El avestruz esconde la cabeza en la tierra para camuflarse cuando se siente amenazada. Algo peor les ocurre a las derechas hoy. Tienen una oportunidad histórica de ganar la Presidencia y el Congreso en primera vuelta, pero simulan no verlo. El adversario no las amenaza, el germen de la fatalidad está en ellas mismas.
Esta semana fue de terror. Parecía inminente que Evelyn Matthei, junto a senadores RN, denunciaría en tribunales a quienes ella ha apuntado, en el campo de los republicanos, la han desprestigiado y atacado por redes sociales. Era el sueño dorado para la izquierda: que la derecha judicializara la elección y se empantanara con pronóstico de fatalidad: celulares incautados, trascendidos, audios, descalificaciones, etc. Un deleite para la pauta diaria de los matinales y los “progresistas” que prometen, ellos sí, gobernabilidad.
Algo de sensatez detuvo la intentona, que difícilmente va a contribuir a revertir la distancia que se ha creado entre la otrora exitosa candidata de Chile Vamos y José Antonio Kast. Nadie quiere que las derechas sigan en el fango. No sólo los empresarios, como les gusta disparar desde la izquierda. La gente común y corriente es la más interesada en poner término a este gobierno que se ha caracterizado por hacer el país más pobre e inseguro.
Las últimas cifras de empleo lo dicen todo. En un año la economía permitió que se crearan 141 miserables empleos. Hace rato hay una emergencia laboral, como machaca el economista David Bravo, que el gobierno no ha querido ver y que nos tiene con cifras de participación laboral y de desocupación de 2010, es decir, después de la crisis subprime y el terremoto.
“Tenemos problemas estructurales”, afirmó la candidata comunista Jeannette Jara en el foro de presidenciables en la Sofofa, defendiéndose de las malas cifras de empleo. Claro que hay problemas estructurales, pero los ha creado “su” administración, que además los hace ver como éxitos de su legado: las 40 horas, el alza del sueldo mínimo, la Ley Karin. Incluso ella ofrece nuevas joyitas para liquidar aún más la capacidad de generar trabajo de las pymes: un sueldo “vital”, que no es otra cosa que seguir disparando el sueldo mínimo, y la negociación ramal, donde los chicos no pueden competir contra las condiciones que ofrecen los grandes.
En la inseguridad 24×7, los secuestros a nivel histórico, los más de 86 mil personas que ya dejaron de buscar trabajo, en la inmigración desbandada y acorazada en el crimen organizado, en el deterioro de la salud y en un crecimiento menos que pobretón están los problemas que desvelan a las familias.
Y, ¿cuál es la respuesta de los que tienen la receta para sacar al país de este retroceso? Por un lado, lo ven como la oportunidad para arrebatarle la hegemonía a la “derecha cobarde” que ha jugado en la cancha de la izquierda y aprobado incluso las reformas que lastran a Chile. Por el otro, no dejarse absorber por una derecha conservadora y poco dialogante y tampoco replicar la claudicación de la ex Concertación que se dejó absorber por el Frente Amplio y hoy prácticamente no existe.
¡Por favor! Se trata de devolverle la quilla a Chile y para eso hay que ganar el Congreso y emprender las reformas que le devuelvan gobernabilidad al sistema político y para recuperar el crecimiento, el buen manejo del Estado y, sobre todo, la seguridad.
De eso se trata, de presentar los candidatos más competitivos que aseguren mayoría en el Parlamento y de terminar de contarse cuentos sobre el ideal para unos y otros. Tienen una tremenda oportunidad en las manos con el voto obligatorio y la sensatez del votante obligado que es capaz de centrar los resultados y que ha favorecido a la oposición en las últimas elecciones.
Es imperativo negociar ahora, antes del 18 de agosto cuando se inscriben los candidatos. Después, la suerte estará echada. Con esta indiferencia a los signos de los tiempos se llega a los 66 años de Cuba, a los 26 años de Venezuela o a los 28 años de Nicaragua. Todos viviendo felices en el paraíso que sembraron sus políticos. (El Líbero)



