los que sus diputados se distanciaron de La Moneda. Nada, sin embargo, ha retratado más crudamente al PC que sus reiteradas muestras de compromiso con las dictaduras de Cuba y Venezuela. Del mismo modo, su afirmación de que tiene un pie en las instituciones y el otro en la calle, lo que puede traducirse como un pie en el Congreso y el otro en la Villa Francia.

Los dirigentes del PS, el PPD y la DC no pueden declararse sorprendidos por los dichos de Carmona, de Jadue, Lagos, Pizarro o algún otro miembro del grupo dirigente del PC. Sobran las evidencias de que se identifican con el arcaísmo izquierdista de dientes apretados y con las formas de lucha asociadas con la rabia octubrista. Ese es el trasfondo de la colisión entre el programa de la primaria, que describía a Chile como un país caracterizado por los abusos, y el de ahora, que habla del orgullo que deberíamos sentir los chilenos por lo construido por el país.

Lo que no esperaban los dirigentes del PC era que la candidatura de Jara terminara poniéndolos en apuros, casi frente a un dilema parecido al de elegir entre el fuego y las brasas. Saben que la batalla presidencial está perdida, pero no pueden bajar las banderas. Saben, además, que sería devastador que se consolidara la imagen de que están saboteando la campaña de su propia candidata. Pero, hay algo que seguramente les preocupa mucho más. Si Jara crece como figura nacional, crecerá al mismo tiempo la posibilidad de que ella lidere una corriente de cambio dentro del PC, que podría hacer crujir el verticalismo y el autoritarismo que constituyen la base de su poder.

Insistimos en que la pugna de fondo en el oficialismo se relaciona con quiénes cargarán finalmente con las mayores culpas por la derrota de Jara. Puertas adentro, es posible que el Socialismo Democrático respire aliviado frente a tal perspectiva: sería demasiado abrumadora la eventualidad de aparecer como quienes pavimentaron las grandes alamedas para que el PC llegara a la cima del Estado.

¿Qué pasará en el PC después de la elección? Es probable que sobrevenga un ajuste de cuentas. Y no sería extraño que el grupo controlador diga que la candidata perdió por no haber defendido con energía “la correcta línea del partido”. (Ex Ante)

Sergio Muñoz Riveros