Hacer nada frente a este terremoto acarreará costos sociales y económicos futuros, de los cuales nos arrepentiremos por años. Está en juego la libertad y proyectos vitales de millones, la frustración de expectativas y el incremento de desigualdades futuras. Y en lo económico, una caída permanente de ingresos de las cohortes afectadas y un menor crecimiento potencial cuyo costo en valor presente supera los US$ 300.000 millones.
Hace dos meses, cuando se iniciaba la discusión presupuestaria, plantee en este medio hacer del presupuesto una oportunidad para poner a la emergencia educacional al centro. Y si bien eso no ocurrió, no podemos cejar en este esfuerzo. Urge allegar todos los recursos que sean necesarios detrás de un plan de acción de excelencia, incluyendo instrumentos de medición especiales para trazar una línea de base, definir indicadores y monitorearlos en el tiempo.
Sigue siendo fundamental hacer de esta una prioridad nacional. Liderar para convocar al mundo político, la academia, profesores y sociedad civil detrás de un desafío país que debe importarnos a todos. Porque no se trata de un tema de izquierda o derecha, sino de poner a una generación de estudiantes y su futuro al centro. (El Mercurio Cartas)
Ignacio Briones R.
Senior fellow y profesor UAI