El poder de Biden-Hernán Felipe Errázuriz

El poder de Biden-Hernán Felipe Errázuriz

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Apabullador para los asistentes, no para Xi Jinping ni Putin, debió ser el despliegue del Presidente Biden, líder de la primera potencia del mundo —presupuesto militar de 778 billones de dólares; China 252 billones—, en la Cumbre del G7 celebrada en Gran Bretaña esta semana. Otra vez debieron sentirse apocados Boris Johnson, Angela Merkel, Emmanuel Macron, Mario Draghi y demás mandatarios participantes en el encuentro.

Impactante es el entorno que acompaña a Biden: Air Force One, helicópteros y la flota de aviones de apoyo; el impresionante Cadillac presidencial, “La Bestia”, con cabina para resistir ataques nucleares, biológicos y armas químicas; 400 miembros del servicio secreto; médicos que hasta portan sangre del Presidente; comandos con rifles de asalto que asoman desde vehículos de la caravana, y el “anillo de hierro” de naves y aviones de guerra norteamericanos situados en las inmediaciones de una de las playas británicas.

La coreografía de Biden, testimonio del poder de Estados Unidos, es insuficiente frente a las demandas y capacidades que representan el impredecible Putin y el inescrutable Xi Jinping.

Xi, con crecientes medios militares y una economía en el umbral de ser primera del mundo. Putin, disruptivo, con armas nucleares equivalentes a las de Estados Unidos. Ambos, expansionistas, autócratas, contrarios a la influencia norteamericana, la democracia y a normativas que imponen los derechos humanos y el derecho internacional.

Para Estados Unidos y el mundo, el panorama entre las potencias es turbulento, podría escalar, con líneas rojas y un desenlace desconocido.

Pocos discuten que estamos en medio de otra guerra fría, más compleja que la anterior, con tres potencias desafiantes, dotadas de una nueva arma, la cibernética, que amenaza la seguridad y la economía mundial.

Antes, para contener a Rusia, Estados Unidos y Occidente optaron por “la paciencia estratégica”, a la espera del inevitable colapso del comunismo soviético. Funcionó la paciencia. Ahora se busca la “estabilidad estratégica”, relaciones con un grado viable de predictibilidad, un ambiente más estable para gestionar los conflictos entre Washington y Moscú. Lo mismo debería ser aplicable a las relaciones con Beijing. Biden, Xi y Putin están sujetos a límites recíprocos y la ciberseguridad no la manejan ellos únicamente.

Estados Unidos, Rusia y China, tres elefantes en una misma pieza, pueden causar tensiones graves. Deberíamos estar preparados. A lo menos respecto de una importante repercusión no lo estamos. El Estado de Chile, no las empresas privadas, carece de una institucionalidad para protegerse de los ataques cibernéticos, no hay una agencia ni ningún funcionario a cargo. Los presidentes han hecho solo anuncios a finales de sus mandatos; el último, en la cuenta pública del Presidente Piñera. A Chile no le basta con preservar su autonomía frente a las grandes potencias. (El Mercurio)

Hernán Felipe Errázuriz

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