En el debate entre los candidatos para las primarias de la coalición de izquierda del 29 de junio realizado el domingo, la candidata Carolina Tohá reconoció haber votado a favor de la primera propuesta de nueva Constitución en el plebiscito de septiembre de 2022. Reconociendo que el texto tenía evidentes problemas, Tohá justificó su voto asegurando que “la otra alternativa era estar en contra, que era aún peor”. La sugerencia de Tohá de que el status quo -que era el sistema político y la institucionalidad bajo los cuales ella había sido ministra, diputada, alcaldesa, y líder política en exitosos gobiernos de la Concertación- era peor que la alternativa propuesta por el insensato, radical, y fundacional texto pone en cuestionamiento que Tohá sea efectivamente una persona moderada, razonable y socialdemócrata.
Tres años después de ese vergonzoso momento por el que atravesó el país, Tohá insiste en defender lo indefendible. En vez de reconocer que, como muchos otros, equivocó el camino y se dejó llevar por sus pasionales ganas de hacer desaparecer el legado de Pinochet del presente de Chile, Tohá insiste en defender los presuntos méritos de un texto que ha envejecido mal. Cualquier lector objetivo hoy puede confirmar que ese texto es contradictorio y está lleno de excesos revolucionarios, impracticables propuestas, e irresponsables soñadores listados de algunos derechos que jamás podrían (y probablemente nunca deberían) ser implementados. Las reformas políticas propuestas en el texto -incluida la desaparición del Senado y la multiplicación de sistemas judiciales asociados a cada pueblo originario- representaban un quiebre sin precedentes e innecesario con la tradición política del país. El número excesivo de artículos y el foco impropio en cuestiones de políticas públicas en un texto que debiera centrarse en cómo funciona la sala de máquinas de la democracia representan evidencia incuestionable de lo mal diseñado y pésimamente ejecutado que fue el proceso constituyente.
El solo hecho que, en el segundo proceso constituyente, el Congreso haya tomado sendas salvaguardas para evitar que el Consejo Constitucional electo en mayo de 2023 se fuera por la libre y redactara otra propuesta fundacional de Constitución demuestra que, ya a fines de 2022, quedaba claro que el texto redactado por la Convención Constitucional no tenía ni pies ni cabeza.
Resulta difícil entender por qué Tohá decidió transparentar de forma tan clara y precisa que ella todavía prefiere el mamarracho constitucional redactado por la Convención Constitucional al texto actual modificado y mejorado significativamente por los gobiernos de los que ella misma formó parte. Algunos dirán que, al declarar que prefería el mamarracho, Tohá le estaba hablando solo a los votantes más izquierdistas que tienen más probabilidades de presentarse a las urnas el 29 de junio. Pero muchas de las cosas que ha dicho Tohá en campaña -incluidas sus declaraciones sobre los 30 años de la Concertación, la cercanía de los jerarcas concertacionistas, sus críticas al discurso anti-concertacionista que caracterizó al Frente Amplio y lo que alguna vez pareció ser su rechazo al proyecto refundacional del octubrismo- demuestran que Tohá ha estado más preocupada de los electores de la primera vuelta de noviembre que de los electores de las primarias de junio.
Ahora bien, tal vez Tohá quería dar una señal clara hacia los votantes más duros de izquierda ahora que Jeanette Jara ha empezado a acortar distancia -o incluso a sobrepasarla- en las encuestas. Pero declararse simpatizante de la primera propuesta de texto constitucional que fue rechazada por una amplia mayoría del electorado es una pésima forma de tratar de seducir a la izquierda sin ahuyentar a los votantes más moderados. Muchos en la propia izquierda sienten más rabia y desencanto con el primer proceso constituyente que nostalgia por el texto constitucional que terminó siendo rechazado. Es difícil escuchar hoy personas que digan que el texto rechazado hubiera llevado al país a un mejor lugar. Muchos en la izquierda pueden sentir molestia porque se desaprovechó una gran oportunidad para remplazar a la constitución de Pinochet con un texto que fuera evidentemente superior y que generara más apoyo. Pero hay pocos nostálgicos del texto constitucional que emanó del primer proceso constituyente. Es difícil encontrar a alguien razonable que alegue que Chile estaría hoy mejor con ese texto constitucional.
Durante la campaña para las primarias del 29 de junio, Tohá ha buscado presentarse como una candidata que puede dar gobernabilidad y como una política pragmática que cree en el sentido común. Lamentablemente para ella, la desafortunada declaración que hizo en el debate asegurando que la primera propuesta de nueva Constitución que fue ampliamente rechazada en el plebiscito de septiembre de 2022 hubiera puesto al país en un mejor camino que el que hemos recorrido bajo la constitución de 1980 -con su origen autoritario y sus múltiples reformas negociadas en democracia- ponen en tela de juicio la imagen que Tohá ha buscado construir. Cualquier persona que hoy, tres años después del fervor del momento constituyente, mirando con la cabeza más fría, todavía crea que el texto propuesto por la convención era viable o mejor que el texto de la constitución actual no puede asociarse con la moderación o la sensatez. (El Líbero)
Patricio Navia