La elección de Rodrigo Paz Pereira en Bolivia abre una ventana de oportunidad para redefinir la relación bilateral y avanzar hacia una gestión fronteriza más inteligente. Paz, senador centrista y heredero político de Jaime Paz Zamora, es economista, exalcalde y exdiputado, su campaña bajo el lema de un “capitalismo para todos” prometió rebajar impuestos, abrir créditos y reducir la burocracia estatal. Pero también trajo polémica: la propuesta de legalizar autos “chutos” o sin papeles, muchos de ellos robados en Chile, generó tensiones que Santiago no puede ignorar.
En este contexto, Chile debe combinar firmeza y visión estratégica. La reconducción de extranjeros que ingresan ilegalmente a nuestro país, creada el 2021 por la Ley 21.325 y negociada por Manuel Monsalve el año pasado, es una herramienta clave para exigir que Bolivia se haga cargo de los ingresos irregulares y del tráfico ilegal que cruza la frontera. No se trata solo de migración: el contrabando de vehículos, el paso de personas sin control y los delitos transnacionales asociados al narcotráfico o la trata exigen una cooperación real, no meramente discursiva.
El nuevo liderazgo boliviano puede facilitar ese diálogo. Paz Pereira ha señalado abiertamente que “con Chile hay que retomar relaciones”, reconociendo que los litigios por el mar y el río Silala quedaron cerrados en La Haya. Esa posición pragmática debe aprovecharse para construir una agenda compartida de seguridad fronteriza, con intercambio de información, devolución expedita de vehículos robados y patrullajes conjuntos. Bolivia gana legitimidad internacional; Chile refuerza el orden y reduce los costos del control unilateral.
Sin embargo, es esencial no repetir la reverencia inentendible que el Frente Amplio mantuvo hacia Evo Morales y el ideólogo del plurinacionalismo Álvaro García Linera, donde existía una política exterior guiada más por afinidad ideológica que por intereses nacionales. Hoy, con un gobierno boliviano moderado y orientado al desarrollo económico, Chile tiene la posibilidad de avanzar hacia una diplomacia de reciprocidad y responsabilidad: fronteras seguras, cooperación real y respeto mutuo. Incluso, profundizar la regularidad de visados de trabajadores de temporada para bolivianos, que no son conducentes a residencia definitiva.
El desafío será pasar del discurso al acuerdo. Si Chile ofrece una propuesta concreta -que combine reconducción efectiva, trazabilidad de autos robados y desarrollo fronterizo conjunto- puede convertir esta coyuntura en un punto de inflexión. Ni paternalismo ni confrontación: estrategia, firmeza y visión de Estado para una frontera ordenada y una relación bilateral madura. (El Líbero)
Álvaro Bellolio



