El retorno del monumento del General Baquedano a su lugar original ha pasado desapercibido. Sin embargo, creo que su relevancia es más que meramente simbólica, tanto así que los paralelismos entre su restitución y los hechos políticos en nuestro país es bastante sugerente. La figura de Baquedano se ha fortalecido en nuestra historia reciente y su significancia se ha renovado. La discusión en torno a su remoción se vincula, inevitablemente, a la inflexión política nacida en 2019. Desde ahí en adelante, se ha desplegado un guion, protagonizado por el Frente Amplio, donde la figura de Baquedano ha sido parte importante de su escenografía.
Para el progresismo radical chileno, en el “estallido social”, las innumerables vejaciones a la estatua del General eran una representación catártica de todo tipo de males que aquejaban a la ciudadanía, y su destrucción personificó un quiebre con una tradición nacional, simbolizada en la figura del héroe de la guerra del Pacífico. También, en dicho contexto, se validaron los intentos destructivos al patrimonio, como formas de expresión del creciente desapego nacional a una tradición que se había impuesto, asfixiantemente, en la historia chilena: una sociedad que se enorgullecía de su cultura castrense, del orden, de las jerarquías de autoridad y de la institucionalidad.
Todo esto puede entenderse como el espíritu refundacional que inspira al Frente Amplio y que hoy lo distingue de la izquierda concertacionista. De alguna manera, octubre de 2019 sigue siendo para este grupo un momento de orgullo. Un hecho que desde sus conclusiones representa una especie de revolución que marcó un antes y un después, entre los nuevos “buenos diagnósticos” y un antiguo régimen marcado por los “30 años”. Algunos juzgarán este análisis como desmedido, y defenderán que los desórdenes se dieron casualmente, en un espacio habitual de las manifestaciones capitalinas. Pero la historia es demasiado reciente y no nos engañan. El discurso frenteamplista, sus ideas y simbolismos fueron claros: consideraron la tradición chilena un vestigio inerte, definieron lo militar como una representación de un sistema opresor y denostaron la historia de Chile. Mientras tanto, justificaron las destrucciones, las quemas del patrimonio y defendieron la plurinacionalidad, la inmigración desregulada y la refundación.
El ataque al monumento, y luego su retorno, da cuenta de la total desconexión de la nueva izquierda y también de la superficialidad de sus principios políticos. En la justificación del estallido y su crítica a los “30 años” evidencian su ignorancia, frivolidad y total desconocimiento del sentir ciudadano. Los chilenos ratificaron claramente que se enorgullecen del éxito republicano y que desean seguridad, libertad y justicia. El retorno de Baquedano representa el triunfo de una ciudadanía que se impuso por sobre los diagnósticos performáticos de una clase dirigente inmadura, soberbia e hipócrita. Personifica la identidad de un pueblo sensato, orgulloso del orden y de su progreso.
Desde ahora en adelante, la estatua del general Baquedano compartirá el espacio con Gabriela Mistral, que algunos consideran una representación de empates políticos. Como si la imagen del soldado representara a un bando ideológico y la de la poeta al otro. Pero estas voces se equivocan. Ni Baquedano es de derecha ni Mistral de izquierdas, ambos conversan en la mutua admiración de la tradición nacional, la cual se impone sobre cualquier ánimo refundacional de fragmentar a la población chilena. La misma Gabriela Mistral lo resumió perfectamente: “Es hermosa nuestra historia, y para dar en una narración a nuestros hijos la llamarada del heroísmo, no necesitamos recurrir ni a Grecia, ni Roma, si Prat fue toda Esparta”. Así, el regreso de Baquedano ratifica el triunfo de la sensatez republicana que esperemos, esta vez, sabremos valorar. (El Líbero)
Antonia Russi



